Entrenador como último recurso para poder salvar la categoría. Los malos resultados cosechados desde la llegada de Abelardo han dejado al Glorioso en la última posición de la tabla a tres puntos de la salvación cuando restan nueve jornadas de que finalice la temporada.
Javier Calleja tendrá algo más de margen que López Muñiz para introducir cambios y lograr el objetivo, pero su tarea será igualmente compleja. Si quiere triunfar y alargar su estancia en Vitoria-Gasteiz, el madrileño deberá hacer frente a cinco importantes desafíos que su predecesor no ha sido capaz de superar.
El primero de ellos y quizá el más sencillo será levantar los ánimos del equipo. Los malos resultados y la manera en la que han llegado, con goles encajados en los últimos minutos y la reciente goleada del Celta, han hecho mella en la psicología de los jugadores. La imagen de los últimos partidos, con jugadores cabizbajos y rostros de impotencia, no debe repetirse.
Calleja debe convencer a los jugadores de que la salvación es posible y ayudar a que dejen atrás los fantasmas que los han perseguido durante las últimas semanas. El simple cambio de aires en el vestuario con la llegada de un nuevo técnico suele tener de por sí un efecto revitalizante, pero el entrenador deberá poner de su parte para motivar a los futbolistas.
Seguramente haya tenido más de una charla con los jugadores desde que aterrizó en Vitoria, pero hay algunos que lo necesitan especialmente, como es el caso de Lucas Pérez. De hecho, uno de los retos de Calleja será recuperar para la causa al que es técnicamente el mejor jugador de la plantilla. Su actitud esta temporada no está siendo la mejor y sus roces con Machín y especialmente con Abelardo le han impedido ser protagonista.
Tener un futbolista desganado en el césped cuando el equipo se juega la vida no es la mejor opción. Sin embargo, si Calleja logra enchufar al delantero gallego, el combinado albiazul ganaría mucho potencial ofensivo.
Aunque el aspecto psicológico es lo que más urge en estos momentos, Javi Calleja deberá también corregir varios aspectos del juego albiazul. La temporada 2020-21 está siendo la más desconcertante en cuanto a estilo de juego desde el regreso a Primera División. La directiva planteó en verano una plantilla que se adaptara al esquema 3-5-2 de Pablo Machín, con fichajes como el de Tomás Tavares para el puesto de carrilero derecho y el de Jota para la mediapunta.
Sin embargo, los jugadores no fueron capaces de adaptarse a sus nuevos roles y el soriano terminó regresando al 4-4-2. Abelardo continuó en esa línea, pero no logró que funcionara como en su primera etapa y terminó jugando con un 4-2-3-1 para hacer hueco a Jota. El equipo necesita un estilo de juego reconocible, saber si quiere jugar directo o al pie, presionar arriba o esperar abajo. Esa será la tercera misión del nuevo técnico.
EN BUSCA DE UN ONCE IDEAL
Para conseguirlo, Calleja deberá encontrar una alineación tipo. Once jugadores con los que ir a muerte en los nueve partidos que quedan. Machín y Abelardo no lograron dar con la tecla e introdujeron cambios en cada partido, sin éxito. Solo Pacheco, Laguardia, Lejeune, Duarte y Joselu han sido intocables.
El debate entre Córdoba y Rioja por la izquierda, el recurso de situar a Edgar Méndez como delantero centro, escorar a Jota a la banda o las mil combinaciones de centrocampistas en el doble pivote no han ayudado a que los miembros de la plantilla gozaran de continuidad.
Es cierto que, debido a la compresión del calendario en este tramo final, las rotaciones serán obligadas. En cualquier caso, no es momento para experimentos. Urge encontrar once puntas de lanza y una formación que se adapte a las peculiaridades de la plantilla babazorra.
Por último, y no por ello menos importante, el Deportivo Alavés necesita recuperar la consistencia defensiva de temporadas anteriores. El Glorioso ha sentado las bases de sus éxitos de los últimos años en unos cimientos defensivos sólidos. El muro albiazul, con Laguardia y Pacheco como puntales, se caracterizó por conceder pocas ocasiones a sus rivales y dominar el juego aéreo.
Mantener la portería a cero facilita mucho el camino hacia la victoria, pero esta temporada cuesta más de lo habitual frenar a los atacantes rivales. Laguardia está lejos de su mejor versión y la línea de contención lo nota. Los errores en zonas delicadas del terreno de juego están a la orden del día y ninguno de los defensores se ha librado de tener días grises.
Pacheco, por su parte, está mostrando una versión más humana. Aunque sigue siendo un portero de garantías, no ha salvado tantos puntos con actuaciones memorables como en ediciones anteriores. El Alavés no se puede permitir goleadas como el 3-1 del Cádiz, el 5-0 del Almería, el 4-0 de la Real Sociedad o el reciente 1-3 del Celta si quiere salvar la categoría. En estos momentos, es el segundo equipo que más encaja de la categoría con 47 goles encajados, solo por detrás del Granada, con 48.
Desde luego, Javier Calleja tiene mucho trabajo por delante para revertir la delicada situación en la que está inmerso el Deportivo Alavés, todo ello condensado en una especie de minitemporada de algo más de un mes de duración. Todo un desafío que no cualquier entrenador estaría dispuesto a aceptar.
Levantar la moral de la tropa. El Deportivo Alavés está muy tocado anímicamente debido a los malos resultados cosechados y el ambiente que se respira en el vestuario no es el ideal. El técnico tendrá que trabajar el aspecto psicológico.
El caso Lucas Pérez. El talento del delantero gallego es una baza que ni el 'Pitu' Abelardo ni Machín han conseguido explotar. Si Calleja logra enchufarlo, el ataque albiazul lo agradecerá.
Estilo de juego reconocible. El Alavés no ha encontrado aún una clara seña de identidad. No queda claro si quiere presionar arriba o esperar, jugar por banda o por dentro. Urge aclarar ideas.
Encontrar un once tipo. Abelardo y Machín han probado muchas combinaciones de jugadores y formaciones, sin éxito. No hay tiempo para experimentos.
Solidez defensiva. Es difícil puntuar si se encajan goleadas como la del Celta, por lo que hay que corregir errores.
López Muñiz logró la temporada pasada darle un lavado de cara al equipo en tiempo récord, aunque la situación no era tan crítica