agapito Iglesias. Ese nombre, o ese rostro, aparece pintado en el centro de la diana de todas las iras del zaragocismo. El que es el accionista mayoritario del conjunto blanquillo no despierta, ni mucho menos, las simpatías entre su parroquia. Todo lo contrario. Desde su llegada al club como accionista mayoritario el 26 de mayo 2006 -adquirió el 86% de las acciones que eran propiedad de Alfonso Soláns-, el club maño no ha ganado para disgustos. Y es que si en su primera campaña al frente del club, la 2006-07, consiguió la clasificación para la Copa de la UEFA, a partir de ahí la sucesión de desgracias a todos los niveles de la entidad ha sido un no parar, empezando por dos descensos a Segunda División, la obligación de acudir al concurso de acreedores por una deuda descomunal, el paso por el equipo de multitud de jugadores, conflictos de todo tipo, relaciones ciertamente dudosas, inversiones totalmente desorbitadas y, para remate, la eterna sombra de los supuestos amaños de partidos en algunas salvaciones milagrosas del club zaragozano. No está para nada contento el aficionado blanquillo con la gestión de este empresario soriano que en cada partido, cuando se cumple el minuto 32 de cada parte, recibe la particular agapitada -silbidos y abucheos- que le brindan los parroquianos de La Romareda.
"Mi objetivo es ganar la Liga, por lo menos una", espetó Iglesias cuando apenas llevaba seis meses al frente de un club del que no es presidente para no tener que soportar los desaires de su afición. El presidente de Codesport, una empresa dedicada a la construcción y promoción industrial que en Aragón ha llevado a cabo infinidad de proyectos hizo revivir la ilusión blanquilla en la primera temporada tras su desembarco, pero a partir de ahí en el plano deportivo los fracasos se fueron acumulando uno encima de otro sin solución de continuidad.
En su segunda temporada llegó el descenso de categoría, aunque en apenas un año recuperó un sitio en Primera que, desde entonces, siempre ha visto peligrar hasta que la pasada campaña volvió a perderlo de nuevo. Durante todos estos años el trasiego por el vestuario blanquillo -y también por los puestos de referencia en los despachos- ha sido incesante, ya que por el banquillo han pasado hasta nueve entrenadores diferentes y la catarata de caras nuevas en forma de fichajes, muchos de ellos pintorescos y la mayoría a precio de oro, ha sido espectacular. No en vano, en las ocho temporadas de Iglesias manejando los hilos del club -desde el primer plano o en la sombra- se pueden contar más de un centenar de fichajes y un número similar de bajas, siendo el mercado invernal el epicentro de muchos movimientos a la desesperada cuando la clasificación ya dictaba problemas con el cambio de año natural.
En este sentido, y para tratar de estabilizar un club acostumbrado a la zozobra, el pasado verano llegó como director general Jesús García Pitarch, una figura de amplia experiencia en el fútbol y que es ahora el encargado de la toma de decisiones. Y es que, si en su crecimiento espectacular en el terreno empresarial -alcanzó la cumbre de los negocios tras haber empezado en las esferas más bajas, aunque ahora está entrampado en varios asuntos en los juzgados- supo rodearse de excelentes colaboradores, en su llegada al mundo del fútbol le han sobrado las amistades peligrosas.
Esos años de dispendios millonarios condujeron a una deuda millonaria que rozaba los 90 millones de euros y que solo ha sido superada hace poco por el Deportivo. Así, el Zaragoza fue uno de los clubes que se vio en la obligación de acudir a la Ley Concursal, aunque consiguió un convenio bastante ventajoso -por ejemplo, con el descenso a Segunda ha conseguido un aplazamiento temporal de los pagos- y después siguió gastando como si el pozo del dinero no tuviese fondo. Llamativo, en todo caso, es que dicho concurso se declarase fortuito y no recayese la culpabilidad en la figura del accionista mayoritario -se produjeron muchas actuaciones sospechosas que posteriormente no fueron tenidas como tales- que ya por entonces se iba ganando muchos enemigos dentro de la Liga de Fútbol Profesional, donde se observaban con recelo los gastos millonarios de un club en concurso y se sospechaba de unas salvaciones milagrosas en jornadas finales infartantes en las que, supuestamente, los maletines llenos de billetes salían siempre de la misma mano.
"Año tras año el maletín salva al maño". Así rezaba una pancarta de los seguidores del Deportivo cuando se comenzaron a investigar casos de supuesta compra de partidos y el presidente de la LFP puso en el centro del debate el Levante-Deportivo. Y es que el Zaragoza, desde hace tiempo, está metido de lleno en todas las sospechas. Tanto es así que, como publicaba Marca el pasado mes de mayo, muchos de los mandatarios de la LFP desconfían de esas supuestas maniobras de Agapito Iglesias para salvar a un club en el que sus aficionados no le quieren ni ver.