vitoria - Cada vez que el Alavés se gana en los terrenos de juego el derecho a seguir soñando con objetivos ilusionantes, sus aficionados, contagiados por esa misma ola de optimismo, se ven abocados en cambio a tener que sufrir en sus propias carnes el hastío, la vergüenza y el cabreo de unas interminables colas que ya en su día el club se comprometió a erradicar por el bien de todos. En el día de ayer, con el inicio de la venta de entradas para la final de la Copa entre el grupo de accionistas, las carencias del club en este sentido volvieron a salir a relucir. Y con ellas, el monumental cabreo que una parte de los aficionados descargaron ante la opinión pública. “Esto es otra vergüenza más, parece que estamos comprando entradas en Angola”, lamentaba con amargor un joven que había llegado a la cola a las ocho de la mañana y había conseguido su botín cinco horas después. Otro compañero de espera, viendo los cuatro terminales que el club instaló para atender a los aficionados, criticaba la falta de previsión del Alavés ante una avalancha “que se veía venir”, mientras que para otro accionista la falta de experiencia del club en este tipo de acontecimientos fue la causante de los primeros problemas. Por si fuera poco, el sistema informático dispuesto para la venta on line de entradas, elegido por un buen número de aficionados, no funcionó a lo largo del día, por lo que todos aquellos que esperaban poder reservar su entrada y su sector se quedaron sin poder hacerlo hasta que a las 19.00 horas, es decir, diez horas después, el club anunció que la avería, ajena a su voluntad, según dijo, había quedado solventada. Para entondes, en cambio, los ánimos ya estaban crispados y las redes sociales echaban humo cargando contra el club por un “chapuza tercermundista que se conocía desde hace dos meses”, como reconoció un comentario en Twitter. Al menos los más madrugadores, los que aterrizaron por Mendizorroza a las seis de la mañana, sí obtuvieron su recompensa sin mayores problemas. Uno de los primeros fue Angel Busteros, un clásico del fútbol base alavés, que pasadas las nueve de la mañana abandonaba con una sonrisa eterna la tienda oficial con sus cinco entradas en la mano. En los próximos días se espera que se repitan las colas e incluso que sean mayores puesto que entre mañana y el viernes están citados 3.000 aficionados más.