vitoria. Ni viaja los fines de semana para analizar al rival, ni soporta el runrún de la grada cuando las cosas comienzan a torcerse. Después de más de media vida enrolado en el fútbol profesional, Ángel Garitano, Ondarru en la jerga futbolera, está ya de vuelta de todo. Abandonó los focos y la puesta en escena cuando Mané, su principal valedor, se cortó la coleta y le obligó a seguir su mismo camino, algo que ocurrió tras su última, y triste, etapa en el Espanyol en la temporarada 08/09. Apenas fueron seis partidos al frente del conjunto periquito donde la pareja no logró ni una sola victoria. Desde entonces, su vida gira ahora en torno a matices más personales como el de seguir a su hijo Gaizka, entrenador del Eibar, en su incipiente carrera como entrenador. De esta relación tan particular y de su percepción del Deportivo Alavés, al que ayudó a conseguir sus mayores éxitos, charla con este diario desde Derio.
¿Cómo la va la vida?
No me puedo quejar. Tengo salud, trabajo, a los míos les va medianamente bien... Perfecto.
¿Y el fútbol, lo echa de menos?
Tal vez al principio sí, algo, pero conforme uno va asumiendo que es tiempo de dejar paso a nueva gente y nuevas ideas, se te olvida el trago. Ahora lo disfruto de otra manera, creo que de forma más sana, sin estar pendiente del rigor de los resultados.
Es usted padre del actual entrenador del Eibar, Gaizka, y también fue uno de los padres
Creo que se trata de un partido sin favoritos. Es cierto que el Deportivo Alavés está un poco más delicado y el Eibar un poco más tranquilo, aunque no relajado, por lo tanto espero un choque muy igualado y en la línea de lo que siempre ha ocurrido en este tipo de derbis.
¿Se moja y nos da un resultado? Con un puntito para cada uno van a ir bien los dos (risas). El Alavés estará siempre ahí en mi corazón, pero en el Eibar anda ahora mi hijo y comprenderá...
Háganos un informe del conjunto armero, como en los viejos tiempos.
El Eibar es el Eibar. Y punto. Siempre ha sido así. Un clásico de la Segunda y un equipo muy serio y regular, sin altibajos y una conducta intachable. Desde esta perspectiva es plausible que pueda sacar algo bueno de su visita a Vitoria. Es un equipo que no hace muchos goles pero tampoco los encaja, sobre todo por su planteamiento defensivo, muy bien armado atrás y con una buena salida al contaataque.
Ofrece prestaciones parecidas a las que ustedes (con Mané al mando) implantaron en el Alavés en su primera temporada en Segunda.
Es cierto. Son ese sentido equipos muy parecidos. Aquel, pienso, con un punto más de calidad que este Eibar, pero en líneas generales eran muy parecidos, sí.
¿Por ejemplo?
En la presión que llevaban a cabo, en la rentabilidad que le sacaban a los pocos goles que hacían y, sobre todo, en los escasos que encajaban. Entonces, recuerdo, creo que los porteros que teníamos, Paco Leal y Martín Herrera, lograron el trofeo Zamora al guardameta menos batido de la Liga. Y aquello le garantizo que no era casualidad.
Esta es la segunda temporada de Gaizka Garitano al frente del banquillo armero. ¿Cómo le ve?
Le veo muy bien, y hablo como entrenador, no como padre. Sabe de qué va esto y es un chaval que trabaja y hace las cosas muy bien, de sol a sol. Además es humilde y eso es fundamental en un equipo como el Eibar. Porque ni genera falsas expectativas cuando gana, aunque sea por goleada como la reciente del Castilla (6-0), ni se derumba cuando pierde dos partidos seguidos. Es comedido y por ahí, ya como padre, me tiene ganado también.
Hablemos de su Deportivo Alavés. ¿Qué sensación le deja en lo que va de temporada?
Me ha sorprendido mucho el gran cambio que se ha producido con el equipo que logró el ascenso de Segunda B a Segunda. Creo que han llegado 14 jugadores nuevos y eso es complicado de gestionar en los primeros meses. En el Eibar, en cambio, la situación es la contraria. Se mantiene prácticamente la base del año pasado y se han logrado algunas cesiones para complementar. Y con ese vestuario y esa motivación muchas veces también se ganan partidos. Siempre he preferido conjuntos donde se prime el colectivo sobre las individualidades, por excelsas que éstas fueran. El Alavés de entonces era un ejemplo. A la base que conformaban Karmona, Téllez, Desio, Pablo y Astudillo le fuimos incorporando piezas puntuales cada temporada, pero sin alterar la fisonomía del grupo. Creo que ahora mismo el Alavés está pagando esta falta de, digamos, poso y experiencia. Un banquillo donde todos, titulares y suplentes, den la talla siempre que salten al campo.
A su juicio, ¿cuáles son las claves para lograr la permanencia en Segunda, en ambos equipos?
Pienso que el vestuario es fundamental en situaciones complicadas como las actuales, pero también la presencia de un líder natural, surgido por la elección del resto, no por imposición. Un tipo Desio o Karmona, por ejemplo. Y a partir de ahí, el entrenador es el que ha de marcar la pauta, la exigencia, el trabajo y la motivación, y que los jugadores se lo crean después. Si no, no hay nada que hacer.
Hablando de colegas de profesión. ¿Le sorprendió la destitución de Natxo González?
Me sorprendió mucho, la verdad. No lo entendí ni me gustó. Subió al equipo, lo conocía bien y estaba haciendo las cosas en la buena línea desde mi punto de vista, pero creo que no se tuvo la suficiente paciencia con él ni se le ayudó como se le debía. Siendo de Vitoria además, me apenó mucho su destitución.