Vitoria. En el inicio de la década de los ochenta, hace más de treinta años ya, cuando el fútbol español no se parecía prácticamente nada al que conocemos en la actualidad en ningún aspecto -las melenas y barbas descuidadas junto a los pantalones ultracortos y ceñidos conformaban una estética que inevitablemente provoca más de una sonrisa hoy en día-, existía sin embargo un aspecto que ha demostrado su plena vigencia con el paso del tiempo.

Entonces, forzados en gran parte por las restrictivas normativas pero también en algunos casos por plena convicción, la mayoría de los clubes, especialmente los modestos, basaban su filosofía en el trabajo con la cantera. Gracias a él, la Real Sociedad consiguió en las temporadas 1980-91 y 1981-82 los que sin duda son los mayores éxitos de su historia. Con una alineación que todos sus aficionadas recitaban de memoria compuesta de manera prácticamente absoluta por hombres de la casa, el cuadro que dirigía el inolvidable Alberto Ormaetxea se hizo con los dos únicos títulos de Liga que adornan la sala de trofeos txuri urdin.

La evolución del fútbol y de la propia sociedad conforme pasaba el tiempo, sin embargo, provocó que llegaran nuevas formas de actuar a la escuadra donostiarra y que el peso de la cantera se diluyera cada vez más en la estructura del club. De esta manera, la Real comenzó un declive, lento pero imparable, que terminó con el descenso a Segunda División y una situación económica gravísima.

En ese momento, asfixiado por las circunstancias, decidió buscar en su interior y mirar al pasado, muchísimo más brillante que el triste presente, para encontrar el camino que pudiera sacarle del atolladero. La respuesta que le ofreció el espejo fue clara y conocida desde hace mucho: recuperar la apuesta por la cantera y confiar al máximo en los jugadores que habían mamado el sentimiento blanquiazul desde su más tierna infancia.

Así comenzó la escuadra txuri urdin su particular reconstrucción y los resultados pronto evidenciaron que la elección había sido acertada. De la mano de Martín Lasarte consiguió reengancharse a la Liga de las estrellas y mantener la categoría la pasada campaña y en la actual, con el francés Montanier al timón del banquillo, camina con cierta tranquilidad por la zona templada de la clasificación.

Pero todo eso no hubiera sido posible sin la aportación del equipo nodriza del primer conjunto guipuzcoano, precisamente el próximo adversario del Deportivo Alavés en la Liga. El filial realista -que como su hermano mayor también ha escalado categorías para pasar de la Tercera a la Segunda División B- se ha revelado como un surtidor de primera que ha mimado a las mejores perlas txuri urdin proporcionándoles el ecosistema ideal para ir madurando hasta estar en condiciones de dar el salto definitivo a la Liga de las estrellas.

De esta manera, varios de los integrantes de la plantilla que en estos momentos adiestra Montanier fueron el pasado ejercicio rivales alavesistas bajo la dirección del bosnio Meho Kodro. Es el caso, por ejemplo, del guardameta Toño Ramírez, los zagueros Cadamuro e Iñigo Martínez o el centrocampista Asier Illarramendi.

Ellos integran el último lote de cachorros ascendidos al primer equipo -para disponer además de un papel relevante dentro de la escuadra donostiarra- pero antes hubo muchos otros y por detrás ya aparecen nuevas promesas que piden paso con fuerza. Así, los Xabi Prieto, Mikel Aranburu o Mikel González, clásicos ejemplos de canteranos con una larga trayectoria en el primer equipo, pronto se encontrarán con posibles sustitutos dispuestos a convertirse en sus recambios.

Es la situación, por ejemplo, del prometedor Rubén Pardo -que ya ha disputado seis encuentros (cuatro de Liga y dos de Copa del Rey) de la presente temporada con el primer equipo-, el talentoso centrocampista Javi Ros o el delantero Kenan Kodro, hijo del que fuera jugador del Deportivo Alavés y actual técnico del filial txuri urdin. En definitiva, el Alavés se encontrará mañana con un adversario que, pese a estar en estos momentos en puestos de descenso, cuenta con mimbres más que suficientes para plantar cara ante cualquiera y, lo que aún es más importante, ser el vivero perfecto que surta de efectivos a un conjunto de la Liga de las estrellas.