Vitoria - Desde su llegada al Deportivo Alavés, una de las manifestaciones recurrentes de Josean Querejeta es la necesidad de potenciar la cantera. Uno de los aspectos que el mandatario considera fundamentales es el referido a las infraestructuras, en forma de una ciudad deportiva mejorada y una residencia para jóvenes talentos. Pero, además de elementos físicos, también es necesario contar con capital humano para desarrollar el proyecto y que se trabaje de forma exhaustiva con los equipos de base. Y, en pos de esa reforma y mejora, Querejeta ha puesto sus ojos en el Villarreal, club de referencia en el trabajo con el fútbol base, tanto en organización como en infraestructuras. Un espejo en el reflejarse.
El Submarino amarillo es el sueño hecho realidad de Fernando Roig. Un sueño a base de pasión, confianza y mucho dinero. En 1997, compró el club por 90 millones de pesetas e incalculables son los millones de euros que ha invertido en su constante mejora, sobre todo centrada en la cantera. Dos ciudades deportivas, una residencia para los jóvenes, un equipo técnico y de entrenadores enorme y también una metodología de trabajo idéntica para todos los equipos, que entrenan igual sean de la categoría que sean siguiendo una línea que se mantiene hasta el primer equipo y que es reconocible desde hace años.
Uno de los encargados de poner en marcha todo ese entramado fue Juan Carlos Garrido, quien durante casi una década fue director de la escuela del Villarreal hasta llegar al banquillo del primer equipo. El valenciano fue uno de los hombres de confianza de Fernando Roig en la etapa en la que se sentaron las bases de la cantera y se recogieron los primeros frutos.
“Cuando llegué, el Villarreal tenía El Madrigal, y no como está ahora, y poco más. La idea de la propiedad de invertir con el objetivo de profesionalizar el club era muy clara, dotándolo de instalaciones y profesionales. Primero se alquilaron pisos en el pueblo para los chavales y, poco a poco, se fue creciendo con la ciudad deportiva, la residencia y constantes mejoras que ahora han llevado a la construcción de una segunda ciudad deportiva. Pero no solo se invirtió en instalaciones, también en profesionales con dedicación plena que, siempre con la confianza del presidente, fuimos desarrollando nuestras ideas y creamos un estilo de juego y de entrenamientos”, rememora Garrido.
El técnico recuerda ahora una etapa de “mucho trabajo” con jornadas laborales “de mínimo doce horas” y de la que destaca su colaboración directa con Paquito -durante tres etapas entrenador del primer equipo y hombre de club, José Ramón Villalba -coordinador de la residencia-, y técnicos como el ya fallecido Alejandro López Ufarte y Jero López. “Todos juntos formamos un grupo que propició el crecimiento de la escuela desde sus orígenes, confiaron en nosotros y nos dieron responsabilidad para crear una escuela que es ejemplar”.
Villarreal apenas supera los 50.000 habitantes y ni siquiera es la cabecera de una provincia como Castellón que roza los 600.000 y que está enclavada entre focos tan poderosos como Barcelona y Valencia. Y, pese a ello, es un referente en el trabajo de cantera.
“Para que esto funcione, tiene que haber alguien detrás que invierta. Nosotros podíamos dar ideas, pero la base principal era la apuesta del presidente por el proyecto del club, que se ha mantenido en el tiempo independientemente de los resultados deportivos”, reitera el técnico.
Esa apuesta se concreta en unas instalaciones magníficas. Dos ciudades deportivas y una residencia que es tomada como referencia en todo el mundo. La ciudad deportiva original cuenta con 70.000 metros cuadrados de superficie, con cinco campos de césped artificial, tres de césped natural, una zona multiusos, además de la residencia y otro edificio destinado a las oficinas del club. A esta instalación se le unió en 2015 la ciudad deportiva Pamesa Cerámica, de 40.000 metros cuadrados, con cuatro campos y un edificio de última tecnología.
“Son instalaciones sencillas y funcionales, sin adornos ni lujos innecesarios, pero siempre en constante evolución y mejora. Cada vez se añadía algo más: un campo, un gimnasio, un aparato... El presidente es una persona abierta a estas inversiones porque le da mucha importancia a las buenas instalaciones”, detalla Garrido.
la residencia, una joya La residencia es la gran joya de la corona del Villarreal. Un edificio en crecimiento, que ya cuenta con tres plantas y en la que viven cerca de un centenar de chavales procedentes de toda España y también del extranjero. Cuando los chavales se asoman por la ventana ven los entrenamientos del primer equipo. Por el otro lado del edificio, a cinco minutos tienen el instituto Miralcamp.
En una planta viven los más jóvenes que conforman los grupos alevín, infantil y cadete, mientras que en la superior están los juveniles y los coordinadores y educadores especializados que les guían en sus estudios y formación. Además de habitaciones -hasta para cuatro personas en el caso de los más pequeños y dobles para los mayores-, la instalación cuenta con salas de vídeo, de juegos, de estudio, biblioteca y ordenadores, además de gimnasio, sala de recuperación, de musculación, hidromasaje, servicios médicos, cocina o vestuarios profesionales.
“Con la residencia conseguimos que los chavales saliesen por una puerta a entrenar y por la otra al colegio. Así tienen facilidades para estudiar y para el fútbol”, explica Garrido. Pero, por encima de lo material, el técnico concede una especial relevancia a lo humano. Apuesta por las instalaciones, pero sin olvidar a los profesionales que les dan contenido.
“Lo más importante era que los chavales se sintiesen como en casa, que haya gente que les ayude en los académico y en lo deportivo. Mucha gente no se da cuenta, pero para niños de 12, 13 o 14 años no es sencillo vivir en una residencia sin su familia. Es difícil, sobre todo al principio. Ahora podemos leer el libro de Iniesta, que habla de sus inicios en La Masia y lo duros que fueron. A mucha gente esos relatos les sorprenden, pero los que estábamos ahí lo sabíamos y tratábamos de facilitarles la integración. José Ramón Villalba, que era el tutor, era muy cercano a los chavales y estaba siempre muy pendiente de sus termas personales, muy centrado en sus vidas al margen del fútbol”, evoca.
Y es que la profesionalización es otra de las claves que destapa Garrido. Mucho personal dedicado en exclusiva al club: “En otros sitios los entrenadores van solo por las tardes porque por la mañana tienen que trabajar, pero allí es una dedicación exclusiva y así estábamos todo el día volcados en la escuela. El trabajo de los entrenadores es ser entrenadores y eso propicia una dedicación plena”.
Con instalaciones y profesionales, la tercera pata es una idea de fútbol que es la columna vertebral del club y de la que Garrido fue el principal responsable. El estilo del Villarreal es la consecuencia del trabajo en esa misma línea desde la base, distinto a otros clubes en los que los entrenadores de cantera imponen cada uno su idea en su equipo. Todos tienen la misma metodología de trabajo, la misma estructura en los entrenamientos y persiguen el mismo objetivo, por lo que todos juegan igual.
“Como director de la escuela, se me pidió crear un estilo de juego y de entrenamientos y ahí fue muy importante Paquito, que dirigía al primer equipo. Dimos mucha importancia a que todos los equipos de la escuela tuviesen el mismo estilo de juego y la misma dinámica de entrenamientos. Fue difícil al principio, ya que tuvimos que buscar entrenadores que se pudiesen adaptar a lo que queríamos, pero ahora es una referencia”, concluye Garrido el análisis del modelo a imitar que es el Villarreal.