Nadie dijo nunca que lograr la salvación esta temporada sería una tarea sencilla. Sobre todo, teniendo en cuenta la paupérrima racha de resultados -tres puntos en ocho partidos- con la que el Deportivo Alavés arrancó el curso. Sin embargo, lo que tampoco se esperaba es que la repentina y explosiva mejoría vivida entre octubre y noviembre acabaría siendo un simple espejismo y que, en cuestión de pocas semanas, se volvería a esa cruda realidad en la que el barco babazorro está destinado a navegar continuamente en aguas turbulentas y peligrosas.

Esta última, al menos, ha sido la tendencia del conjunto albiazul desde junio de 2020, momento en el que se reanudó la competición tras la fase más agresiva del covid-19 y que, por alguna razón, sirvió como punto de inflexión para la decadencia deportiva. Porque, en apenas unos meses, un equipo que se había mantenido en la élite con bastante holgura y que, además, había disputado una final de Copa siendo la clara revelación de la categoría, pasó a sufrir como un recién ascendido. Algo que puede suceder un año, porque no siempre los proyectos salen como se planean, pero que, cuando ocurre repetidas veces, el final termina siendo oscuro.

Eso sí, esta atmósfera de negatividad que ha vuelto a aparecer en las últimas semanas no se debe a los números, porque, matemáticamente hablando, el Alavés tiene aún muchísimas opciones de lograr la permanencia. En realidad, lo preocupante es la imagen que está dejando el plantel de Javi Calleja sin importar la entidad de los rivales, pues, si bien vencer al Rayo Vallecano en su feudo se antojaba complicado, las actuaciones previas frente al Getafe o el Linares dejaron un regusto agrio solo digno de un producto caducado.

Poco acierto en los fichajes

Además, no por falta de probaturas, porque, en 19 encuentros, el técnico madrileño ha tocado todas las teclas habidas y por haber, sino por la sensación de que, siguiendo la línea de los anteriores mercados, el Glorioso lo único que ha hecho es empeorar aún más su plantilla. Buena muestra de ello es que, entre los recién llegados, solo dos -sin contar a Lejeune- han logrado asentarse en el once y ambos, tanto Loum como Moya, lo han hecho en el centro del campo, donde la competencia, al jugar con tres futbolistas ahí, no es demasiado exigente.

Por lo demás, las apuestas de la secretaría técnica -Sylla, Pellistri, Iván Martín y Miguel De la Fuente- no han conseguido convencer a Calleja y, cuando han saltado al césped, se ha visto que no están preparados para pelear un puesto en Primera División. Algo muy preocupante para un conjunto como el Alavés, quien, desde hace tiempo, reclamaba un cambio generacional que, al no llegar, ha obligado a los veteranos a buscar versiones anteriores de sí mismos, pero con varios años más en sus piernas; y a los suplentes de otros cursos a asumir responsabilidades completamente nuevas para ellos. Como puede ser, por ejemplo, el caso de Pere Pons.

Refuerzos

Ante esta situación, la entidad del Paseo de Cervantes, siempre conformista en el mercado, está obligada a realizar algo que, desde hace mucho tiempo, no sucede en Mendizorroza. Esto es, aprovechar la ventana invernal, la cual, salvo en casos muy contados, únicamente ha servido para incorporar nuevos suplentes o, incluso, jugadores que ni siquiera llegaron a debutar con la camiseta albiazul.

Para ello, Sergio Fernández necesitará atinar con los refuerzos más que en verano y, en especial, dar salida a todos esos futbolista cuya aportación al equipo es prácticamente nula y, por consiguiente, prescindible. Un aspecto, eso sí, que se le ha resistido sobremanera al leonés en las últimas temporadas y que, sin embargo, es de suma importancia de cara a aumentar el margen de maniobra del Alavés.

Por fortuna, aún hay tiempo de reacción y el cuadro babazorro, al menos de momento, tiene ciertos hombres a su disposición que muchos rivales por la permanencia desearían tener. Este es el caso de Joselu, Rioja o Pacheco, a los que, dada su capacidad para sumar puntos al casillero, hay que complementar con nuevos compañeros que potencien todavía más sus habilidades, pues, de no ser así, la dependencia cada vez irá a más y, como ya está sucediendo, su rendimiento se verá mermado.