Vitoria. Habían tardado en aparecer, pero las primeras dudas ya sobrevuelan sobre el Deportivo Alavés y un entorno para el que hay aspectos que no acaban de cuadrar. Más allá de que la fortuna fuese esquiva en el duelo ante la Real Sociedad B y de que ante el Eibar se pagasen caro once minutos desastrosos, algunas de las últimas decisiones de Natxo González no han acabado de convencer a un sector del alavesismo que entiende que, sobre todo en Mendizorroza, se deben asumir mayores riesgos en pos de la victoria. Y, en este sentido, las apuestas por un doble pivote de claro corte defensivo y por un único punta de escasa presencia en el área son dos decisiones que para muchos condicionan para mal el fútbol albiazul cuando tiene que llevar el peso del juego como local.

Por primera vez en lo que va de curso, Natxo González apostó en Mendizorroza por el doble pivote conformado por Jaume y Beobide, el que utiliza habitualmente cuando el equipo juega a domicilio. Más que llamativa resultaba la ausencia de Miki, quien parece haber perdido protagonismo dentro del equipo con el paso de las jornadas al ser uno de los jugadores a los que más le está costando coger el ritmo.

A falta de ese organizador, la circulación del balón en el centro del campo se volvió enormemente pastosa. Ni la salida desde atrás fue buena ni Jaume y Beobide cuentan entre sus virtudes con capacidad para manejar un equipo desde la sala de máquinas. Hasta que el esférico no alcanzaba la línea de mediapuntas no existía lucidez alguna y eso en compromisos en los que el rival cede el control de los partidos es un problema grave.

Y es que, con Jaume y Beobide se gana sentido táctico, despliegue físico, trabajo oscuro y mucho sacrificio, pero el hecho de prescindir de un organizador deja al equipo futbolísticamente desconectado hasta que se alcanza la línea de mediapuntas. Lo que tan bien funciona a domicilio, con rivales que se despliegan mucho más, no es válido para Mendizorroza, donde contar al mismo tiempo con dos jugadores más dedicados a la destrucción que a la creación parece excesivo.

En este sentido, el pasado sábado llamó mucho la atención la ausencia de Miki, que había sido titular en los tres compromisos precedentes en Mendizorroza. El catalán es habitualmente el sacrificado a domicilio para dar cabida al citado doble pivote defensivo, pero su presencia de inicio en el banquillo ante la Real B resultó sorprendente. Llamado a ser el referente del equipo en la creación, su arranque de curso está siendo de un tono bastante grisáceo y, hasta la fecha, no ha aportado lo que de él se esperaba. Cuando ha jugado, casi siempre ha pasado desapercibido y su buen trabajo defensivo no sirve para esconder sus problemas para manejar el juego del equipo.

Su integración al funcionamiento del grupo ha de convertirse en objetivo prioritario, más aún cuando una semana tras otra se comprueba que la otra alternativa para la creación, retrasar unos cuantos metros a Jonan García, parece no entrar en el ideario de Natxo González, que prefiere al vizcaíno en el centro de la línea de mediapuntas. Precisamente, esa posición, y su enlace con el delantero centro, propicia la segunda gran duda generada por este equipo.

El hecho de jugar con un solo hombre de referencia en punta, y más cuando ese jugador es Borja Viguera, provoca que en no pocas ocasiones las peligrosas llegadas por las bandas se queden en nada por la escasa presencia de atacantes en el área rival. El problema crece cuando es el riojano, más enganche que ariete, el que tiene que ejercer de único punta, ya que su tendencia a dejarse caer a las bandas y bajar a recibir balones provoca el vacío en las proximidades de las porterías rivales.

Solo en dos ocasiones, ante el Real Unión y frente al Teruel, ha apostado Natxo González por jugar con Viguera y Negredo al mismo tiempo. El hecho de que casi siempre sea Jonan quien actúa por detrás del único delantero deja en un segundo plano esta opción, que se complica todavía más por la falta de recursos en la vanguardia que tiene en su propia configuración la plantilla. Así, si el preparador vitoriano pretende guardarse alguna carta en el banquillo por si las cosas se tuercen, su única opción pasa por dejar fuera del once a uno de estos dos futbolistas.