vITIORIA - La suerte está echada, pero esta vez existe un pálpito generalizado de que algo bueno va a suceder. Aunque suena a tópico, el fútbol le debe una alegría al Deportivo Alavés desde que aquel 16 de mayo de 2001 un desgraciago gol en propio meta de Delfi Geli envió a los infiernos los sueños de miles de alavesistas. Los desplazados hasta Dormund y los que se quedaron en Vitoria. Desde entonces, hace ya 16 años, el alavesismo ha fraguado a fuego lento la revancha no sin problemas, angustias, directivos innombrables y alguna que otra alegría para el cuerpo. Las más sonadas, un par de ascensos hasta alcanzar la gloria de la Primera División por obra y gracia de Natxo González y Pepe Bordalás. También hoy se vestirán de corto desde Reus y Getafe, al igual que Mané o Pepe Mel, que se quedaron en su día a las puertas de la gran final, o jugadores como Pablo, Karmona, Begoña o Téllez, a los que solo la mala suerte les privó de una oportunidad histórica. Y por su puesto se enfundarán la camisola albiazul los casi 20.000 aficionados que esta noche poblarán las gradas de Mendi hermanados para la causa y convencidos de que el pase a la final del 27 de mayo, esta vez sí, es posible. De conseguirlo, el desembarco posterior a Madrid, sede de la final, se antojaría histórico. Y de él querrían formar parte todos los integrantes que conforman este reportaje, desde los runners de El Prado hasta las peluqueras de María Abad, pasando por comercios como la joyería Duagas o el New Coffe, los bares Leniz y el mítico Guaranís, o el equipazo del Mercadillo La Florida que capitanean Maribel y Sabin Gorriti.