Torrelavega. En el día en el que se daba carpetazo a un desastroso curso, el Deportivo Alavés completaba su particular galería de los horrores con un nuevo episodio de la incapacidad que ha demostrado a lo largo de toda la temporada para responder como debía en los momentos de máxima exigencia. Un equipo que tenía como objetivo el ascenso, que como mínimo tenía que haber estado en play off y que tenía prácticamente asegurada la Copa del Rey se marcha de vacaciones un 13 de mayo con el suspenso más categórico de las últimas temporadas al no haber siquiera conseguido menos que el mínimo exigible para un club de la entidad del albiazul. Ni play off ni Copa ni nada. Un año para archivar en el olvido y tiempo de pensar en un futuro al que no le queda otra alternativa que se mucho mejor.
En el partido en el que se jugaba sus últimas opciones, las de conseguir un milagro o, al menos, asegurar unos dinero a través del torneo copero, el equipo de José Carlos Granero naufragó como viene siendo costumbre. Cualquiera que apostase un euro a este equipo lo iba a multiplicar por muy poco en caso de elegir la casilla del empate. La equis ha sido el signo permanente de este Alavés a lo largo de toda la temporada y no podía ser de otra manera en el partido que echaba el cierre a un curso que los albiazules concluyen con diecisiete igualadas, cerca de instalar un nuevo récord mundial en la especialidad de no ganar pero tampoco perder.
Cuando quedaban doce puntos por disputarse, cuatro partidos, el conjunto vitoriano se las prometía felices. A poco bueno que fuese el final de la temporada, existían opciones reales de dar caza a un Amorebieta al que la campaña se le ha hecho larga. Lo bueno para los vizcaínos es que apenas se han encontrado oposición en un pretendido cazador que ha terminado convirtiéndose en presa. Cuatro empates consecutivos para cerrar la temporada. Cuatro puntos de doce posibles. Incapaz de ganar cuando más necesario era.
Volvió a demostrar este Alavés que no hay más cera que la que arde. Que no da para más que lo que se ha visto a lo largo de treinta y ocho jornadas en las que casi en ningún momento ha respondido el equipo a lo que de él se esperaba. En el partido en el que se jugaba el todo o nada, el conjunto vitoriano volvió a ofrecer muy poco de sí mismo. Un tiro a puerta en todo el partido que sirvió para que Meza Colli marcara el gol que abría las puertas de la esperanza, aunque esa ilusión no tardaría demasiado en fenecer dando el equipo una sensación en los últimos minutos de no tener ni siquiera un gramo de fuerzas en sus reservas para sacar fuerzas de flaqueza y, al menos, morir con honor.