En los albores del mes de junio de 2019 Lucas Pérez se convirtió en el ambicioso primer fichaje de un Deportivo Alavés que situó la incuestionable calidad del delantero gallego como piedra angular del proyecto dirigido por Asier Garitano. Tras unas campañas sin apenas protagonismo en el fútbol inglés -incluida una cesión al Deportivo de La Coruña que terminó en descenso-, la llamada del Glorioso -en el que ya había militado durante unos meses en categoría juvenil- le reabría las puertas de la Liga y le brindaba la oportunidad de reivindicar su talento.

Un objetivo que se marcó públicamente desde el primer momento, llegando incluso a hablar del sueño de regresar a la selección durante su presentación oficial en Mendizorroza. La posterior incorporación al equipo de su paisano Joselu le proporcionó una pieza ideal para complementar su juego y el alavesismo comenzó a ilusionarse con el potencial de la conexión gallega.

Asier Garitano cuidó con mimo a un Lucas al que concedió tiempo suficiente para recuperar un estado físico óptimo tras muchos meses de inactividad y problemas con una lesión recurrente en el tobillo. Se consumió la pretemporada y en el arranque de la competición oficial el siete albiazul alternó el banquillo con la titularidad. Pese a los malos resultados (solo una victoria en las seis primeras jornadas), el cuerpo técnico mantuvo la paciencia y aguardó a que el gallego completase el camino de la recuperación paso a paso.

Y, de repente, el brillante juego entre líneas de Lucas floreció en todo su esplendor dando lugar a una explosión que lo confirmó como el elemento fundamental del Alavés que todos esperaban. Siete jornadas consecutivas marcando -con lo que igualó el mejor registro personal de toda su trayectoria- y actuaciones memorables en las que se echó al equipo a la espalda le situaron de nuevo en el primer plano del foco futbolístico estatal.

Un rendimiento sobresaliente que coincidió en el tiempo con la cercana apertura del mercado invernal. Un zoco en el que el nombre de Lucas Pérez comenzó a sonar con fuerza. Especialmente, cuando el Barcelona se vio obligado a acometer el fichaje de un delantero. Durante semanas fue imposible no oír esos cantos de sirena pero, pese a que el club blaugrana preguntó por la situación del gallego, la respuesta de la entidad del Paseo de Cervantes fue contundente. "Lucas no está en venta". Y ante la falta de predisposición para negociar los culés terminaron decantándose por incorporar a Braithwaite.

Con la bajada del telón del mercado de fichajes invernal cesó el ruido pero, inesperadamente, también un nubarrón se situó delante de la hasta entonces refulgente estrella de Lucas Pérez. Ya nada volvió a ser igual. Sus destellos sobre el césped comenzaron a ser cada vez más intermitentes y la inesperada irrupción del coronavirus se convirtió en otro elemento desestabilizador que aumentó la factura del desgaste.

Los roces con la directiva durante la dura negociación para la reducción de los salarios de los profesionales y el pobre rendimiento en la reanudación de la Liga de quien estaba llamado a liderar el equipo contribuyeron a agrandar la cada vez más evidente sima entre el delantero y los responsables del club. Los brillos de la primera vuelta del torneo eran ya solo un vago recuerdo.

Durante el pasado verano Lucas estuvo en el escaparate pero la terca realidad del mercado condenó a las dos partes a mantener la convivencia bajo el mismo techo. Una experiencia nada sencilla teniendo en cuenta que el amor había saltado por la ventana hacía tiempo. Y, desgraciadamente, el paso del tiempo se ha encargado de confirmar un divorcio a todas luces irreversible.

Como suele suceder en las relaciones amorosas que acaban en ruptura, puede decirse que no hay un episodio concreto que explique lo ocurrido sino que ha sido la insoportable reiteración de desencuentros la que ha llevado a un destino inevitable. El curso arrancó con Pablo Machín en el banquillo y un laborioso proceso de adaptación al nuevo sistema que trataba de imponer el soriano. Joselu y Lucas seguían siendo la pareja de referencia en la vanguardia pero pronto resultó evidente que su rendimiento nada tenía que ver con el de un año antes. Ni siquiera cuando el técnico recuperó el 4-4-2 apareció una mejor versión del siete albiazul.

Un gol al Levante en la novena jornada -el único que ha conseguido en jugada esta temporada- sobresale casi como único capítulo positivo en un expediente plano a más no poder. Esta deriva negativa de su juego y unos misteriosos problemas físicos que solían aparecer en la última sesión de entrenamiento de la semana le fueron restando cada vez mayor protagonismo.

Hasta que el relevo en el banquillo se presentó como la última oportunidad para que un pequeño rayo de luz se colara en un escenario cada vez más sombrío. Sin embargo, el regreso de Abelardo ha terminado significando el principio del fin para Lucas Pérez. Apenas dos meses ha tardado el asturiano en dictar la sentencia definitiva sobre el gallego.

En sus primeras semanas al frente del equipo, el técnico ya le lanzó una seria advertencia al anunciar públicamente que había tenido una conversación con él tras haber detectado falta de implicación en el futbolista. Aparentemente esa charla sirvió para reconducir la situación y el gallego volvió a entrar en los planes del entrenador alavesista. Se trató, sin embargo, de un mero espejismo. Su trabajo público en los partidos mantuvo el tono gris de todo el año y el privado en los entrenamientos terminó por agotar la paciencia de Abelardo, que lo mantuvo todo el partido en el banquillo ante el Betis, solo le concedió los 25 minutos finales contra el Cádiz y ni siquiera le incluyó en la convocatoria para visitar al Atlético de Madrid.

"En el Alavés hay que tener valor, coraje y compromiso. Quien no quiere darlo todo por el club, no merece entrar en este equipo", espetó el asturiano al ser cuestionado por la ausencia del delantero. Fin de trayecto. Restan diez jornadas vitales en las que el Alavés se jugará la permanencia pero, tras estas declaraciones, resulta evidente que Lucas Pérez no estará en esa guerra.

A tenor de sus números en los últimos meses-desde enero de 2020 solo ha marcado tres goles en juego y otros cuatro de penalti-, el equipo no lo echará demasiado de menos. Pero la realidad es que su ausencia supone una pérdida enorme considerando lo desequilibrante que puede llegar a ser cuando está enchufado sobre el césped. No hay otro jugador en el vestuario albiazul con su calidad pero ese talento se ha demostrado insuficiente.

Apenas unos días después de que el club emitiera una nota pública defendiendo la máxima profesionalidad de todos sus jugadores, el entrenador confirmó la existencia de una oveja negra -a la que además le resta un año más de vínculo-. A partir de aquí se abre un nuevo escenario de muy difícil gestión en el que la separación de los caminos -el contrato de Lucas incluye una cláusula que lo deja libre en caso de descenso- se antoja como la mejor opción para todas las partes. Porque la triste realidad es que la deslumbrante estrella con la que el delantero gallego arrancó su trayectoria en el Deportivo Alavés se ha fundido definitivamente a negro.

Piedra angular. Lucas Pérez fue el primer fichaje del Alavés la pasada temporada y con su incuestionable calidad estaba llamado a ser la piedra angular del proyecto.

Estelar. Tras un período inicial de puesta a punto brilló de manera espectacular en la primera vuelta del curso pasado, llegando a marcar en siete jornadas seguidas y situándose como una de las piezas cotizadas en el mercado invernal.

Declive y polémica. Tras no concretarse su salida del Alavés su rendimiento comenzó a caer en picado hasta su ocaso actual. Un declive aderezado además por las fricciones con directiva y diferentes cuerpos técnicos por la dura negociación del ERTE y las acusaciones de falta de implicación.

Su incidencia en el juego ha caído en picado en los últimos meses y ni Garitano, ni Machín, ni Abelardo han logrado reactivarlo

El 'Pitu' le dio un primer toque de atención nada más llegar pero el delantero, que tiene un año más de contrato, no ha aprovechado la oportunidad