Al margen del incansable apoyo de una afición volcada desde el minuto inicial, muy poco puede rescatarse de otro partido para olvidar en el que el Alavés se pegó un tiro en el pie y fue incapaz de conservar un preciado tesoro cuando, tras siete minutos conmovedores, fue capaz de darle la vuelta al gol inicial de Escudero.

El equipo vitoriano, lastrado por la enorme distancia entre líneas, que concedió atrás lo que no está en los escritos y como pollo sin cabeza a la hora de leer un encuentro que demandaba buenas dosis de sosiego y sangre fría tras haber hecho lo más difícil, tuvo un solitario halo de luz en la figura de Manu Vallejo.

El punta gaditano recibió por fin la ansiada alternativa en el once inicial por parte de un Mendilibar que le estaba ninguneando hasta límites insospechados. Tras varios partidos sumergido en un ostracismo incomprensible, la apuesta más ambiciosa del club babazorro durante el pasado mercado invernal dispuso de una ocasión pintiparada para reivindicarse ante el Granada.

Pues bien, lo cierto es que el delantero cedido por el Valencia cumplió las expectativas como escudero de Joselu, necesitado de alguien a su lado que inyectara aire fresco, dinamismo y pimienta a un equipo bastante plano cuando se trata de enfilar la portería rival.

tanto de oportunista

Con ganas de comerse el césped de Mendizorroza, Vallejo estuvo activo y participativo desde el primer momento dando la razón a todos aquellos que sostenían que debía haber jugado mucho más. Su movilidad creó desequilibrios en la endeble defensa nazarí y siempre se ofreció a sus compañeros con numerosos desmarques. Al filo del cuarto hora, efectuó su primer disparo desde la frontal que no se marchó muy desviado de la portería defendida por Maximiano, el verdugo que desbarató buena parte de las ilusiones locales con ese penalti detenido a Joselu en la primera mitad.

Sin embargo, lo mejor de su repertorio estaba por llegar en la segunda mitad. Tras el gol de Escudero que supuso un jarro de agua fría para la esperanza de las más de 16.000 almas congregadas en Mendizorroza, Vallejo dio un paso al frente para hacer soñar al Alavés. En el corto intervalo de siete minutos, su influencia resultó vital para que los gasteiztarras le diesen la vuelta al marcador en un abrir y cerrar de ojos.

Primero sirvió con precisión el saque de esquina que permitió a Escalante rematar de cabeza a bocajarro dentro del área. A renglón seguido, el gaditano firmó el clásico gol de delantero oportunista y con olfato tras un centro de Rioja desde la izquierda. Ningún defensor del Granada acertó a despejar el balón y ahí apareció el flamante refuerzo alavesista en enero para, gracias a un sexto sentido, anotar a placer.

Lástima que su primer tanto en Vitoria no sirviese, a la postre, para nada. En cualquier caso, Vallejo rubricó una notable puesta de largo como titular y presentó sus credenciales para disponer de un papel más protagonista a partir de ahora. Antes de que Jason recogiera su testigo en el minuto 78 cuando ya flaqueaban sus fuerzas, el gaditano consiguió ganarse a la grada con su generosa entrega y su compromiso. La rabia con la que celebró el segundo gol del Alavés fue otro aspecto que estuvo a punto de disfrazarle como héroe en una jornada con un desenlace fatídico. El Glorioso perdió tres puntos vitales en la pelea por la salvación, pero al menos ha ganado para la causa a un delantero con mordiente.