vitoria. Dos pistolas con los cargadores prácticamente llenos. Y dos contendientes sin miedo alguno a apuntar directamente al rival. O a ponerse el cañón directamente a la sien. A eso jugaron el Deportivo Alavés y el Barça B. A un duelo a la antigua usanza del lejano Oeste. O a la expresión más arriesgada de la ruleta rusa. Y en su querencia por dar el tiro de gracia al rival, el cuadro albiazul no supo guardarse la espaldas cuando jugaba en ventaja, sufrió tres certeros disparos consecutivos y cuando ya se desangraba a su corazón aún le dio tiempo a bombear un último chorro de sangre que le mantuvo con un hálito de esperanza justo hasta el instante en el que el duelo terminó con su derrota, la de un pistolero caído en el juego de la ruleta rusa.

Desde el primer segundo de juego se pudo comprobar que iba a ser un partido atípico. Descosido desde el principio, con dos equipos abiertos y con una excesiva tendencia a irse al ataque sin preocuparse excesivamente de cubrirse las espaldas. Ni el Alavés se va a encontrar esta temporada con muchos equipos como el Barça ni el filial culé va a tener por delante muchos compromisos en los que se encuentre a un oponente que le trate de tú a tú en el juego. La consecuencia de estos dos estilos tan parecidos fue un partido de ida y vuelta, de golpe y contragolpe, de peligro constante en las áreas y de innumerables. Y ahí los de Natxo González supieron nadar para ponerse en ventaja con una nueva maravilla de Viguera, pero no fueron capaces de guardar la ropa y cambiar el guión para proponer un juego menos arriesgado. Y ahí el equipo de Eusebio disfrutó con espacios y fallos defensivos agrandados a su máxima expresión con una calidad como en pocas ocasiones se puede ver.

El Barça había avisado de su peligro en unas cuantas ocasiones en las que acabó haciendo gala de sus problemas de pegada antes de que Viguera se sacase un balón a la escuadra de la chistera en ese intercambio inicial de golpes en el que el primer impacto decisivo lo daba el púgil vitoriano. Con ventaja en el marcador, ni mucho menos se replegó el cuadro local, que siguió buscando el ataque y asumiendo unos riesgos que acabaría pagando caro. Primero, con el empate de Edu Bedia en una lejana falta directa central. Y, posteriormente, con el gol que le daba ventaja a los culés al descanso, obra de Sandro pero manufacturado por Espinosa.

El extremo izquierdo blaugrana fue un dolor de cabeza constante para el flanco derecho de la zaga alavesista. Por primera vez en mucho tiempo, Rubio sufrió lo indecible. Si a eso se le añade un Luciano que no tuvo su mejor tarde y la calidad del jugador barcelonista, la autovía fue un tránsito constante de peligro. Y es que a pesar de que el equipo de Eusebio evidenció que le falta pegada, con tantas ocasiones es casi imposible no meter alguna, aunque no menos cierto es que en el otro lado del campo al Alavés tampoco le faltaron opciones para que el marcador hubiese sido favorable al paso por vestuarios.

El que sí supo cambiar el ritmo de la lectura fue un Barça que en el arranque de la segunda parte, y tras unos primeros momentos de zozobra, mandó el partido a dormir. Extendió al máximo los metros de Mendizorroza, dio pausa a la circulación del balón y así fue metiendo a los albiazules en su campo. No es que se encerrase el Alavés, es que contener ese juego que te va empujando hacia atrás mediante la posesión del balón es ciertamente complicado, más aún cuando tras las recuperaciones el esférico dura tan poco tiempo es posesión que no se puede abandonar la trinchera.

Metido en esas arenas movedizas, se aferró el equipo de Natxo González al corazón para sacar unos ramalazos de casta que le dieron alguna opción de poder empatar. Pero claro, para hacerlo se hubieron de asumir no pocos riesgos. Y por ahí se fue definitivamente el partido cuando Joan Román consiguió el tercer tanto barcelonista, ya que aunque Viguera recortase diferencias las postreras ocasiones no encontraron el camino del gol.