Madrid ? Y la magia mató la esperanza albiazul. Dos chispazos en apenas tres minutos al final de la primera parte fueron suficientes para dinamitar un sueño que saltó por los aires y envió al Glorioso a la lona por KO. Trataría de levantarse después el equipo, en una segunda mitad a la heroica, con más corazón que cabeza, pero la losa de dos goles en contra y, sobre todo, el tremendo desgaste físico de todos los jugadores, terminaron por confirmar un imposible que el Alavés tuvo a tiro... Faltaron conceptos básicos en la lectura del juego y sobró ilusión, toneladas de ilusión, que el equipo y a la afición derrocharon en el Calderón. Pero no pudo ser. Al igual que ocurriera hace 16 años en Dortmund, en aquella otra final de infausto recuerdo para el alavesismo, la derrota volvió a martillear el vestuario albiazul no si cabe con tanta crudeza como entonces pero sí con la sensación de haber despejado una oportunidad histórica. pellegrino y los detalles No se cansó Mauricio Pellegrino de repetir en los días previos a la final que en encuentros de tanta enjundia, el resultado era una cuestión de detalles. De una finta mal tirada o un pase mal ejecutado. Un solo detalle para echar por tierra el trabajo realizado a lo largo de toda una temporada y enviar a la lona de un certero golpe al adversario. Y acertó. Vaya que sí acertó. Dos chispazos de Messi y Neymar en los minutos 45 y 48 de esa fatídica primera parte, con entonces un esperanzador empate a uno en el marcador, dinamitaron al Alavés y al alavesismo, que quedaron groggy hasta que Clos Gómez mandó a los dos equipos al vestuario. Dos detalles de calidad del genio de Rosario que ayer volvió a jugar a medio gas y así y todo volvió a desnivelar la balanza. Como tantas otras veces....En ese contexto arrancó la segunda mitad, con un Alavés tocado pero no hundido. Se dio prisa en saltar al césped, volvió a conjurarse en torno a una piña en el centro del campo y aguardó la salida del Barça como un león enjaulado. Y amagó con varios zarpazos y un gol anulado por fuera de juego de Deyverson, pero a esas alturas del partido la superioridad técnica en el juego de posesión del conjunto azulgrana era ya una carga demasiado grande para pensar en una gesta imposible. Movió Pellegrino el banquillo como último recurso y dio entrada a Camarasa, Sobrino y Romero, pero la balanza ya había caído del lado culé, que con tan poco ayer firmó su trofeo número 29. Sugirió en los días previos Mauricio Pellegrino “bailar” si había baile, y así lo interpretaron sus muchachos, desplomados de dolor al final de un partido extraño donde rozaron con los dedos el sabor de la inmort