Vitoria. En la biografía de cada persona, y también en la de las entidades deportivas, aparece señalado un lugar que es especial porque allí ha vivido los mejores momentos, o los más especiales, de su vida. El Deportivo Alavés estará eternamente ligado a Dortmund al igual que en el Baskonia figura Lausana como el punto de origen de todos los éxitos que llegaron después. Pues bien, para José Carlos Granero un punto en el mapa resalta por encima del resto: Ponferrada. En la capital de la leonesa comarca de El Bierzo ha vivido el preparador levantino sus mejores momentos en los banquillos. En el estadio El Toralín consiguió los dos ascensos a Segunda División que figuran en su palmarés. En la otrora encomienda templaria, a la sombra de su conocido castillo, el actual preparador alavesista vivió sus mayores momentos de gloria en el banquillo, unos viejos laureles que ahora aspira a reverdecer de la mano de la entidad del Paseo de Cervantes. Para conseguirlo, o al menos para seguir con opciones de hacerlo, el técnico albiazul tiene que volver a hacer uso de esa especial afinidad que tiene con El Toralín. Y es que, sin lugar a dudas, Ponferrada es territorio Granero.
El preparador valenciano es ahora venerado en la localidad berciana, pero cabe recordar que antes de fichar por la Ponferradina el técnico levantino fue verdugo de ese equipo. El primero de los ascensos de Granero a Segunda División, el conseguido con el Alicante en la temporada 2007-08, lo logró precisamente en El Toralín -dos temporadas antes había sido la Ponferradina la que había finiquitado el sueño de Segunda para el Alicante y obtenido ella misma el ascenso al imponerse a domicilio- en un partido en el que supo conservar los dos goles de ventaja conseguidos en la ida en el estadio Rico Pérez y en el que un gol de De Paula no fue suficiente para el conjunto leonés. Emoción, tensión, ocasiones, un equipo encerrado en defensa, diez minutos de prolongación... Hubo de sufrir mucho y más, pero el actual preparador alavesista daba continuidad al sobrenombre de Doctor Ascenso -había subido anteriormente con Llíria (a Tercera), Ontinyent, Jávea, Villena, Benidorm y Novelda (a Segunda B)- con el que hasta ese momento era el logro más importante de su carrera.
un año triunfal Tras una temporada convulsa con el Alicante en Segunda División -fue destituido y posteriormente repescado para concluir la temporada- en el mismo curso en el que el Alavés perdió la categoría, los destinos de la Ponferradina y de Granero se cruzaron de nuevo, pero esta vez para protagonizar una unión que acabó siendo especialmente fructuosa.
Tras dominar con mano de hierro el Grupo I y conseguir el liderato, la Ponferradina accedió a la eliminatoria de campeones para jugarse el ascenso ante el Sant Andreu. El gol de Jonathan Valle en el estadio Narcís Sala barcelonés hacía deparar un partido de vuelta accesible, pero un gol en propia en la vuelta propició el empate en la eliminatoria y una dramática tanda de lanzamientos de penalti. El decomoctavo lanzamiento desde los once metros, errado por el catalán Tarradellas (9-8), provocaba el éxtasis en El Toralín. Granero se convertía en leyenda en Ponferrada, cumpliendo con la promesa que hizo a su llegada de devolver al club y a la ciudad el ascenso que solo dos temporadas antes les había birlado dirigiendo al Alicante.
Vuelve ahora el valenciano a un lugar que le evoca momentos de enorme felicidad y donde es auténticamente venerado, aunque lo hace con muchos más agobios de los deseados y con una acuciante necesidad de ganar. No es la mejor situación posible, pero el alavesismo espera un resultado positivo de esa conjunción mágica que existe entre Granero y Ponferrada.