Es lo que tiene seguir instalado en la zona Champions del campeonato. Que uno se puede presentar en casa del rival de turno, hacerlo cargado de bajas física y anímicas, firmar un partido áspero y sin apenas protagonismo ofensivo, aguantar el chaparrón local y así y todo, ser capaz al final del tiempo reglamentario de arrancar un valioso empate que, sea como fuere, sabe a gloria y le permite, en este caso al Deportivo Alavés, seguir instalado entre los más grandes de LaLiga con 32 puntos en el cierre de una primera vuelta histórica. Todo eso ocurrió ayer en Montilivi, el lugar donde todo empezó hace un año.
Fue un duelo cargado de necesidad para el conjunto local que el Alavés supo cocinar a su antojo como si esta suerte futbolística fuera una marca de la casa. Así y todo, jugó mal el Glorioso pero lo hizo de forma seria, ordenada y, también, mediatizado por la ausencia de esos dos puñales habituales en las bandas que eran Ibai Gómez -traspasado esta semana al Athletic- y Jony, lesionado para las próximas cinco semanas. Sin esa arma ofensiva, Abelardo tiró de Burgi y Sobrino, que en líneas generales, dieron un paso al frente a pesar de su falta de ritmo y cuajaron un partido aceptable, especialmente el extremeño en la segunda mitad. Precisamente fue en este periódo donde se pudo ver al Alavés más reconocible, ese equipo duro como el hormigón e incómodo hasta la deseperación al que resulta tan difícil tumbar y que con poco es capaz de asestar una puñalada a su rival. El Valencia lo comprobó la semana pasada en Vitoria y ayer le tocó el turno al Girona, que a pesar de adelantarse en el minuto 11 con gol de Stuani, tuvo que resignarse cuando Bastón, al poco de comenzar la segunda mitad, cazó un balón en el área pequeña para soltar un zarpazo de 9 puro con su pierna izquierda que permitió al Alavés firmar su enésima remontada de la temporada. Había advertido Eusebio Sacristán en la previa la tremenda capacidad competitiva de su rival y no se equivocó. Con cierta suerte esta vez, volvió a aguar la fiesta local el conjunto de Abelardo, que en un escenario para la historia reciente del club, cerró con 32 puntos su mejor primera vuelta jamás vista. Un hito sin precedentes al que, por si fuera poco, también se quiso sumar el meta Fernando Pacheco, ayer tan santo como de costumbre al protagonizar cinco intervenciones de gran mérito que evitaron que el cuadro grundense ampliara en determinadas fases del partido su marcador. La vida continúa igual por la campiña alavesa.