Sangonera la Verde. Ganar es importante, no hay duda, pero no siempre lo es todo. Tenía que imponerse el Deportivo Alavés en su estreno copero al UCAM Murcia para acceder a la tercera eliminatoria y quedarse a un solo paso de recibir a uno de los siete equipos de Primera División que disputan competiciones europeas, con el beneficio económico que de ese duelo se desprende, y lo hizo. Pese a ello, con una victoria ayudada por la fortuna y la mala intervención del guardameta murciano, las buenas sensaciones que el equipo debía haber mostrado ante un oponente de menor categoría no aparecieron en ningún momento e, incluso, en el tramo final del partido el cuadro albiazul estuvo durante muchos minutos caminando sobre el filo de la navaja por su incapacidad de retener el balón. Con el juego más primario, aprovechando los balones largos y las jugadas a balón parado, el conjunto murciano provocó el tambaleo vitoriano casi hasta el pitido final del árbitro, el que rubricó la clasificación del Glorioso pero que no echa tierra por encima de su errático comienzo de curso.

Se encontró el Alavés con un planteamiento eminentemente defensivo de un UCAM que no quería verse sorprendido por la calidad albiazul y que apostó por un sistema de contención con tres centrales, apoyados por dos laterales que apenas se proyectaron hacia adelante y dos pivotes de corte defensivo. Hasta siete hombres, a los que hay que añadir el portero, para intentar contener las acometidas de un conjunto vitoriano que se perdió durante mucho tiempo en esa maraña.

En un césped que no invitaba a ello y con un calor sofocante, el conjunto alavesista se olvidó de la más mínima elaboración para buscar el juego directo hacia las bandas, sobre todo hacia un flanco diestro en el que Dennis era una y otra vez buscado por sus compañeros, aunque casi siempre sin obtener ningún rédito positivo. Al extremo castellonense le llegaron balones en corto y en largo, por arriba y por abajo. Muchas opciones y muy poco peligro el que generó un jugador al que se le vio excesivamente apagado y que solo cuando Fachan llegó desde atrás al ataque pudo generar algo positivo para un equipo en el que el balón salía más veces jugado de los pies de Quintanilla y Aridane, auténticos destructores, que de los de un Javi Rubio, el teórico creador, que deambuló por el campo. Así las cosas, las oportunidades del Alavés durante la primera parte fueron entre cero y ninguna, con unas sensaciones, de nuevo, para nada positivas por parte de los pupilos de Luis de la Fuente.

Tuvo el Alavés la fortuna, porque no se le puede llamar de otra manera, de encontrarse con un gol en una acción completamente aislada que no salió como se esperaba. Una falta escorada a la izquierda desde cerca de 35 metros botada por Javi Rubio trataba de buscar la cabeza de un rematador, pero con lo que se encontró, ayudada por un viento favorable, fue con las manos blandas del guardameta del UCAM. De la nada, diana. El resultado se ponía a favor en el arranque de la segunda parte (minuto 46) y el cuadro murciano se veía obligado a abandonar la trinchera y dejar espacios.

Curiosamente, fue el equipo local el que se aprovechó de los huecos dejados por la zaga albiazul para que Fernando se plantase en un mano a mano con Rangel a los pocos minutos que no fue el empate porque el atacante desvió unos centímetros más allá del palo derecho su disparo.

Fueron unos últimos treinta minutos en los que el Alavés sufrió lo indecible por culpa de su incapacidad de retener el balón y manejarlo con el más mínimo criterio, aunque tuvo la suerte de que el UCAM Murcia no estuviese atinado. Clasificación sí, pero preocupación también. Y mucha.