reza el refrán que los experimentos, a ser posible, es mejor hacerlos con gaseosa. Y el Deportivo Alavés puede dar cuenta de la fiabilidad de esta máxima. El rediseño táctico que ensayó ayer Natxo González en Santo Domingo naufragó en el que ha sido, de largo, el encuentro más descorazonador del combinado gasteiztarra en estas primeras semanas de competición liguera. El Alcorcón fue muy superior. El Alavés no logró ni atacar ni defender. Se vio empequeñecido y dio la impresión de que la apuesta táctica no resultó acertada.
Al equipo albiazul le costó adaptarse al nuevo dibujo. La presencia de tres centrales, lejos de apuntalar la fortaleza defensiva, abrió un mar de dudas en la retaguardia, que el Alcorcón supo aprovechar para abrir el marcador. El uno por el otro y la casa sin barrer. Un error de Álex Ortiz abrió un boquete definitivo en la corona del área y Prendes, una pesadilla por su movilidad, anotó a placer.
El cúmulo de fallos individuales sirvió como condimento inevitable de la dubitativa puesta en escena del plantel vitoriano. Por momentos daba la impresión de que no todos los jugadores tenían claros sus cometidos, sus áreas de influencia y las coberturas. La ausencia de una referencia clara en la delantera del Alcorcón, con atacantes muy dinámicos y sin un nueve claro, multiplicaba el estado de estupefacción de los zagueros albiazules.
Ortiz no fue, sin embargo, el único de los centrales que cometió alguna pifia peligrosa. Tanto Jarosik como Luciano se sumaron a la fiesta y con sendas patadas al aire generaron dos ocasiones claras que podrían haber resultado mortales de necesidad. Sobre todo para un Alavés que sufría muchísimo para pisar el área contraria. En un esquema como el que ayer dispuso Natxo González, la clave radica en que los laterales, en teoría más liberados de responsabilidades defensivas, pisen la línea de fondo del rival. Y ni Óscar Rubio ni Manu García abundaron las proximidades del área del Alcorcón como habría resultado deseable. El ilerdense, en todo caso, acabó convirtiéndose en un salvavidas para los centrales, pues un par de coberturas suyas evitaron mayores disgustos en la primera mitad.
Natxo González vio como el resto la inconveniencia del experimento, que en cierto modo destilaba un poso de temor al oponente. De hecho, así pareció entenderlo incluso su propio equipo. El caso es que en la segunda mitad trató de modificar el dibujo, aunque tampoco hubo éxito. Un Alcorcón mucho mejor plantado, encorajinado con las enormes facilidades que halló en la primera mitad, mató un duelo en el que mereció los tres puntos.