Primero tuvo de maestro a Fernando Pacheco, después a Antonio Sivera y ahora está disfrutando de lo que ha sido y sigue siendo su sueño: ser el portero titular del Deportivo Alavés. Es algo temporal, o eso es lo que dice la lógica; pero, mientras dure, Jesús Owono quiere ayudar lo máximo al equipo y, por supuesto, aprovechar cada minuto para seguir creciendo. Ahora bien, para entender su presente, es necesario mirar también a su pasado.
Miremos al pasado. Piense en su infancia, ¿qué se le viene a la cabeza?
Estoy en el parque, jugando con mis amigos.
Y esa, imagino, es también la primera imagen que recuerda del fútbol.
Sí. Y es algo que echo mucho de menos. Nosotros nos hemos criado en la calle, jugando con un balón, y no necesitábamos nada más. Para mí, eso era felicidad, era diversión, era amistad… Era todo. El momento de salir de clase, en el que tus aitas te decían que “a las ocho en casa” y tenías tres horitas para pegar patadas a una pelota con los colegas era lo máximo. Y la verdad es que yo trato de asemejar en el fútbol todo eso que sentía cuando estaba con los amigos en el parque. A un nivel mucho más alto y con responsabilidades, eso está claro, pero sin olvidarme de disfrutar y pasármelo bien en el campo.
Divertirse es su intención, pero ¿es posible en el fútbol profesional?
Totalmente. Uno encuentra la diversión donde quiere. Hay presión y obligaciones, como he dicho, pero de cada uno depende la manera de afrontar eso. Puedes hacerlo como si fuera una cuesta hacia arriba, lo que te hará ver el lado negativo, o como lo hago yo, disfrutando y aprendiendo como un pupilo de dedicarme a lo que siempre había soñado. Esa mentalidad es la que me hace rendir como lo hago, y pienso que mis compañeros lo hacen un poco igual.
Volviendo al parque, ¿destacaba ya entre sus amigos?
(Ríe). Sí, aunque no en la posición que juego ahora. De pequeño era un chico súper competitivo: quería ganar, meter más goles que los otros… Si uno le pegaba con la zurda, yo también lo intentaba. Si uno hacía una chilena, yo quería hacer dos. Y sí que destacaba. Pero, cuando tienes esa edad, no piensas en ser portero. Quieres marcar goles y ya. Luego, con los años, sí que le he encontrado ese atractivo a ponerme los guantes. Asemejo mi tarea a la de un quarterback de la NFL. Esa figura que se encarga de conocer la táctica, saber quién debe atacar y defender, cómo cerrar y bascular… Algo de lo que no se es consciente en el parque.
Su primera experiencia como guardameta fue en la ikastola, pero ¿cuándo se decantó definitivamente por esa posición?
No sé si lo he dicho alguna vez. Cuando empecé a jugar como portero, siempre llevaba la ropa de jugador en la mochila, por si en algún momento al míster le daba por decir que me pusiera a jugar de campo. Creo que es en infantiles, cuando entro en la Real, que se me quita esa idea de la cabeza. Ahí pensé que algo estaría haciendo bien bajo los palos como para estar en Zubieta y competir con los mejores chavales de Gipuzkoa. “Toca parar”, me dije.
LLEGADA AL ALAVÉS
Decidió venir al Alavés aun con la oferta de seguir en la Real sobre la mesa, ¿por qué?
Mira, justo esta semana lo he hablado con mi hermana, recordando el pasado. Fue una decisión difícil, pues suponía salir de casa y dejar a mis padres y amigos en Donostia, pero creo que esas decisiones difíciles son las que luego marcan el camino y hacen que las cosas valgan la pena. Si fueran sencillas, las tomaría todo el mundo, ¿no? También te digo, lo tuve bastante claro en todo momento. Pensaba que la oportunidad para seguir creciendo me la podía dar el Alavés, sus valores de club me gustaban y no dudé. Influyó, eso sí, que mi amigo (Álex) Balboa estuviera ahí comiéndome la cabeza. Luego, ya en Vitoria, todos en la cantera me dijeron que iba a llegar si hacía bien las cosas. La apuesta por mí fue enorme, desde el primer día estaba entrenando con el filial.
"Con todo lo que han sacrificado mis padres por mí, lo mínimo que puedo hacer es dejarme la piel todos los días sobre el césped"
Estaba cerca de casa; pero, siendo tan familiar, ¿hubo muchas llamadas?
Escucha, escucha. La primera semana que estoy en la residencia, que la gran mayoría de compañeros aprovechan para conocerse y demás, yo me volví a casa. “Quiero ver a mi madre”, dije. La familia lo es todo para mí. Soy el mayor de cinco hermanos y mis padres tuvieron que sacrificar muchísimas cosas para que no me faltara de comer, llevarme a torneos, comprarme botas… Lo mínimo que yo puedo hacer es dejarme la piel todos los días en el campo para en un futuro, a poder ser no muy lejano, decirles que se vengan a vivir conmigo o que dejen de trabajar, que yo les compro aquí una casa. Se lo han ganado y ya es hora de que disfruten de la vida.
Aunque tenía claro que llegaría al primer equipo, se envalentonó demasiado al decirle a Pacheco que le iba a quitar el sitio, ¿no cree?
(Ríe). Un poquito, un poquito. Soy una persona muy echada para adelante y creo que leo muy bien las vibras de las personas. Pacheco para mí, como lo es ahora Sive, ha sido un hermano mayor y teníamos ese jueguito de vacile. En el momento que le comente eso, yo me quedé pensando “¿lo he hecho de verdad?”, pero él reaccionó tan bien que, a partir de entonces, yo tuve claro que cualquier cosa que saliera de su boca iba a misa. Además, al final de ese entrenamiento me vino y me dijo que, para quitarle el puesto, tendría que aguantar. Mi cabeza desde ese día solo decía “aguanta, aguanta, aguanta”. Me siento afortunado por haber tenido la oportunidad de aprender de él, igual que ahora de Sive y también de Adrián (Rodríguez). Ambos son unas bestias.
Su debut fue por casualidad, debido al doble positivo por covid-19 de Pacheco y Sivera, supongo que le pilló de imprevisto.
Totalmente, sí. Sive dio covid a la mañana y bueno, me veía como suplente. Pero luego fui al comedor, no vi a Pache, y me quedé preocupado. Subí a la habitación y, de repente, me llamó Mikel González -director de la cantera por entonces- para darme la enhorabuena. Me quedé alucinado, claro. Encima contra la Real, digno de un bestseller. Fue de sopetón, pero estaba preparado. Ya jugaba con el filial y había participado en partidos importantes con la selección.
¿Estaba más nervioso aquel día o hace un mes en Valencia?
¿Me notaste nervioso en Mestalla?
Mucho.
Pues mira, lo voy a confesar. No eran nervios, simplemente no sabía dónde estaba. Salté al campo con la cabeza en otro sitio. Todo fue tan rápido, con el árbitro metiéndome prisa, que no estaba preparado. Ni siquiera me puse bien las espinilleras. Si el partido se estaba jugando a un ritmo, yo estaba varios niveles por debajo, y eso me mató. De hecho, estaba muy tranquilo. Igual hasta demasiado (sonríe).
"Lo de Mestalla no fueron nervios; no entré al ritmo del partido y eso me mató"
CON LA CABEZA BIEN AMUEBLADA
Volviendo al debut contra la Real, ¿le costó después volver a la rutina de jugar con el filial?
Para nada. Siempre he sabido cuál es mi sitio y, en ese caso, tuve claro desde el primer momento que era una ocasión puntual. Nunca entró en mi cabeza plantarme y decir que no quería volver a jugar con el B.
Algunos sí lo hacen.
Lo sé. Pero yo sabía que tenía que esperar. Cómo iba a quitarle el sitio a Pacheco, que tenía 800.000 partidos en Primera División, o a Sivera, campeón de Europa no mucho antes. Por entonces solo pensaba en jugar y ascender con el filial. Ese era mi objetivo. Esto es un proceso.
Por tanto, también está preparado ahora para cuando vuelva Sivera y, probablemente, recupere ese rol de suplente.
Lo estoy, sé cuál es mi papel.
La temporada siguiente llega Luis García, quien le sube al primer equipo, le convierte en el portero de la Copa, le brinda las últimas jornadas del curso pasado…
(Suspira). Luis es mi padre, al menos dentro del fútbol. He aprendido muchísimo tanto de él como de su cuerpo técnico. Siempre me transmitió el mensaje de que su portero era Sivera, pero también me decía que, si pasaba cualquier cosa, confiaba plenamente en mí. Fui ganando confianza y experiencia gracias a eso y creo que el Jesús que debutó contra la Real y el actual son completamente diferentes. Aun con la misma esencia, a nivel de fútbol he crecido mucho y estoy seguro de que todo ese trabajo va a ir saliendo. Ojalá algún día pueda ser el portero titular del Alavés.
Su despedida fue un varapalo, imagino.
Fue triste, claro. Estaba acostumbrado a trabajar con ciertas personas, tenía mecanismos adquiridos y sí que fue un palo. Pero esto es fútbol. Hay que entender que, si se ha ido, ha sido porque no se han dado los resultados y ya. La vida sigue y ahora, con el Chacho, me toca dar la cara igual. Él también me ha transmitido esa confianza, diciéndome desde que se lesionó Sive que le demuestre de lo que soy capaz. En Valencia me salió un partido meh, contra el Girona tuve mejores sensaciones y ante el Betis ya empecé a sentirme yo.
Incluso con toda esa confianza, no debe ser fácil el día a día como portero suplente. En vuestro caso, cuando uno juega, el otro no lo hace.
Lo importante es saber que, cuando uno no juega, debe trabajar cada día para mejorar uno mismo y ayudar al equipo. No caerse es fundamental. Mi rol no va a cambiar de hoy a mañana o de hoy a dos meses. Hay que tener claro que esto es un proceso. Luego se dan situaciones como la desgracia de Sive, que no me gustó ni un pelo verle así, en las que, si no hubiera estado preparado, habría jugado Adrián. Esa es la realidad. Los porteros, sobre todo los suplentes, vivimos de estar listos para el reto.
Supongo que, durante estos años de pocas apariciones, la posibilidad de jugar con Guinea Ecuatorial ha sido de gran ayuda.
Está claro. Jugar con la selección es un añadido importante, me da esa dosis de ganas de competir y, siempre que vuelvo, pienso que los compañeros lo notan. Esas convocatorias me ayudan a seguir apretando y trabajando. Hay futbolistas que no lo tienen y tampoco lo necesitan, pero a mí me ayuda. Es un chute de energía.
Aun teniendo claro su rol, ¿se ha planteado en alguna ocasión salir cedido en busca de minutos?
No, no, no. Yo quiero estar en el Alavés y desde el club siempre me han dicho que quieren que esté aquí.
EL PARADÓN CONTRA EL BETIS
Ahora sí, el momento que esperaba. ¿Cómo vivió el paradón del otro día en el Benito Villamarín?
Yo soy de los que piensa que un portero no tiene que pensar. Debe ser proactivo, pero sin darle mil vueltas a las cosas. Somos el último bombero, ¿vale? Entonces, cuando se da la acción, identifico que el delantero viene a apretarme y me abro para ofrecerle la línea de pase por fuera a Abqar, así me la puede dar y yo despejar. Ahí tenemos la mala fortuna de que él está cansado, le pega mal y me encuentro a una de las cabezas más brillantes del fútbol (Isco) delante de mí. Solo me queda reaccionar: voy rápido, achico y estoy tan encima que, cuando me intenta regatear, me pega el balón (ríe). Lo mejor es que fue un punto de inflexión para el equipo, que fue hacia arriba después de esa parada.
Estos últimos partidos le habrán ayudado a olvidar que no jugó en Copa, que era su competición.
Bueno, lo he hablado con amigos y, sinceramente, entiendo la decisión del Chacho. Acababa de llegar, quería ver a los futbolistas con los que iba a jugar y es totalmente respetable que pusiera a Sive. No le di más vueltas. Ese partido, dentro de mi sumatorio global, no va a significar nada si el equipo consigue su objetivo. Esto es más importante para mí que jugar una ronda de Copa.
"Kike se merece los tres goles del otro día y más; sabemos quién es y lo que nos da"
Pese a su gran parada, y también el pase que le dio a Carlos Vicente para provocar la expulsión, imposible quitarle el papel de protagonista en el Villamarín a Kike García.
Hombre, claro que no. Y se merece eso y más, porque nosotros sabemos quién es y lo que nos da Kike. Todo lo que trabaja, todo lo que pelea… Es el primero que va a la presión, el primero que repliega cuando hay que defender, el primero que te aprieta cuando no estás haciendo bien las cosas y no estás ayudando al equipo, el primero que te anima cuando sí las haces bien y el primero que, después del partido en Mestalla, vino a donde mí a animarme. “Txus, sigue. El fútbol hoy no ha sido justo contigo, pero sigue, porque todos sabemos de lo que eres capaz”, me dijo. Con cosas así, cómo no te vas a alegrar que tu delantero meta tres goles. Más siendo un cacho de pan como lo es él.