Vitoria - El Deportivo Alavés sacó ayer a relucir de nuevo el mal que le aqueja durante el último tramo de competición y que le está impidiendo levantar el vuelo glorioso de nuevo. Su ineficacia ofensiva alcanzó cotas máximas ante un Zaragoza que jugó en inferioridad numérica durante toda la segunda parte tras la expulsión de Culio justo antes del descanso. El ejercicio de asedio no condujo al derribo. Y seguramente si en estos momentos el partido se siguiese disputando, el cero en el casillero vitoriano seguiría vigente. Poco se le puede achacar al colectivo en cuanto a entrega, trabajo, sacrificio y empuje, pero las ideas se nublan en el área. Y un gran trabajo como el de ayer se quedó sin la merecida recompensa por la nulidad de un ataque que sigue desmoronándose a pasos agigantados.

De nuevo la obligación condujo a Bordalás a remover ampliamente su once inicial. En esta ocasión, la baja de Pelegrín fue cubierta por Boda; el hueco de Mora lo tapó Borda; mientras que Laguardia, Dani Pacheco y Toquero recuperaron su condición de titulares en detrimento de Einar, Abalo y Guichón. Prácticamente la mitad del once diferente con respecto a Leganés y también la idea táctica al recuperar el delantero centro.

En su puesta en escena, recuperó el Alavés su presión avanzada a la salida del balón del rival, buscando de nuevo la recuperación en zonas adelantadas o forzar el error del Zaragoza. Y de esa pelea incansable empezaron a brotar las primeras aproximaciones de peligro. Impetuoso como en sus mejores días, el cuadro albiazul acogotó a los maños, muy incómodos ante esa presión y un fútbol vertical que en esta ocasión sí que buscó la portería.

El paso de los minutos y la pérdida de gas le dio aire al equipo de Carreras, que se quitó de encima la presión agobiante y pudo disfrutar con el balón. Ahí salió a relucir el diferencial técnico entre uno y otro contendiente. La capacidad para dar un pase determinante y resolver una jugada en dos toques del Zaragoza ante un Alavés todo pundonor que todo lo que consigue lo hace a base de trabajo y empujar hasta dejarse el alma.

Rebasada la media hora, Pacheco hubo de aparecer de nuevo determinante. En esta ocasión fue Ángel la víctima de la templanza del guardameta para aguantar en el mano a mano sin irse al suelo y así consiguió desbaratar la ocasión del canario desviando el remate con el muslo.

Pasado el momento de apuro, antes del descanso llegó el segundo arreón vitoriano. Un nuevo arranque de raza para apretar en la presión, recuperar balones y salir en velocidad. El premio no fue el gol, pero al menos consiguió el Alavés forzar la expulsión de Culio en el minuto 44 -Manu García fue protagonista en las dos amarillas- para encarar la segunda parte con superioridad numérica el segundo acto.

Al regreso de los vestuarios, El Glorioso convirtió el partido en un ejercicio de asedio a un Zaragoza que plantó dos líneas de cuatro y dejó arriba solo a Ángel. Como en una partida de ajedrez, los albiazules buscaban el jaque movimiento a movimiento, mientras que los ayer rojos trataban de zafarse del agobio.

Pero el Alavés se chocó contra su incapacidad de variar el discurso ofensivo, a lo que tampoco ayudaba el estado de un césped impracticable en muchas zonas. Sin capacidad para romper en el uno contra uno, sus acometidas por las bandas no generaban ventaja alguna. Basta decir que la ocasión más clara en ese primer tramo del segundo acto, jugando contra diez, llegó a la contra y Toquero no fue capaz de aprovechar la buena situación en la que le dejó Dani Pacheco.

Consiguió activarse ayer el malagueño y entonces Bordalás varió el discurso con las incorporaciones de Llamas y Barreiro. Se comenzó a conectar por dentro, las llegadas de Raúl García aportaron también sensación de peligro, pero el equipo seguía sin encontrar remates claros al tiempo que el cronómetro iba agotando las opciones. Un disparo de Estrada que se fue rozando el palo supuso el canto del cisne de un equipo castigado de nuevo por su ineficacia ofensiva y que dejó escapar, con toda la segunda parte en superioridad, una oportunidad de oro de marcar diferencias en la zona alta.

Falta el gol. El Alavés ofreció ayer una muy buena versión de inicio, arrollando al Zaragoza a base de presión y generando muchas llegadas. Tras decaer unos minutos, también fue superior en el cierre de la primera parte, cuando forzó la expulsión de Culio. A partir de ahí, el segundo acto fue un ejercicio de acoso sin eficiencia y la mejor ocasión ante diez llegó a la contra. Inexplicable la salida de Pacheco.

Tras unos cuantos partidos en un tono menor, el malagueño fue ayer el motor ofensivo y de sus pies partieron las mejores ocasiones y unos cuantos disparos. Inexplicable su cambio.

Todo lo contrario que su compañero en el extremo izquierdo, desatinado y errático en sus decisiones, se mostró incapaz de aprovechar varias situaciones de clara ventaja.

Expulsó por doble cartulina amarilla a Culio (minutos 10 y 44). Amonestó a Toquero (minuto 25), Estrada (minuto 29), Hinestroza (minuto 48), Cabrera (minuto 63), Raúl García (minuto 65), Borda (minuto 69), Lanza (minuto 73), Ros (minuto 74), Manu García (minuto 77), Ángel (minuto 83) y Morán (minuto 93).