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1-0, minuto 21: Prieto. Balón rechazado que Carlos Martínez le gana en el flanco diestro a Katai para poner un centro que cabecea Prieto adelantándose a Feddal por encima de Pacheco.

2-0, minuto 57: Willian José. Navas gana un rechace, mete el balón al área y el brasileño gana la partida a Feddal con un sensacional control y bate a Pacheco en su salida de vaselina. 3-0, minuto 87: Vela. Rápida contra realista, Oyarzabal centro pasado desde la izuqierda y Vela es más rápido que Feddal para embocar el balón.

Amonestó a Feddal (minuto 21), Carlos Martínez (minuto 33), Deyverson (minuto 37), Yuri (minuto 39), Willian José (minuto 43), Katai (minuto 45), Santos (minuto 54) y Edgar (minuto 89). Amarilla al entrenador del Alavés, Mauricio Pellegrino, en el minuto 79.

Donostia - Se congratulaba, y con razón, Mauricio Pellegrino en la previa del derbi de que su Deportivo Alavés se había mostrado competitivo más allá del resultado en sus ocho comparecencias ligueras. Un equipo sólido, luchador, bien organizado, gremial en el esfuerzo y con capacidad para generar problemas a los rivales y agarrarse a unos partidos que siempre convertía en muy cerrados, consiguiendo que la teórica desventaja en el potencial ante plantillas poderosísimas no se reflejase sobre el césped. Una identidad muy marcada. Un rival de esos a los que nadie quiere enfrentarse. Todo ese se vino abajo ayer escandalosamente en Anoeta, donde El Glorioso se olvidó de su sello y echó por tierra sus opciones por renegar de ellas. Es triste decirlo, pero ni siquiera compitió. Y eso es algo que el Alavés no puede permitirse.

Dispuso Pellegrino el once trabajado durante la semana, con las novedades de Raúl García en sustitución del sancionado Theo y el regreso de Torres por Manu García. El argentino apostó por la presión adelantada para tratar de generar nerviosismo en una Real Sociedad que llevaba toda la semana rumiando la derrota en San Mamés por culpa de los fallos en la salida desde atrás. Eso sí, una cosa es la intención y otra bien distinta la realidad. Una jugada, la primera, le duró a los albiazules la presión en largo. El dominio absolutista de los de Eusebio obligó a replegar velas para pertrecharse en torno al área. Y, de nuevo, los problemas a la hora de dar un buen primer pase propiciaron que el acogotamiento fuese constante.

La primera estirada vitoriana llegó a balón parado, con una falta desde la frontal de Raúl García que Edgar cabeceó demasiado mansa cuando un buen puñado de visitantes les habían ganado la espalda a los defensores locales. Acto seguido, Navas dio la réplica en un saque de esquina.

Ese amago de estirar el cuelo por parte de los de Pellegrino fue un efímero oasis en medio del desierto. Los donostiarras mimaban el balón hasta que se les nublaban las ideas al internarse en el área, mientras que el apagón de los hombres vestidos ayer de rosa aparecía en cuanto contactaban con el esférico. Como si provocase descargas eléctricas, se lo quitaban de encima siempre de la peor manera posible. Y, así, regresaba de inmediato finamente conducido por los locales, a los que solo por insistencia más tarde que pronto les tenía que visitar la lucidez.

tragedia cantada En uno de los innumerables balones que la zaga albiazul no fue capaz de alejar de su área, Carlos Martínez le ganó a Katai un despeje en el borde derecho del área y apareció en el primer palo Prieto para, adelantándose a Feddal, conectar un cabezazo cruzado que superaba por alto a Pacheco a los 21 minutos. Nada que no se viniese anunciando: la tragedia estaba cantada.

Ni el sopapo sirvió para despertar. Se había llegado muy tarde al derbi, pero tiempo había de sobra por delante. El único aviso fue una de esas acciones ya repetidas en ejecución y, tristemente, en desenlace. Funcionó de nuevo la conexión entre Camarasa y Edgar, pero el canario falló otra vez en el mano a mano -Con Deyverson solo a su izquierda, para repetir el guión de Sevilla y Málaga- y el valenciano tampoco fue capaz de embocar tras el rechace de Rulli.

Otra vez pudo haber marcado el Alavés con muy poco, pero la ocasión se fue por el sumidero. Y ya van demasiadas iguales esta temporada para un equipo al que no le sobran los goles y que se fue al descanso consciente de que mucho tenía que mejorar para poder puntuar.

De esa necesidad se percató Pellegrino, que dejó en el vestuario tras el descanso a Torres para dar entrada a Santos y dibujar un 4-4-2 con movimiento de todas las piezas de su vanguardia. Camarasa se fue al centro del campo; Deyverson, a la derecha; Edgar, a la izquierda; mientras que Katai se convirtió en el acompañante arriba del venezolano. Cambio sobre el papel que no tuvo consecuencia alguna en la realidad, ya que fueron los de Eusebio los que siguieron dominando. Y, para colmo, se lesionó Laguardia, sostén de una defensa que a los pocos segundos hizo aguas de nuevo, con Feddal otra vez retratado, para que Willian José marcase el segundo tras un sensacional control y una precisa vaselina. El amor propio lo puso Femenía, el único con orgullo para buscar meter miedo a una Real que aún lograría el tercero por mediación de Vela en la tarde en la que el Alavés perdió su identidad.

El alicantino salió justo antes de que la Real Sociedad consiguiese el 2-0 y fue el único alavesista que durante todo el partido tuvo la convicción de buscar el ataque con ímpetu.

Nefasto. El Alavés protagonizó ayer, y de largo, el peor partido en lo que va de curso. No fue capaz de defenderse con orden ni de inquietar a un rival que jugó a placer desde el primer minuto hasta el último. Excesivamente replegado en torno al área, sin capacidad para sacar el balón jugado y, ya por debajo en el marcador, sin los recursos necesarios para buscar alguna ocasión en la ofensiva.

En los tres goles, su par le ganó la posición para conseguir una ventaja y marcar. Blando a la hora de ganar el espacio y con serios problemas en la marca. Muy mal.

Desastroso arranque. El Alavés protagonizó un arranque de derbi nefasto, completamente dominado por una Real Sociedad que metió a los albiazules en su área y que se aprovechó de los constantes fallos visitantes en la salida de balón para rondar permanentemente zonas de peligro. Tanta amenaza acabó resultado fatal a los 21 minutos, cuando Prieto abrió el marcador con un cabezazo.

De mal en peor. Pellegrino buscó variantes en el descanso con la entrada de Santos y un 4-4-2, pero el equipo no reaccionó y tras encajar el 2-0 se descompuso por completo. La goleada bien pudo se de escándalo, ya que no hubo ni amor propio para buscar meter en apuros al rival.