Vitoria - Alberto le ha imprimido al Deportivo Alavés un sello de identidad que le hace inconfundible en Mendizorroza y en el partido que suponía el cierre de curso en el estadio del Paseo de Cervantes, a pesar de los múltiples cambios, el equipo albiazul no renunció a seguir fiel a su estilo. Rápida circulación de balón, presión muy adelantada, constante búsqueda de las bandas y una permanente presencia en el área rival. Un estilo muy vistoso de cara al espectador y que ha sido bastante efectivo a lo largo de la segunda vuelta. Siempre, eso sí, que el fútbol ha venido acompañado de acierto. Dos cuestiones que habitualmente no han caminado de la mano y que se volvieron a distanciar ayer de manera alarmante exhibiendo El Glorioso de nuevo el que ha sido uno de los mayores males que ha sufrido a lo largo del curso.

Ayer, el cuadro albiazul se quedó sin marcar por tercer partido consecutivo. Pero no fue por no intentarlo o no disfrutar de múltiples oportunidades. Ni mucho menos. La falta de acierto en el remate echó por tierra lo que bien pudo haber sido una goleada escandalosa cuando el partido ni siquiera había apurado su primera parte. Por la izquierda, por la derecha, por el centro... Una clarividencia y superioridad absolutas hasta entrar en el área y tener que afrontar la definición.

El Alavés ha arrastrado serios problemas en el área durante todo el curso y su cifra goleadora está muy lejos de lo que ha merecido. Por culpa, sobre todo, de tardes aciagas como la de ayer. La acumulación de claras ocasiones ante Javi Varas se convirtió en una auténtica catarata que solo en cancerbero pucelano fue capaz de atajar. Una y otra y otra. Pero nada. Increíble si no se hubiese repetido ya en demasiadas ocasiones con anterioridad.

Pese a que ayer no había ya nada en juego, la derrota sirvió para corroborar la importancia de cara al próximo curso de mejorar de manera notable el rendimiento en las áreas para optar al ascenso.