chusmari es una institución en Tudela. Durante casi una década, entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa, lució en la manga el brazalete de capitán del Tudelano y en la mirada el ardor de un equipo que vivió por aquel entonces una época dorada. El antiguo estadio José Antonio Elola, expuesto al cierzo y al paso del tiempo, fue parada obligada en el trayecto que el Alavés del malogrado Txutxi Aranguren siguió hacia el ascenso. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que el conjunto albiazul visitó la capital ribera, casi dos décadas, pero Chusmari, que tras colgar las botas ha hecho sus pinitos como entrenador en equipos de la zona (Ribaforada, Calatrava y Cabanillas, entre otros), aún recuerda el respeto que se le tenía a un rival que solía gobernar su grupo de Segunda B con autoridad. Un respeto que se mantiene en esta nueva etapa.
"El Alavés siempre ha sido un equipo poderoso. Tenía una plantilla profesional, con jugadores de mucha calidad, y nosotros éramos todos aficionados, teníamos nuestro trabajo al margen", rememora el antiguo capitán del Tudelano, que esta tarde (15.30 horas) volverá a verse las caras con un Alavés en el que ya no están Iván Campo, Óscar Arias, Manolo Serrano o un Santi Castillejo que se formó en este equipo antes de recalar en la cantera de Osasuna desde la que llegó después a Vitoria. Ha llovido mucho desde aquella última visita. "Nos ganaron fácil. No recuerdo si fue un 0-2 o un 0-3", trata de hacer memoria Jesús Miranda, el presidente con el que el Tudelano ha vuelto a Segunda B. "Fueron muy superiores en aquel partido. Sin duda, ha sido uno de los mejores equipos que han pasado por Tudela", añade.
El Alavés era entonces, como hoy, un equipo obligado a pelear por el ascenso. No valían excusas. Cualquier otro resultado final en los exámenes de junio equivalía a un fracaso. Y aquel año sacó el curso con nota. Tras haber disputado de manera consecutiva cinco play off de ascenso, el cuadro albiazul obtuvo su billete para segunda y emprendió la que ha sido, de largo, la etapa más gloriosa de su nonagenaria historia.
La vida ha dado muchas vueltas para ambos en estos últimos diecisiete años. El Alavés hizo historia, acarició la gloria en Dortmund y después se precipitó a los infiernos de la mano del innombrable. Fernando Lumbreras, ahora capitán del conjunto ribero, vivió muy de cerca la caída libre que inició el club del Paseo de Cervantes tras la marcha de Gonzalo Antón. "Jugué en el filial en la época de Piterman, pero no guardo un buen recuerdo deportivo porque bajamos a Tercera", explica Fernando, que es hijo del entrenador del combinado navarro, el legendario José Mari Lumbreras (424 partidos en Primera División repartidos entre Osasuna, Real Sociedad y Zaragoza), y conoce bien a dos de los pupilos de Natxo González, Manu García y Borja Viguera, porque compartió vestuario con ellos en las categorías inferiores de la Real Sociedad.
Al ahora lateral zurdo del Tudelano, que en el filial del Alavés coincidió con un Gaizka Toquero al que aprecia y que "muchas veces no entraba en las convocatorias", le cuesta asumir la travesía por el desierto que le está tocando padecer a los aficionados vitorianos. Pero no duda en señalar que el albiazul es, de lejos, uno de los mejores equipos de la categoría. "Es un equipazo. Le hemos visto hace poco dar la cara contra todo un Barcelona", destaca.
También el Tudelano ha vivido tiempos duros en el tiempo transcurrido desde aquella última vez que el Alavés pasó por el Elola, que por sus connotaciones franquistas mudó el nombre para convertirse en el Ciudad de Tudela. Descendió a Tercera y estuvo incluso a punto de caer más abajo, a Preferente, pero logró levantarse de nuevo. "Hubo un tiempo en el que dejamos de ser incluso la referencia en la Ribera", explica el presidente del club. "Equipos como el Lourdes, el Cortes o el Ribaforada estaban por encima de nosotros", asume con dolor Miranda.
Sin embargo, la entrada en escena de un patrocinador sólido, Aceites Urzante, y de la junta directiva que rige ahora los designios de la entidad volvieron a situarlo como el segundo equipo de la comunidad foral por detrás de un Osasuna con el que en los setenta compartía categoría de continuo. "Las cosas son muy diferentes ahora. En nuestros tiempos entrenábamos por las tardes, después de trabajar. Y ahora son casi todos los jugadores profesionales", señala Chusmari.
En realidad, por proyecto y presupuesto, el equipo ribero está obligado a mantenerse. La apuesta es ambiciosa y tras dos intentos fallidos, en sendas temporadas en las que tiranizó el grupo navarro de Tercera, a la tercera fue la vencida. Logró retornar a Segunda B. Por el momento, no le ha ido mal. Con algunos altibajos, se mantiene en la zona media de la tabla, siempre más cerca de los de arriba que del descenso.
"Jugar ante el Alavés, que tiene una plantilla enorme y es el equipo de una capital de provincia, no es lo mismo, con todos los respetos, que jugar ante equipos de pueblo. El equipo está muy motivado y las cosas nos están saliendo bien. Hicimos una muy buena pretemporada -con victorias ante equipos de Segunda A- y empezamos muy fuerte", relata Lumbreras. "Hemos mantenido a quince tíos del año pasado. Esa es la clave", apunta el presidente.
Natxo González se fijó como objetivo acabar el 2012 con al menos 40 puntos en el casillero. Para lograrlo el Alavés deberá lograr hoy la victoria a orillas del Ebro. Pero en Tudela, a pesar del respeto, se confía en las posibilidades de su equipo. "Da la impresión de que el Alavés va sobrado de todo. Es un equipo de otra categoría", reseña Miranda. "En un partido puede pasar cualquier cosa", se posiciona Lumbreras. "También el Eibar es un gran equipo y perdió aquí. Si mantienen la motivación y la concentración como ese día, pueden dar la sorpresa", sentencia Chusmari, esencia pura del equipo blanquinegro, que aguarda con ilusión y más respeto que miedo la visita de un líder que no puede permitirse un tercer tropiezo consecutivo esta tarde.