- Cien años entre la gloria y el barro podría ser el título de la película que mejor explicase la historia del Deportivo Alavés en el día que alcanza su centenario. Un club que tuvo su origen en el Sport Friend's, nacido el 20 de febrero de 1920, y que el 23 de enero de 1921 implementó su nomenclatura actual. Disquisiciones al margen sobre la fecha oficial de su nacimiento -el 13 de enero de 1923 se llevó a cabo una refundación que el propio club consideró durante muchos años como día de fundación-, tal y como está asumida ya como oficial la por todos conocida que hoy se celebra, estos cien años de historia del Alavés son, como en pocos otros clubes, un compendio de un puñado de sonrisas y un enorme mar de lágrimas. Porque el sufrimiento ha sido la divisa fundamental del seguidor albiazul a lo largo de todas las etapas de la entidad. Grandes alegrías que se recogen en el compendio de la presencia en una final de la Copa de la UEFA, otra en la final de la Copa del Rey y cinco ascensos a Primera División, categoría en la que ha militado durante dieciséis temporadas. Como este último registro indica, el club vitoriano se ha movido durante mucho más tiempo en divisiones lejanas, en medidas muy diversas, a la élite, aunque los capítulos más oscuros de su existencia corresponden a aquellas etapas en las que su desaparición se contempló como algo más que una posibilidad real; porque si el sufrimiento sobre el césped ha sido algo intrínseco a la identidad alavesista, no menos lo han sido los problemas de todo tipo y condición fuera de los terrenos de juego. A pesar de que la situación actual no es el idóneo desde el punto de vista deportivo -solo por lo que se refiere a la crisis de resultados, ya que la presencia en Primera por quinta campaña consecutiva supone por sí misma un hito histórico-, el Alavés sopla cien velas en un momento de excepcional plenitud dentro de una historia plagada de sinsabores.

La historia del Deportivo Alavés comienza el 23 de enero de 1921 como continuidad del Sport Friend's, que durante el año anterior ya había jugado sus primeros partidos en un descampado en el Paseo de Cervantes y también en diversas localidades cercanas -los colores representativos desde el comienzo fueron el azul y el blanco y en 1925 se impondría la camiseta a rayas-, además de tomar parte en otras actividades deportivas y sociales. En una asamblea extraordinaria en el citado día, se aprobó el cambio de nombre y se confirmó a la junta directiva, presidida por Hilario Dorao, que había sido recientemente elegida.

El equipo, compuesto por estudiantes -era completamente amateur y muchos de los propios futbolistas conformaban la directiva-, continuó con sus partidos y muy pronto exhibió su dominio en los duelos contra rivales locales, muchos de ellos formados por militares. Las grandes rivalidades de la época se vivieron contra equipos de provincias vecinas.

Tras un inicio ilusionante, el seguimiento al equipo sufrió una primera decaída que condujo a las fuerzas vivas de la ciudad a buscar una fórmula para propulsar su relevancia, proceder a su profesionalización -se reorganizaron también sus diversas secciones, tenis, alpinismo, ciclismo...- y proyectar un campo de fútbol propio en condiciones. Entre esos prohombres locales, la figura del médico Amadeo García de Salazar fue clave en la reestructuración de un club que pasó a estar presidido por el entonces diputado provincial y posteriormente alcalde de Vitoria, José Gabriel Guinea. Tan importante fue el cambio, que durante muchos años el club consideró el 13 de enero de 1923 como la fecha oficial de su fundación.

Se recuperaron los partidos y la directiva buscó potenciar las relaciones con las instituciones y la construcción de un campo de fútbol, pasos clave para federar al equipo. Tras unas arduas negociaciones, el club se hacía con los terrenos del Paseo de Cervantes en los que había jugado varios partidos y otros adyacentes y el 25 de julio de 1923 se utilizaba por primera vez el nuevo campo, aunque hubo que aguardar hasta el 27 de abril de 1924 para que Mendizorroza -el nombre se le dio en enero de 1925- viviese su inauguración oficial.

En el mismo julio de 1923, el Alavés se integró en la Federación Vizcaína -no sin polémicas- y el 8 de junio de 1924 jugó, contra el Portugalete, su primer partido oficial. Las tensiones con la Federación fueron una constante al negarse el club vitoriano a competir en la tercera categoría y por ello la temporada 1924-25 quedó en blanco.

La campaña 1925-26 ya la jugaría el club albiazul en la Serie B, con una plantilla muy mejorada de la mano de las incorporaciones que consiguió García de Salazar, el verdadero hombre fuerte de la sección de fútbol, ya fuese como manager, entrenador, médico u ojeador. Ciriaco y Quincoces comenzaron entonces a escribir su leyenda. El 12 de junio de 1927, el club viviría su primer gran éxito con el ascenso a la Serie A tras derrotar al Erandio. Y en su estreno en ficha categoría, alcanzaría el subcampeonato y la clasificación para la Copa del Rey.

La irrupción del Alavés -Beristain, Ciriaco, Quincoces, Antero, Roberto, Urquiri, Modesto, Albéniz...- en dicho torneo, ya contra rivales de ámbito nacional, fue excepcional. No en vano, alcanzó unas semifinales en las que claudicó ante el poderoso Barcelona y el premio a nivel individual llegó en forma de las primeras convocatorias con la selección española. La temporada 1928-29 fue la del arranque de la Liga a nivel nacional, que se compatibilizaba con el campeonato regional y la Copa, y en la que los vitorianos quedaron encuadrados en la Segunda División. El gran fichaje fue el de Olivares y ya en la campaña 1929-30, con Francisco Baonza en el banquillo, el club vivió una campaña histórica. Campeón de Vizcaya por delante de un Athletic que posteriormente firmaría el doblete Liga-Copa y primer clasificado de Segunda División, con el consiguiente ascenso a Primera. Había nacido El Glorioso.

Fueron esos unos primeros inicios en la élite marcados por los problemas de la entidad para cuadrar sus cuentas, afectadas también por la inestabilidad de una política -la República estaba en ciernes- que estaba por encima del fútbol, pero también por las alegrías, como el liderato puntual de Primera. Tras la permanencia, el club buscó sanear sus cuentas mediante el traspaso de sus mejores jugadores. Así, a cambio de 65.000 pesetas, Ciriaco Quincoces y Olivares cambiaron la camiseta albiazul por la blanca del Real Madrid.

Lastrado por la pérdida de sus mejores activos, el Alavés consiguió una agónica permanencia en Primera en la última jornada liguera, pero los éxitos deportivos se contraponían a los problemas económicos de un club sin apoyo institucional ni respaldo suficiente a nivel social. La solución fue seguir vendiendo jugadores y también las instalaciones deportivas de Mendizorroza, en las que el club pasaría a jugar en alquiler. Esta progresiva pérdida de potencial condujo a una campaña 1932-33 desastrosa, culminada con el descenso a Segunda División.

Las cosas no hicieron sino ir de mal en peor. Se sucedían presidentes y gestoras incapaces de enderezar el rumbo económico que puso al club al borde de la desaparición, mientras que los resultados deportivos también eran negativos. Se renunció a participar en la categoría nacional y la entidad se situó al borde de la desaparición en 1935. En 1936 se produjo la inscripción en la Federación Guipuzcoana, ya con un equipo amateur, en la que debutó con un subcampeonato. Unos pocos días después, comenzaba la Guerra Civil.

El fútbol, como la vida cotidiana, quedó detenido casi por completo desde julio de 1936 y un año después el club se ponía de nuevo en marcha, con la recuperación de varios futbolistas históricos y jugadores de otros clubes que estaban sirviendo en los cuarteles de la zona (las relaciones son los militares fueron determinantes durante mucho tiempo para conseguir incorporaciones). Con ese equipo afrontó la Copa de las Brigadas de Navarra, el primer campeonato oficioso en zona franquista, en la que se impuso en la final al Oriamendi el 26 de junio de 1938. En el regreso a la competición oficial, fue segundo en el Campeonato de Guipúzcoa y consiguió clasificarse para una Copa en la que alcanzaría las semifinales, donde cayó apeado por el Sevilla. Ese reverdecer deportivo, corroborado con el regreso a Segunda División cuando se reorganizaron los torneos nacionales, fue acompañado por los perennes problemas económicos de un club al que la posguerra arruinó todavía un poco más.

Sin recursos económicos y privado de nuevo de sus mejores jugadores, el Alavés descendió a Tercera al final de la campaña 1940-41. Se recuperó la categoría en una sola temporada al tiempo que los problemas económicos del club menguaban de forma transitoria -creció el apoyo social, se recuperó el institucional y se firmó un convenio con el Real Madrid-, aunque la etapa en la segunda categoría apenas duró dos años y la entidad se sumió en un duro periplo de ocho años en Tercera.

Mientras el equipo se mostraba incapaz de sacar los pies del barro de Tercera, tenía que ingeniárselas para sobrevivir en lo económico con unos ingresos muy menguados. Una década, la de los cuarenta, de penurias -la Copa Federación, un torneo para modestos, ganada en 1946 fue su única alegría-, en la que incluso la Federación le salvó del descenso a Regional en 1948 y 1949 por la reforma de las categorías. Hubo que esperar a la campaña 1950-51 -por aquellos años aparecía en el club José Luis Compañón, que durante medio siglo se convirtió en toda una institución del alavesismo por las múltiples tareas que asumió- para que la trayectoria del club diese un giro a su guión con el regreso a Segunda.

Tras una primera campaña en la que se salvó del descenso por una nueva reforma federativa y crecer en el siguiente curso, de la mano de Manolo Echezarreta en el banquillo y mitos como Primi, Berasaluce, Gorospe, Ibarra, Echaniz, Echeandía se consiguió el ascenso a Primera División el 20 de abril de 1954. Con prácticamente el mismo plantel reforzado con la incorporación de Wilson, el Alavés sufrió para mantener la categoría el primer año y, tras perder al delantero gallego y a Berasaluce, descendió de nuevo tras el segundo.

Desde 1956, pasaron 42 años de tránsito alavesista por el barro. Con los pies hundidos en la miseria muchas veces, pero en situaciones aún más dramáticas -ya fuese en lo deportivo, en lo económico o en lo institucional- muchas veces más. Muchas sombras, siniestras algunas, y muy pocas luces. Pese a conservar muchos jugadores de su etapa en Primera, el equipo no fue capaz de recuperar la categoría de inmediato y se hizo prácticamente un fijo en Segunda, con un paso por Tercera en ocho años. Pero al final de la campaña 1963-64, las puertas del infierno se abrieron para hacer del cuadro albiazul un equipo de Tercera.

Con los sempiternos problemas monetarios y los vaivenes en la dirigencia -en esta etapa desembarcaría en el club Juan Arregui, pieza fundamental de su historia- que de nuevo estuvieron a un tris de desembocar en la desaparición. Un periplo de diez años en Tercera que tuvieron como única excepción una campaña en Segunda -en la que Puskas pasó por el banquillo de Mendizorroza y el descenso se consumó tras la trágica muerte de Sarasola en accidente de tráfico días antes de la promoción de permanencia- y otra en la que el club cayó a Regional.

Tras ese paso por la cuarta categoría, el club resurgió de nuevo. Tres años en Tercera dieron paso a una etapa de nueve cursos consecutivos (1974-83) en la categoría de plata. Unos años en los que el equipo fue conocido como el Barcelona de Segunda -Valdano fue el gran nombre de una época en la que destacaron Sánchez Martín, Morgado, Salamanca, Bea, Astarbe, Señor, Larrañaga y en la que despuntaron en Vitoria jóvenes de trayectoria posterior brillante, como Zubizarreta, Alexanko, Valverde o López Rekarte-, pero en los que no se pudo culminar el ascenso a Primera -su gran momento lo viviría en la Copa de 1978, cuando derrotó al Barça de Cruyff en Mendizorroza con gol de Salamanca- y los balances económicos solo se sostenían por las aportaciones de los directivos hasta que la situación se volvió insostenible, tanto a nivel pecuniario, con una deuda por encima de los cien millones de pesetas, como institucional, con constantes cambios en la directiva.

Tras salvarse en los despachos del descenso a Segunda B en 1982, un año después se consumaba el hundimiento deportivo, acompañado de una crisis financiera provocada por los enormes dispendios de cursos precedentes. La deuda siguió creciendo al tiempo que el club era incapaz de regresar a la categoría de plata. La supervivencia del club estuvo de nuevo en entredicho en el verano de 1985, cuando se salvó en el último momento; pero un año después se consumaba el desastre con el descenso administrativo a Tercera al ser incapaz de pagar a sus jugadores. Y eso no fue lo peor, ya que la entidad se situó al borde de la desaparición, más cerca que nunca esta vez al acumular deudas por más de 200 millones de pesetas. Arregui reaparecía en escena para reflotar El Glorioso con el controvertido convenio con el Athletic.

Fueron cuatro temporadas de barro, entre otros con el todavía recordado derbi contra el Abetxuko, y en el que las apreturas económicas propiciaron el estreno de muchos futbolistas locales, como Estibariz, Carlos Martínez, Muro, Roth u Ortiz de Urbina, que acompañaron a los Tinoko, Ugarte, Feijóo, Txosa y Biota. En la temporada 1989-90, se completó el regreso a Segunda B con el ascenso en Elgoibar, que coincidió con la tercera presidencia de Arregui -llegaba a la entidad en ese momento Gonzalo Antón, mano derecha y luego sucesor del máximo mandatario- y la estabilización del club a nivel institucional durante el período más largo de su historia.

El ascenso de Lerún supuso el punto de partida a una etapa de prosperidad. Mejoró la gestión, se incrementaron los abonados, crecieron los ingresos y se recuperó la ayuda institucional para proceder a la profesionalización de la entidad y la reducción progresiva de la deuda, hasta que en 1992 se finiquitó el convenio con el Athletic, al tiempo que del bolsillo de Arregui llegaba el dinero para construir la primera ciudad deportiva en Ibaia.

Esa progresiva mejora en los planos económico e institucional chocó con las reiteradas frustraciones a nivel deportivo por la imposibilidad año tras año de regresa r al fútbol profesional. Temporadas regulares majestuosas que terminaban irremisiblemente de forma abrupta en los fatídicos play off. Tras dos primeros intentos en los que apenas tuvo opciones, a la tercera una derrota en Mendizorroza en una segunda parte aciaga ante el Toledo condenó a los albiazules. La cuarta tentativa fue un desastre también, pero la quinta se completó con éxito.

Con Txutxi Aranguren en el banquillo, los Serrano, Codina, Tito, Lasheras, Castillejo, Iván Campo, Aitor Arregi, Toni, Matxon, Arias, Mujika o Gorriarán devolvían al Glorioso a Segunda. En el otrora fatídico play off, tras remontar al Las Palmas en Vitoria -pío, pío, pum, pum- el Alavés solo necesitaba un punto más para ascender. En su visita al Jaén, cayó derrotado, pero el tropiezo canario en Gramanet propició que la celebración fuese excepcional en el viejo estadio de La Victoria el 21 de junio de 1995.

El club vitoriano regresó al fútbol profesional ofreciendo una muy buena imagen en su primer curso, pero las expectativas de crecimiento no se verían corroboradas en el segundo. Al tercero, tras ir conformando un bloque sólido y rocoso, Mané tomó los mandos de una nave que contaba ya con la base que tanta gloria depararía poco después. Los Karmona, Téllez, Pablo, Desio, Begoña, Albistegi o Leal se unieron a la vieja guardia encabezada por el genial Serrano para firmar una temporada para la historia y, el 3 de mayo de 1998, culminar el regreso a Primera División 42 años después. Pero eso no fue todo, ya que El Glorioso alcanzó unas semifinales coperas en las que cayó ante el Mallorca tras haber dejado por el camino a cuatro primeras como Oviedo, Compostela, Real Madrid y Deportivo.

Dio comienzo en ese momento una nueva época de esplendor, sin duda la mejor que ha vivido el club -fue la de su profesionalización definitiva, la conversión en sociedad anónima deportiva con Antón representando al grupo accionarial principal y la reforma de Mendizorroza, que dijo adiós a su mítica General- coincidiendo con la actual. La primera campaña en la por entonces denominada Liga de las Estrellas fue de un sufrimiento extremo, salvada en la última jornada en un derbi contra la Real Sociedad y con Julio Salinas como gran protagonista. Nadie podía prever que aquel modesto equipo firmase la excepcional temporada que realizó en el curso 1999-00.

Con las incorporaciones de los Astudillo, Contra, Herrera, Eggen y Kodro, la irrupción definitiva en el equipo de Javi Moreno y el regreso de Téllez, el equipo de Mané se hizo tremendamente poderoso en defensa -el menos goleado de la categoría, con el guardameta argentino recogiendo el Trofeo Zamora- y fue creciendo a lo largo del curso para pelear por puestos europeos en un final de curso apasionante. A la última jornada llegó incluso con opciones de clasificarse para la Liga de Campeones, pero la derrota contra el Athletic -con no poca polémica- solo permitió que fuera sexto, con billete para la Copa de la UEFA.

Ese viaje fue el más extraordinario que el club ha vivido. Con los refuerzos de Jordi Cruyff, Tomic, Iván Alonso y Geli, el Alavés asombró a Europa avanzando rondas con una colosal pegada como visitante. Gaziantepsor, Lillestrom y Rosenborg cayeron en las primeras eliminatorias y en octavos esperaba el Inter de Milán. Todo hacía indicar que ahí se iba a acabar el trayecto albiazul, más aún después del espectacular, y poco rentable, 3-3 de Mendizorroza, pero la exhibición alavesista en el mítico San Siro (0-2, con goles de Jordi y Tomic) propició el pase a cuartos. El Rayo cayó fulminado en el partido de ida en Vitoria y en las semifinales la exhibición ante el Kaiserslautern fue legendaria con un marcador global de 9-2.

Pero si tremenda había sido la andadura del Glorioso en todo el torneo, todavía quedaba una noche de locura. Triste por la derrota, pero memorable por su desarrollo. La final más bonita de la historia del fútbol se vivió en Dortmund -el desplazamiento hasta Alemania y la fiesta que allí montaron los alavesistas fueron apoteósicos- se resolvió en la prórroga con un fatídico gol de oro de Geli en propia puerta que le dio el título a un gigante como el Liverpool (5-4). Pero en los corazones de todos los amantes del balompié quedó la gesta del Alavés, remontando una y otra vez su tempranera desventaja en el marcador hasta el empate en el último minuto con un testarazo de Jordi que supuso el momento de mayor éxtasis en la historia de la entidad.

La UEFA concentró muchos esfuerzos, pero la permanencia en Primera se logró con mucha solvencia para, de nuevo, firmar en la campaña 2001-02 una actuación brillante en el torneo de la regularidad. Las ventas de Contra y Javi Moreno al Milan ingresaron las arcas albiazules de forma considerable y el bloque se solidificó con Coloccini, Rubén Navarro o Llorens. Tras ganar al Barcelona en la decimoquinta jornada, el club vitoriano se situó líder de la máxima categoría por primera vez en su historia y la séptima plaza final le permitió clasificarse de nuevo para Europa. El curso 2002-03 sería el triste epílogo a la etapa más brillante del club. Fichajes de mucho renombre no salieron como se esperaba. El viaje por Europa se limitó a dos eliminatorias y, tras una primera vuelta irregular pero que no hacía presagiar el desastre posterior, el equipo se fue hundiendo irremisiblemente. Una victoria en trece partidos y solo once puntos en el segundo giro al calendario abocaron al Alavés al descenso. Nadie lo podía prever entonces, pero las puertas del infierno se habían abierto de par en par.

El intento de regresar a Primera en un solo año se saldó con una decepción mayúscula. La campaña fue excepcional en todos sus frentes, no en vano en la Copa se alcanzaron unas semifinales y el Zaragoza llegó a la final gracia al valor extra del gol que logró en el empate en Mendizorroza, pero los competidores por el ascenso se mostraron feroces y los 74 puntos del equipo de Pepe Mel, que había conservado a muchas de sus estrellas, no bastaron para subir. Pero la bomba estalló cuando Gonzalo Antón vendió el paquete accionarial mayoritario del club a Dmitry Piterman, un oscuro personaje que había desembarcado en el fútbol español en el Palamós y que ya había hundido en la miseria poco antes al Racing de Santander.

El ucraniano gastó dinero a espuertas -del que no había, pues iba dejando deudas allá por donde pasaba- para conformar una plantilla con muchos jugadores de nivel muy superior a Segunda División. Bonano, Rubén Navarro, Nene, Bodipo... Una colección de estrellas penosamente dirigidas, pues era el presidente quien hacía y deshacía a su antojo por encima de entrenadores y técnicos, que acabó ascendiendo con no poco sufrimiento. Ese primer éxito eclipsó los desmanes del mandatario, que se convirtieron ya en moneda común bajo los focos de Primera División. Más fichajes de campanillas (Costanzo, Aloisi, Juanito, Pellegrino...), otros completamente incomprensibles y multitud de episodios estrambóticos después (posados en Interviú, ruedas de prensa bochornosas, enfrentamientos con jugadores, duelos dialécticos con las fuerzas vivas de la ciudad, despidos múltiples de entrenadores...) lo increíble es que el equipo llegase a la última jornada con opciones de salvarse. Un gol del Espanyol en el último minuto de la temporada fue lo que condujo al Alavés al abismo.

El club estaba ya completamente podrido por dentro y la situación no hizo sino empeorar en los meses siguientes. El cóctel de malos resultados y el enfrentamiento constante de Piterman y su tóxico entorno propiciaron que desde muchos frentes se buscase la manera de sacar al ucraniano de un club que estaba ahogado financieramente por las deudas que se habían ido acumulando. Incapaz de pagarlas, el club se vio abocado a una disolución que solo se salvó mediante el acogimiento a un concurso de acreedores y la entrada en la presidencia de Fernando Ortiz de Zárate.

El empresario vitoriano vivió una etapa negra al frente del club, con el único objetivo de lograr una supervivencia que se escurría entre los dedos. Mantener la plaza y los ingresos del fútbol profesional era fundamental y de ahí el éxtasis de la celebración de una salvación en dos episodios en junio de 2009, con las remontadas ante Real Sociedad y Celta. Un año después, el milagro no se produjo y el equipo regresaba a Segunda B. Entre tanto, el club jugaba su otra liga en el Palacio de Justicia, donde se acumulaban las vistas para pactar con los acreedores la quita de la deuda y también se buscaba imputar a Piterman por su desastrosa gestión.

Otros cuatro años de periplo en la categoría de bronce comprendieron la lucha deportiva fracasada en tres ocasiones de regresar al fútbol profesional, los gravísimos problemas para abonar en plazo las cuotas del concurso de acreedores y, asociado a esto último, el vaivén de nuevo en la directiva. La desaparición del club llegó a ser una amenaza real en no pocas ocasiones y la llegada de Alfredo Ruiz de Gauna a la presidencia no fue suficiente para salvar el peligro. Con el respaldo de las instituciones y una inyección económica muy importante de grandes empresarios locales, Josean Querejeta desembarcó el 24 de junio de 2011 en Mendizorroza.

Con la presencia del máximo mandatario del Baskonia al frente del Alavés y los pactos internos que se firmaron para culminar ese proceso, el club se aseguró el respaldo que necesitaba, y del que había carecido en los años precedentes, para sacar adelante su complicada situación económica. La misma era delicada y dependía en gran parte de regresar al fútbol profesional, pero, al menos, había dinero en caja para afrontar las obligaciones. Tras un primer intento fallido, el vitoriano Natxo González montó un equipo sólido y competitivo (Manu García, Viguera, Beobide, Guzmán, Sendoa, Crespo, Rubio, Luciano...) que se proclamó campeón de grupo y se impuso al Jaén -se proclamaría campeón absoluto de la categoría tras vencer también al Tenerife- para regresar a Segunda el 1 de junio de 2013.

Solo un año después, el 7 de junio de 2014, el alavesismo celebraría otra permanencia para el recuerdo. Tras un año de nuevo de enorme sufrimiento en el que la única alegría fueron los goles de Viguera, el club se veía abocado a un descenso del que se salvó de manera milagrosa en un tramo final del curso infartante de la mano de Alberto López. La profecía de Manu García se cumplió. El Glorioso se salvó en el último minuto del último partido con un gol de Guzmán que tumbó, una vez más, al Jaén en La Nueva Victoria.

El curso 2014-15 fue de una tranquilidad inusitada y en el 2015-16 se produjo un asalto a Primera completamente inesperado. José Bordalás armó un equipo de guerreros (Pacheco, Laguardia, Manu, Beobide, Mora, Femenía, Pelegrín, Raúl García, Juli, Guichón, Toquero, Barreiro...) que dominó la categoría con mano de hierro y que en otro partido para el recuerdo, contra el Bilbao Athletic en Lasesarre con gol postrero del capitán, dejaría encaminado al regreso a la élite, que se consumó el 29 de mayo. Ese ascenso dio paso a la actual etapa de bonanza, en la que el Alavés acumula ya cinco temporadas consecutivas en Primera, igualando el período 1998-2003. La llegada coincidió con la multiplicación exponencial de los ingresos por los derechos televisivos, que permitió al club, ya saneado, ir pensando en grandes proyectos que o ya ha ejecutado o tiene en previsión. Fichajes importantes, nuevas instalaciones, mejoras en las ya existentes o la expansión internacional del club son buena muestra de ello.

En lo deportivo, Pellegrino asumió el relevo en el banquillo y la plantilla cambió profundamente para afrontar un regreso a la élite que fue plácido en su primer año, con el enorme colofón de la disputa de la final de la Copa del Rey. A la vieja guardia -todavía hoy representada por Manu, Pacheco y Laguardia- se unieron genios como Llorente y Theo y jugadores como Ibai Gómez, Camarasa, Deyverson, Feddal o Edgar conformaron un bloque de garantías que vivió su momento de éxtasis con el gol de este último el 8 de febrero de 2017 para eliminar al Celta y acceder a la final copera ante el Barcelona. El 27 de mayo, el alavesismo en masa se desplazó a Madrid para caer con honor ante el Barcelona.

La siguiente campaña empezó con sobresaltos por los malos resultados, pero de la mano de Abelardo -en su primer partido, otro milagro, el recordado de Girona con el triplete de Ibai- se enderezó una trayectoria que fue creciente también durante el curso posterior, rozando el Alavés de nuevo la clasificación para Europa. La pasada campaña, hasta la pandemia la trayectoria del equipo destilaba confianza, pero desde el parón obligado la tendencia ha sumido al equipo en unas dudas que se mantienen esta temporada tras la agonía final de la anterior.

En todo caso, el Alavés celebra cien años en un momento histórico que difícilmente podría ser mejor por mucho que ahora mismo la clasificación ahogue. Saneado económicamente, en la élite deportiva y con el respaldo de una masa social que le apoya como nunca. Precisamente, lo único que empaña la celebración de hoy es que el festejo no se podrá realizar con una afición que, en todo caso, brindará por otros cien años más, a ser posible con más gloria y menos barro.

Fundación. El 23 de enero de 1921 el Sport Friend's, que existía desde el año anterior, cambió su nombre por el de Deportivo Alavés, que viviría una nueva refundación en 2023, que durante mucho tiempo fue considerado como el día de su nacimiento oficial. Finalmente, la fecha del 23 de enero de 1921 fue la aceptada comúnmente como la de fundación oficial de la entidad.

Trayectoria. Desde su estreno en competiciones nacionales en la temporada 1928-29 -desde 1925 tomaba parte en el Campeonato de Vizcaya-, el Alavés ha permanecido dieciséis campañas en Primera División -su mejor clasificación es un sexto puesto-, treinta y siete en Segunda División, doce en Segunda División B, veintidós en Tercera División y una en Primera Regional. Su mejor actuación en la Copa del Rey es una final en 2017 y ha participado dos veces en la Copa de la UEFA, con el mejor registro situado en 2001, cuando alcanzó la final. Logros. Los dos grandes hitos del club son la clasificación para la final de la Copa de la UEFA de 2001 (derrota 5-4 en la prórroga ante el Liverpool, en Dortmund) y la final de la Copa del Rey de 2017 (derrota 3-1 contra el Barcelona, en Madrid). Además, la entidad del Paseo de Cervantes ha conseguido ascender en cinco ocasiones a Primera División (1929, 1954, 1998, 2005 y 2016). El palmarés incluye cuatro títulos de campeón de Segunda División y otro más como campeón absoluto de Segunda División B. El Alavés se proclamó campeón de Vizcaya en la temporada 1928-29, de la Copa Brigadas de Navarra de 1938 y ganó la Copa Federación en 1946 tras ganar al Sueca.

Resumen. La historia del Alavés es un compendio de muchas lágrimas y muy pocas sonrisas. En cien años de historia, su presencia en Primera División se limita a dieciséis temporadas, muy lejos de la suma de años (35, entre Segunda B, Tercera y Regional) que ha estado fuera de lo que hoy se considera fútbol profesional. La inestabilidad institucional y económica han sido sus principales señas de identidad durante muchas y variadas etapas y la calma que se vive en estos momentos ha sido una rareza muy poco común. Una tesitura que ha situado al club en no pocas ocasiones al borde de la desaparición -la última, muy reciente, tras el nefasto paso de Dmitry Piterman por Vitoria, aunque ya antes existieron otros dirigentes que endeudaron el club hasta límites insostenibles-, lo que contrasta con la estabilidad que vive en estos momentos y a la que espera dar continuidad.

La final de la Copa de la UEFA de 2001, la de la Copa del Rey de 2017 y los cinco ascensos a Primera División son los grandes hitos

El club llega a los cien años en un estado de salud excelente después de haber temido seriamente muchas veces por su supervivencia

Juan Arregui ha sido la figura más importante a nivel directivo, mientras que Mané es sin duda el mejor entrenador que ha habido

El centenario se celebra en Primera, una categoría en la que la entidad del Paseo de Cervantes ha estado dieciséis temporadas

Los vaivenes institucionales y económicos han sido una norma casi constante para un club más acostumbrado al sufrimiento que al disfrute