Vitoria. Otro año más en el infierno de la Segunda División B. Ésa es la peor consecuencia de lo sucedido ayer en el Anxo Carro. Nueva decepción por segundo año consecutivo y fantasmas que parecían definitivamente desterrados que vuelven a sobrevolar al Deportivo Alavés. La temporada 2010-11 que, como no podía ser de otra manera, arrancó en el lejano mes de agosto con el único objetivo del ascenso recibió ayer su colofón antes de lo previsto y, desgraciadamente, sin haber alcanzado la meta fijada.

Dentro de un ejercicio en el que los picos de sierra en cuanto a rendimiento y resultados han sido la tónica habitual, el epílogo hunde a la institución en una profunda sima precisamente cuando parecía haber recuperado las señas de identidad que le habían aupado a sus mejores momentos de la campaña. Sin embargo, el Lugo le ha dejado a las puertas de la eliminatoria de ascenso definitiva y obligado a pensar ya en la reconstrucción para afrontar una nueva andadura en la categoría de bronce del fútbol español.

La temporada arrancó con un conjunto completamente renovado respecto al que había fracasado meses antes quedándose a las puertas de los play off tras la fatídica derrota de la última jornada en Mendizorroza frente al Pontevedra. Tras la fallida experiencia con el novel Pereira, la directiva optó por entregar el timón del banquillo a un veterano con un extensísimo currículo de clasificaciones para las fases de ascenso. Así, Miguel Ángel Álvarez Tomé recibió las riendas del equipo y rápidamente comenzó a dejar impreso su sello.

El arranque de la temporada sirvió para que germinara la semilla de la ilusión entre la afición alavesista, que se encontró con un Glorioso solvente que sumó cuatro victorias y un único empate en las cinco primeras jornadas del campeonato. Ese espectacular comienzo le sirvió para instalarse en las primeras posiciones de la tabla y dejar atrás los miedos arrastrados desde la Liga anterior. Esa ubicación se convertiría en una constante durante los nueves meses, aunque los altibajos no pudieron evitarse y por momentos condicionaron sobremanera el comportamiento del equipo.

En una primera vuelta para enmarcar, el plantel de Miguel Ángel Álvarez Tomé cruzó el ecuador como líder destacado, ofreciendo un fútbol espectacular y como un firme candidato al ascenso. Sin embargo, la segunda mitad del campeonato comenzó a atragantársele muy pronto al Deportivo Alavés y una cara mucho más gris se hizo presente cada siete días.

Las consecuencias no tardaron en hacerse evidentes. La jugosa renta de que gozaba el equipo al frente de la tabla se esfumó como por arte de magia para, inmediatamente después, dar paso a la caída del Glorioso de la atalaya de la clasificación y verse superado por rivales como Eibar y Mirandés. No solamente eso. Incluso llegó a estar en peligro prácticamente hasta la última jornada la clasificación para la fase de ascenso. Una catastrofe que, afortunadamente, pudo evitarse.

Con el inicio de los play off -como tercer clasificado finalmente- con el duelo frente al Melilla, todos los integrantes de la escuadra vitoriana se conjuraron y esa unión dio sus frutos. El Alavés recuperó sus mejores señas de identidad y dejó en la cuneta con solvencia al adversrio norteafricano. La siguiente escala hacia el ascenso era Lugo y, desgraciadamente, en tierras gallegas se ha terminado el periplo albiazul en la presente temporada. En una eliminatoria en la que mereció mejor suerte, la escuadra vitoriana se dio de bruces con una nueva frustración y, lo que es peor, con la certeza de que el próximo ejercicio volverá a militar en Segunda B.