Hay incontables maneras de disfrutar de las fiestas de La Blanca. Se pueden vivir de día o de noche, en los múltiples espacios al aire libre repartidos por la ciudad y plagados de actividades, en los bares o, principalmente, en la calle, y en esto coincide casi todo el mundo.
Y la hora del vermú, esa franja temporal un tanto indefinida que a veces llega hasta bien entrada la tarde, es uno de los momentos más concurridos jornada tras jornada, mágico por su capacidad de unir a personas de todas las generaciones.
No son pocos los gasteiztarras, de hecho, que han sustituido casi por completo sus salidas de madrugada por las matinales y el manido tardeo. Y que si algún día se lanzan a la juerga nocturna en La Blanca, optan por vivir la fiesta no tanto dentro de los establecimientos hosteleros que abren durante todo el año, sino disfrutando de algún concierto en el centro o en las txosnas.
La pirámide poblacional manda, todo hay que decirlo. También, unos cambios de hábitos que han hecho que los jóvenes de ahora sean más diurnos que los de antes.
Mejor a la sombra
Hoy es viernes 8, día dedicado a los veteranos, y las terrazas cercanas a la plaza de la Provincia, donde acaba de comenzar el Meneíto Veterano, presentan ya un magnífico aspecto, sobre todo si se encuentran a la sombra. Porque el calor aprieta.
Manoj Dhungana, responsable del cercano bar Triskari, es de los que piensa que “ahora lo que tira sobre todo es el vermú y también el tardeo”, y que es “algo generalizado” en toda la ciudad .
“Este año el día 5 a las 12.00 de la noche ya tenía el bar cerrado. Por la noche no ha habido mucha alegría. Pero bueno, así te puedes ir para casa prontito y trabajar bien por el día”, apunta Dhungana, viendo el vaso medio lleno. Este hostelero, eso sí, valora positivamente cómo han transcurrido las fiestas en líneas generales.
El ambiente también es sensacional en las plazas de la Virgen Blanca y Nueva, donde Margotxef y los concursos gastronómicos y de cata de vino acaparan casi todas las miradas.
"El mejor momento del día"
El reloj ha marcado ya las 13.00 horas y las mesas, salvo las que están a pleno sol, se encuentran casi al completo. Un buen ejemplo de ello es el bar La Unión. “Para mí este es el mejor momento del día. Ahora comeremos unos pintxos calientes y hasta que el cuerpo aguante”, confiesa Iker Sancho, acompañado por su colega Samu, en la terraza del popular establecimiento.
La acumulación de días festivos comienza a pasar factura, pero la cercanía del fin de semana ha contribuido a inyectar savia nueva festiva a las calles. La cercana plaza del Machete, epicentro de la cultura vasca durante las fiestas, aguanta el tirón pese a que su ubicación la convierte en una de las sartenes de La Blanca.
En el escenario, mandan los bertsos de Paula Amilburu, Ekaitz Samaniego, Xabat Galletebeitia y Amaia Iturriotz. Y en la barra de la txosna de Geu Elkartea, la cerveza es a estas horas la refrescante opción más demandada, aunque tampoco escasean los marianitos y otros clásicos. “Me estoy poniendo de sidra como las avurtardas”, confiesa, en pleno txotx, un veterano blusa.
La comparsa de Gigantes, cabezudos, caballos y sotas sale de Pinto, donde son numerosas las cuadrillas que disfrutan del aperitivo en las terrazas de los primeros bares de la calle.
Vermú... y comida
Es el caso de Aitor Arrieta y María Aldalur, que posteriormente irán a comer en familia. Para esta pareja el vermú es uno de los momentos top de La Blanca.
“Para mí es un punto de reencuentro entre familia, amigos, gente que sale fresca de casa o gente que ha salido de noche y toma el vermú para quitarse la resaca. Es un momento de disfrute del día”, describe ella.
“Cuando éramos jóvenes salíamos directamente a la noche, con lo cual no había vermú. Pero ahora es un momento que se disfruta mucho porque vas con los niños, en familia como hoy, o en cuadrilla, comes unos pintxos y está muy bonito. Para mí es uno de los mejores momentos de La Blanca”, asegura su compañero.
En Kutxi, la calle que prácticamente no duerme durante las fiestas, los bares tampoco dejan de dispensar potes pese a que el calor apriete de lo lindo mientras algunos grupos van retirándose a comer. Claro que, en este caso, el trajín será permanente hasta bien entrada la madrugada de mañana, más allá del agur de Celedón.