Vitoria - Señalaba recientemente Zinedine Zidane en una comparecencia pública que a Cristiano Ronaldo “o se le quiere o se le odia”. Con jugadores de este perfil no existe, y además es imposible, el término medio para contentar a unos y a otros, que le defienden y atacan con similar fervor. A una escala más doméstica y en una esfera como la de Vitoria, algo similar podría decirse que ocurre con Deyverson Silva, el espigado brasileño del Alavés que, al igual que CR7, cuenta en el terreno de juego con tantos enemigos como rivales a los que se enfrenta, ya que en la grada no es tanto el recelo que provoca como sí ocurre con el portugués. Es más, hay veces que hasta todo lo contrario porque en alguna ocasión como ya ocurrió en el partido de vuelta de semifinales en Mendizorroza ante el Celta, Deyverson fue capaz de abrazarse al final del partido con la hinchada celeste tras quedar eliminados del torneo del KO. Aquella imagen del brasileño fundiéndose en un emotivo abrazo con ese grupo de aficionados desplazados hasta Vitoria daría horas después la vuelta al mundo.

la ‘deyversión’ Pero así es Deyverson y así es su particular show, la Deyversión, que encandila y hasta enorgullece a la afición albiazul pero que termina crispando al visitante de turno, como ocurrió el pasado domingo ante el Athletic en un derbi que tuvo todos los ingredientes para que saltaran las chispas necesarias y el espectáculo estuviese a la altura. Según ha podido saber este periódico, el otro fútbol que el punta brasileño desplegó durante gran parte del partido terminó por desquiciar a leones como Laporte, Williams, Balenciaga o Raúl García, que mantuvieron continuos piques y afrentas con el delantero que rozaron en algún momento la expulsión. Sin embargo, y de manera sorprendente, el domingo ni Alavés ni Athletic terminaron el partido con uno menos, y eso que motivos, como se decía, tuvo más que de sobra el colegiado Martínez Munuera.

Por eso al término del encuentro fue cuando muchos de los pupilos de Ernesto Valverde estallaron contra la reiteración de supuestas “malas artes” de Deyverson, al que airadamente calificaron en la zona de vestuarios como un “bufón” y al que afearon su conducta, especialmente en la segunda mitad, cuando se produjeron algunos de los episodios más polémicos del derbi como un pisotón del brasileño en el área del Athletic a Raúl García o una supuesta agresión en la tangana posterior que se montó en el centro del campo y que terminó con Deyverson por el suelo. “¡Es bueno, no digo que no, pero es un bufón, un bufón!”, denunciaba de manera airada un jugador del Athletic a un colega del Alavés antes de entrar al vestuario.

un estilo a diego costa Ajeno a esa conversación y jubiloso como pocos al final del partido tras los puntos conseguidos, Deyverson continuaba en ese momento sobre el césped con su particular show, levantando con brío los brazos a la altura del banquillo del Athletic -algo que no sentó nada bien ni a los jugadores ni al cuerpo técnico- para festejar con la Tribuna Principal y caminando después en solitario hacia el fondo de Polideportivo para rendir pleitesía ante la grada de animación, a la que en varias ocasiones aplaudió e hizo la ola antes de enfilar el camino a la ducha no sin antes seguir celebrando la victoria por todo lo alto. Una forma de ser demasiado caliente para según qué rivales pero respetable y provechosa por descontado para el Alavés, que defiende a su jugador por encima de todo. No en vano, la capacidad de sufrimiento y el desgaste físico que acumula el brasileño al final de cada partido no solo resultan innegociables sino que le convierten en un fijo en los esquemas de Pellegrino. Y por esa actitud y entrega se entienden muchas de las cosas buenas que le están ocurriendo este año al Glorioso. Lo que ocurre es que el carioca muchas veces es devorado por su propio personaje. Ese que unas veces escupe a Godín (Atlético) por la espalda y otras reparte de forma irónica besos a rivales como Williams o Laporte (Athletic). O se le quiera o se le ama. No hay término medio con este 9 que, en cierto modo, se parece a su compatriota Diego Costa, otro guerrero que más allá de la fama del fútbol carioca por el trato exquisito del balón, ha preferido labrarse un porvenir a golpe de músculo y pelea. El mismo camino que parece haber asumido Dey.