Vitoria - No hay tiempo para detenerse a degustar una victoria del caché de la que protagonizó el sábado el Deportivo Alavés. El calendario indica que esta semana no hay margen para el descanso. Ni siquiera para lavar el mono de trabajo y tenderlo a secar. El ritmo de la competición no se detiene para el cuadro albiazul por mor de ese partido aplazado contra Osasuna a principios de febrero que ahora toca recuperar entre semana. Eso sí, lo hace el equipo vitoriano después de haberse quitado de encima de nuevo sus particulares fantasmas y con los pies firmes sobre un trampolín. Pero no se trata de uno de esos que sirven para coger carrerilla en un salto al vacío, ni mucho menos. El efecto que se busca es el de la catapulta, es decir, una nueva victoria que permita al Glorioso impulsarse hacia arriba en la clasificación y, de paso, asegurarse una cuota de tranquilidad enorme para un tramo final del curso en el que, incluso, podrían pensarse en cotas más ambiciosas.
Para el Alavés, el duelo contra el vecino navarro supone la octava oportunidad esta temporada de encadenar dos victorias consecutivas. De tan repetida, la historia es tristemente conocida por todos. Y es que este equipo es el único de toda la Liga Adelante que todavía no ha sido capaz de ganar dos partidos seguidos. En las siete ocasiones precedentes, después de un éxito, alguno de ellos espectacular, ha llegado un mazazo, bastantes de ellos muy duros. Toca borrar el pasado y para ello lo mejor es aferrarse a la imagen que este equipo ha dejado en sus dos últimas comparecencias en Mendizorroza.
Si a los partidos ante Zaragoza y Mallorca hay que atenerse, un duelo con el equipo de Alberto en su propio feudo es en estos momentos uno de los exámenes más duros que se pueden plantear en la Liga Adelante. La línea a seguir está perfectamente marcada y ahora lo trascendental es no abandonar ese camino como se hizo en los dos últimos partidos a domicilio.
Y es que El Glorioso tiene ante sí la oportunidad de asegurarse una tranquilidad que sería prácticamente definitiva de no mediar un hundimiento colosal en los últimos trece partidos del curso. Con 35 puntos, la renta con el descenso es bastante cómoda, pero con 38 la diferencia sería ya un socavón de enormes dimensiones. Y, teniendo en cuenta que se trata de una jornada atrasada y que ningún rival más puede puntuar el miércoles, el salto en la clasificación en caso de victoria sería espectacular y se conseguiría alcanzar la octava posición el ser el cuadro albiazul el que mejor diferencia de goles presentaría en ese hipotético empate a 38 puntos con Leganés, Numancia y Lugo. Incluso las opciones de play off tendrían un atisbo de realidad en ese caso.
Eso sí, todo lo expuesto anteriormente no dejan de ser inútiles cuentas de la lechera. Y es que si por algo se ha caracterizado esta versión alavesista es por ser capaz de pasar del todo a la nada, y viceversa, de un día para otro. Su actual solvencia como local -encadena tres victorias consecutivas con la portería a cero- se examinará ante un Osasuna que llegará a Vitoria con el agua al cuello. El cuadro navarro, que el día de la suspensión del partido se encontraba en su mejor racha, vive ahora su peor momento y sobre el césped está pagando todos los males institucionales que afectan a un club que tiene un horizonte muy negro por delante, pero que peleará hasta la extenuación.
Ante ello, la idea alavesista no es otra que mantener su atropellador ritmo en Mendizorroza, donde se ha mostrado ante Zaragoza y Mallorca como una trituradora. Si consigue repetir esa misma versión se encontrará en el camino bueno hacia el triunfo. Y si logra esos tres puntos codiciados, cogerá impulso para propulsarse hacia arriba en la clasificación y acceder así a la zona noble que antecede a los puestos de mayor privilegio de Segunda División.