Vitoria - En el plan de ruta de Josean Querejeta para el Deportivo Alavés, el crecimiento a futuro del club pasa por dos proyectos fundamentales en los que lleva trabajando desde que hace más de un año se consiguiese el ascenso a Primera División. Por una parte, la construcción de una nueva ciudad deportiva que estará situada en las actuales instalaciones municipales de Betoño; por el otro, la ampliación de Mendizorroza para superar los treinta mil asientos y su modernización para generar negocio. Dos planes de una ambición enorme y que también requieren de una financiación por parte de la entidad del Paseo de Cervantes muy considerable. Un esfuerzo económico que ya empieza a repercutir directamente en la cuenta de gastos del club y que es el factor fundamental para entender la razón que ha llevado al Alavés a no invertir más dinero en la confección de la nueva plantilla. Una apuesta de riesgo, que se puede compartir o no, y que será aplaudida si el equipo mantiene la categoría y recriminada si la temporada concluye con un descenso. Porque en todo este plan de futuro, el único punto ineludible es conservar la categoría y seguir ingresando importantes cantidades a través de los derechos televisivos.

En el seno del Alavés se tiene claro que al club le vienen por delante unos años complejos cuando le toque acudir al mercado. Es cierto que la entidad del Paseo de Cervantes cuenta con un presupuesto importante, pero todos los equipos que entran en el lote de los denominados modestos tienen un poder adquisitivo similar. Algunos optan por poner todo ese músculo económico sobre el césped en forma de jugadores, mientras que el camino elegido por otros como El Glorioso es ir destinando anualmente una importante partida -esta temporada podría estar entre los diez y los quince millones de euros- para ir materializando infraestructuras y otros proyectos -en este caso, el acuerdo con el Rudes croata entra dentro de esa política expansiva- que permitan que en el futuro los ingresos se incrementen todavía más y sacar ventaja a esas otras plazas en las que solo se está pensando en el momento presente.

Con esta clara idea desde la cúpula mandataria, la dirección deportiva ha tenido un mercado muy complicado en el que casi cada euro se ha medido al máximo. Partiendo de la base de que el Alavés no es un equipo que encabece las listas de prioridades de ningún futbolista y de que tampoco cuenta con una capacidad económica extraordinaria, Sergio Fernández ha manejado a lo largo de los últimos meses muchos nombres de calidad y varios de reconocido prestigio. Algunos como los de Bojan Krkic o Munir El Haddadi se han acabado materializando prácticamente sobre la campana, pero la mayoría se quedaron en negociaciones frustradas, principalmente, por no poder alcanzar las exigencias monetarias requeridas.

Cifras de locura El mercado recién cerrado ha sido el de mayor locura que se recuerda. El creciente potencial económico de los clubes ingleses, la irrupción en tromba del Paris Saint-Germain o la recuperación de los italianos tras años de crisis ha propiciado un alza en los precios brutal. Sueldos que hace unos meses se consideraban desorbitados para un club como el Alavés podrían parecer ahora incluso bajos -pagar cifras por debajo de seis ceros se ha vuelto casi imposible-, las exigencias por los traspasos se han incrementado considerablemente y la moda veraniega en esta ocasión -la de 2016 fue la cláusula con obligación de compra- ha sido reclamar compensaciones millonarias por unas cesiones en las que antaño solo se negociaba qué cantidad del salario del jugador abonaba cada club.

Con estos condicionantes propios y ajenos, la entidad del Paseo de Cervantes se encontró a mediados del pasado mes de agosto con una decisión que es clave para entender el tramo final del mercado. Sergio Fernández contaba con la llegada fija de Achraf Hakimi para el lateral derecho y también se daba por bastante posible el desembarco de Borja Mayoral como delantero centro. Pero Zinedine Zidane decidió que los dos jóvenes jugadores continuasen a sus órdenes en el Real Madrid y dejó al director deportivo albiazul sin dos futbolistas de enorme potencial que estaban llamados a ser titulares y, por si fuera poco, a costa de un desembolso económico bajo en la relación calidad-precio.

No poder contar con Achraf y Mayoral supuso un torpedo a la línea de flotación del cierre del nuevo proyecto. Quedaban cuatro puestos fundamentales por cubrir, pero con un remanente económico insuficiente como para hacer frente a cuatro contrataciones de calidad y llamadas a marcar diferencias. De ahí, la decisión final de prescindir de un segundo lateral derecho y dejar esa demarcación solo con una pieza específica.

Fallan las salidas Otro aspecto reseñable es que el Alavés no ha conseguido una cantidad de ingresos extraordinarios por traspasos -en torno a seis millones de euros por las salidas de Edgar Méndez y Zou Feddal- que le hubiese permitido un margen de maniobrabilidad mayor en el mercado. En este sentido, dentro del club existe la idea clara que el próximo verano hay que tratar de conseguir al menos una transacción millonaria -la lesión de Víctor Laguardia frustró esa opción este verano y la figura en la mente de todos es la de Fernando Pacheco- que permita contar con un remanente extraordinario tanto para la plantilla como para los proyectos estructurales de la entidad.

Se ha recaudado poco dinero porque los jugadores que más brillaron no eran propiedad alavesista, mientras que en el otro lado de la balanza no se ha podido dar salida a futbolistas que supusieron apuestas económicas muy importantes y que rindieron por debajo de lo esperado. La mayoría siguen en la plantilla, consumiendo en sueldos cifras muy relevantes y que han sido otro problema añadido en este complejo mercado.