- Mientras aguarda noticias fehacientes con respecto a las opciones de retomar la competición futbolística que lleva ya más de un mes detenida por el coronavirus y va haciendo cuentas de lo que, en cada uno de los supuestos, va a suponer la pandemia para su economía, el Deportivo Alavés también mantiene su preocupación por otros aspectos estratégicos para el club que se han visto afectados de manera colateral por la expansión de la enfermedad y las severas medidas que se han adoptado para tratar de mitigar su crecimiento. Entre los planes de futuro en los que la entidad del Paseo de Cervantes lleva ya tiempo trabajando se encuentra la reforma y ampliación del estadio de Mendizorroza. Ya con un año de retraso con respecto a la idea original del club, que pasaba por iniciar las primeras obras el pasado verano, el plan indicaba que los meses estivales de 2020 sin competición iban a ser el punto de partida a los primeros trabajos necesarios para emprender después los pasos más importantes de acondicionamiento de la instalación. Unas previsiones que habrán de retrasarse otro año más, pues la coyuntura actual no invita al optimismo y parece del todo inviable que las obras puedan empezar dentro de unas pocas semanas, más aún cuando el Ayuntamiento de Vitoria anunció el viernes que no va a desembolsar la parte del dinero presupuestado para dicho fin en su actual presupuesto. Si la previsión inicial era tener completada la remodelación en 2022, los plazos se van estirando y en la tesitura actual tener el campo reformado y ampliado antes de 2024 parece casi imposible ante la actual situación de barbecho obligado en la que se encuentra el campo vitoriano.

Por una parte, el Alavés tiene todavía pendiente de suscribir con el Consistorio el nuevo régimen de uso de Mendizorroza, que el club pretende pase a ser una concesión demanial durante 75 años, lo que le permitiría disponer durante ese tiempo de la gestión exclusiva de la instalación como contrapartida a los 33 millones de euros que tiene previstos invertir en su reforma. En julio del pasado año se extinguió el convenio que se extendía hasta 2023 y se puso en marcha la maquinaria burocrática que debería desembocar en un concurso público con las nuevas condiciones de la concesión y abierto a todos los interesados.

Entonces, el equipo de gobierno dio luz verde para que en el verano de 2019 el Alavés comenzase con las obras estructurales que el estadio requiere en primera instancia para resolver sus deficiencias actuales en las gradas. Una opción que desde las oficinas del Paseo de Cervantes se descartó, a la espera de contar con la concesión definitiva. Y, tras muchas reuniones entre las partes durante los últimos meses, el compás de espera se mantiene sin que haya visos de resolución inmediata para ese requisito que los mandatarios albiazules consideran condición indispensable para comenzar con las reformas.

En estos momentos de crisis sanitaria, en el Ayuntamiento hay cuestiones más importantes que tratar que el concurso de Mendizorroza. Pero aunque se publicase en un espacio corto de tiempo el concurso público para la concesión demanial del estadio -una vez anunciado, el proceso se alargaría prácticamente durante un mes-, empezar con las obras este mismo verano es una cuestión casi imposible.

El argumento de mayor peso en estos momentos para un nuevo año de barbecho en la ampliación de Mendizorroza se encuentra en la propia competición deportiva. Y es que el espacio temporal determinado para las obras tiene que ir directamente asociado a aquellos meses que van desde el final de una temporada al inicio de la siguiente. Un período que en estos momentos ni siquiera se conoce si existirá o no. En la mejor tesitura global para el Alavés, el regreso a la competición en junio, se produciría prácticamente el encadenamiento del final del actual curso con el inicio del siguiente, por lo que acometer las primeras obras resultaría del todo inviable al restar todavía cinco partidos por disputarse en Vitoria.

El panorama quedaría despejado en el caso de que la actual campaña, en contra del deseo de la mayoría de los clubes, se cancelase definitivamente y la siguiente arrancara a mediados de agosto como viene siendo costumbre. El calendario quedaría libre para las máquinas, pero en dicha situación la economía del club se encontraría en una tesitura bastante delicada por los ingresos perdidos como para meterse en otro tipo de inversiones que en estos momentos no son de primera necesidad. El club prevé un desembolso propio de tres millones de euros y un crédito de otros treinta para completar su parte de la inversión. El problema que viene a emerger ahora es el de la parte correspondiente a las instituciones públicas, que asciende a 22 millones de euros. Dichos dineros que tienen que salir de las arcas de Ayuntamiento, Diputación Foral de Álava y Gobierno Vasco se contemplan ahora están lejos de ser ahora de primera necesidad con el desolador panorama que va a dejar la pandemia provocada por el coronavirus y los muchos frentes de urgencia a los que tendrán que hacer frente a las instituciones. De momento, el Consistorio gasteiztarra en boca de su alcalde, Gorka Urtaran, ya señaló el viernes que "la reforma de Mendizorroza tendrá que esperar a 2021; ahora no toca". Así, la silueta del estadio del Paseo de Cervantes e mantendrá invariable durante más tiempo. Al menos, otro año de barbecho.