Vitoria - Consciente de lo mucho que ayer había en juego, el alavesismo volvió a estar a la altura para jugar su particular partido incluso muchos minutos antes del comienzo del duelo ante los pericos. Y es que un amplio grupo de los aficionados más animosos de la grada de Polideportivo se concentraron en las inmediaciones de Mendizorroza, concretamente en la rotonda del olivo, junto al bar Verode, para jalear al autobús del equipo antes de que éste enfilara el camino hacia el estadio. Una concentración espontánea firmada con la marca de la casa donde los nuevos en el vestuario albiazul, entre ellos Gianni De Biasi, volvieron a alucinar con el espectáculo de cánticos, sonidos y bengalas que a pesar de la lluvia inclemente que a esa hora caída sobre Vitoria, estaban presenciando desde sus cómodos asientos. “El Glorioso nunca se rinde” o “Vamos, vamos Glorioso” fueron conjugando una escena que si bien fuera de la provincia no se explicaría habida cuenta del papel de farolillo rojo que ahora mismo ocupa el Alavés, en el entorno albiazul se da por habitual dado el carácter guerrero e inconformista de una afición reacia a pesar de las circunstancias a dejar caer a su equipo a Segunda División.
Así que la temperatura comenzó a coger tono mucho antes de acceder al campo. Ayudaron, claro está, los katxis de cerveza y kalimotxo, que alimentaron las gargantas en una kalejira de apenas unos metros esta vez donde cualquier excusa era buena para contagiar de entusiasmo a los aficionados albiazules. Y así se llegó al filo del comienzo del partido. Lloviendo a mares sobre el césped, con las gradas mas repletas que nunca de gente joven y con las ganas de poder disfrutar, por fin, del primer triunfo como locales en la presente temporada. Todo preparado para una nueva tarde-noche de sufrimiento donde, esta vez, el guión escrito guardada un guiño al alavesismo. Apenas 45 segundos de partido, balón muerto a media altura en el área perica y un violento zarpazo con la pierna izquierda de Christian Santos que perforaba la red de Pau López. El gol más rápido de esta temporada y una tremenda explosión de júbilo en Mendizorroza, que hasta entonces había contado los partidos en casa por derrotas.
el espanyol, gran dominador Como estaba previsto, el Espanyol se adueñó pronto del balón y el ritmo pero la absurda expulsión de Hermoso hizo que el campo se viniera arriba cuando peor lo estaba pasando el Alavés. Esa acción dio al aire a un conjunto albiazul, que hacía ya bastantes minutos que solo se dedicaba a defender. Un riesgo mayúsculo que en jornadas anteriores le costó muy caro.
Con las mismas sensaciones y el mismo guión comenzó la segunda mitad. El Espanyol, con uno menos, dominando el balón y el Alavés, atrincherado atrás, esperando una salida a la contra. Los papeles al revés pero a estas alturas del curso, al menos para el cuadro local, todo vale si en la recompensa está el triunfo. Y así lo entendía la afición, que iba a lo suyo. Cantando sin parar, agitando sus banderas y rezando cada vez que el cuadro de Quique Sánchez Flores merodeaba por los aledaños de Pacheco, que ayer recobró su mejor versión. El técnico visitante y De Biasi movían sus banquillos pero el marcador no se alteraba. Un escenario bueno para el Alavés, incapaz durante gran parte de la segunda mitad de no mirar de reojo al marcador y a un minutero donde el tiempo parecía detenerse. Wakaso se mostraba incansable y Munir se pegaba con el mundo, mientras Alexis se reafirmaba en el lateral diestro y el novato Diéguez apenas acusaba su juventud. El Espanyol quemaba sus últimos cartuchos embotellando al Glorioso en su área mientras Mendizorrza se devoraba las uñas. Cuatro minutos aún de descuento para un escenario lleno de angustias, sufrimiento y tensión. Extrema hasta que al filo de las 20.15, González Fuertes decretó el final. Primer triunfo de la temporada en casa y primera alegría para todo el alavesismo, aunque ésta haya llegado once jornadas después. “Hemos jugado de pena y hemos tenido una suerte del copón, pero ganar así también me vale”, se felicitaba un joven.