Vitoria. Una camiseta albiazul. Un gesto de felicidad. Dos brazos desplegados en toda su longitud. Un avioncito. Un gol. Y otro. Y otro. Y otro. Y así hasta en 29 ocasiones. Tantas como dianas ha hecho Borja Viguera a lo largo de un 2013 en el que ha subido a los altares del alavesismo y, por fin, ha cumplido sobre el césped todas las expectativas que había generado durante su etapa de formación en Zubieta. Un año mágico para el riojano, pieza fundamental de los éxitos de El Glorioso, artífice con dos penaltis del ascenso y con tres tantos más del campeonato de Segunda B, amén de los no pocos tantos que condujeron al liderato entonces y otro puñado importante que ahora propicia que el equipo no esté mucho peor de lo que ya está. Para no olvidar, un año que le ha puesto en el disparadero y que abre otro, 2014, en el que tarde o temprano acabará cambiando de camiseta en busca del salto definitivo a Primera División, el que será el último gol que marque con el Alavés, aunque el pelotazo en ese caso será económico.

Pero tiempo al tiempo, ya que de momento no parece que sea el mercado invernal el que vaya a propiciar ese cambio de camiseta. Nada se puede asegurar tajantemente, pero ofertas sobre la mesa todavía no existen y las cifras que se manejan en caso de traspaso tampoco son del todo accesibles. Mucho se hablará de aquí al 31 de enero, pero de momento no se pueden pasar de las elucubraciones. Mientras tanto, el objetivo de Viguera es seguir mejorando individual y colectivamente en Vitoria, la ciudad en la que ha vuelto a sentirse futbolista.

Y es que cuando el riojano decidió romper amarras con la Real Sociedad para volar por fin solo seguramente no se podía esperar una resurrección de semejante calibre. Una gravísima lesión de rodilla le había impedido asentarse en Segunda División y regresó a la categoría de bronce para reencontrarse consigo mismo. Y le costó un tiempo, ya que su arranque de curso tampoco fue del todo brillante, aunque ya dejó goles importantes y unas cuantas acciones de exquisita brillantez.

Pero fue llegar 2013 y parecer que Viguera había sido tocado por los dioses. En su vida nunca había destacado por ser un gran goleador. Muy al contrario, un típico diez todo creatividad y que se mostraba más peligroso en la suerte del último pase que en la definición. Erigido en el faro ofensivo alavesista desde la mediapunta y con total libertad de movimientos, el riojano no olvidó la primera faceta -fue el mejor pasador el anterior curso-, pero explotó al máximo la segunda.

Izarra, Sociedad Deportiva Logroñés, Teruel, Eibar, Peña Sport, Unión Deportiva Logroñés, Amorebieta (2), Gimnástica, Bilbao Athletic e Izarra de nuevo sufrieron el devastador acierto del 10 albiazul en el segundo tramo del curso, en el que acabó firmando 11 dianas. Pero la explosión definitiva aún estaba por llegar. Y, llegado el momento decisivo, no se arrugó.

Habrá quien diga que los dos goles que certificaron el ascenso albiazul fueron conseguidos desde el punto de penalti, pero la pena máxima entraña sus dificultades y su valor es el mismo que el de cualquier otro tanto. Así, en Jaén igualó una eliminatoria que amenazaba ponerse cuesta arriba desde los once metros. Y desde ese mismo punto rubricó el ascenso esa inolvidable tarde del 1 de junio. A su izquierda y a media altura, como siempre. Y resbalón mediante. Ni a propósito, pero de nuevo gol.

Convertido ya en héroe del alavesismo, el riojano aún se permitió el lujo de marcar los tres goles que sirvieron para alzar el título de campeón de Segunda B ante el Tenerife, logrando el hito inigualable de conseguir todas las dianas de un equipo en un play off. El trampolín que Viguera había buscado en Vitoria le devolvía a la categoría de plata convertido en un futbolista tremendamente solvente y mejorado con una versión de goleador del todo desconocida.

Explosión realizadora Eso sí, ese segundo tramo del curso en Segunda B para nada podía hacer presagiar la explosión del riojano en la Liga Adelante. Como no podía ser de otra manera, fue el encargado de conseguir el primer tanto alavesista en el regreso al fútbol profesional -encadenaba de esta manera siete dianas consecutivas- y desde el arranque del curso puso ritmo de crucero para convertirse en uno de los delanteros de referencia del fútbol estatal. Doce dianas, cinco jornadas consecutivas marcando, segundo mejor artillero de la categoría, mejor jugador del mes de noviembre para la LFP... En lo individual, un año extremadamente para un futbolista que cierra un 2013 mágico con 29 goles, con un ascenso a Segunda División, con una consagración meteórica y, sobre todo, convertido en héroe del alavesismo y recuperado definitivamente para este deporte que con semejante facilidad interpreta.