Vitoria. Es uno de los clásicos que no puede faltar en cualquier fiesta infantil que se precie y también uno de los habituales generadores de sustos. El juego de las sillas, que siempre ofrece menos asientos que candidatos a ocupar esas plazas, acostumbra a generar golpes leves como consecuencia de la lucha por acceder a un lugar en el que descanar cuando cesa la música. Sin embargo, en ocasiones, la lucha llega a un nivel de encarnizamiento tal que el perdedor acaba malparado en el suelo reponiéndose de un batacazo de considerables proporciones. Pues bien, a eso es a lo que se está exponiendo el Deportivo Alavés producto de sus incomprensibles errores en el último tramo de la competición.

Porque, cuando parecía que el combinado albiazul tenía todo resuelto a su favor desde hace meses, la sucesión de tropiezos le ha convertido en inesperado protagonista de una particular y arriesgadísima versión del juego de las sillas. En este caso, las sillas virtuales son las cuatro primeras plazas de la clasificación que dan derecho a disputar la fase de ascenso y los compañeros de divertimento no son niños sino otros tres conjuntos que afrontan el epílogo de la fase regular con el cuchillo entre los dientes.

De esta manera, con el Mirandés y el Eibar ya fuera de la pelea tras asegurarse -el primero matemáticamente y el segundo de forma virtual- su presencia en los play off, el conjunto de Miguel Ángel Álvarez Tomé debe disputar una cruenta guerra de 270 minutos a cuatro bandas con Real Unión, Logroñés y, en menor medida, Palencia. Solamente la mitad de este cuarteto conseguirá acompañar a burgaleses y guipuzcoanos en la búsqueda del ansiado salto de categoría.

Se trata, por lo tanto, de un cara o cruz con el que prácticamente nadie contaba. Porque la presencia constante del Glorioso en las primeras plazas de la clasificación durante prácticamente toda la temporada hacía pensar que, a estas alturas, lo que debería dilucidarse era si finalmente se proclamaba campeón de grupo o debía conformarse con el segundo peldaño. En cambio, lo que va a estar en liza es otra cuestión bien distinta.

Y con unas consecuencias también muy diferentes. Porque si la diferencia entre concluir la fase regular primero o segundo resulta notable por las ventajas que comporta en la fase de ascenso liderar la tabla, el abismo que se abre entre los que consiguen el billete para el play off y los que se quedan a las puertas con cara de tonto es absolutamente dramático.

Es precisamente en esa arriesgadísima tesitura en la que se encuentra el Deportivo Alavés a falta únicamente de tres jornadas para que caiga el telón liguero. Tras el sufrido punto cosechado el pasado sábado en Lemona, la escuadra del Paseo de Cervantes ocupa la tercera posición de la tabla con 61 puntos en su casillero. Exactamente los mismos con los que cuenta el Real Unión, cuarto y último conjunto que lucharía por el ascenso en estos momentos.

Persecución Pero es que, por detrás, hay dos perros de presa en plena persecución que no están dispuestos a dejar escapar bajo ningún concepto la ansiada presa. Así, el Logroñés es quinto con 59 puntos -a únicamente dos por lo tanto de vitorianos e irundarras- y el Palencia sexto con 57. Un peldaño más abajo, con opciones matemáticas todavía pero sin opciones realmente, se encuentra Osasuna B (55 puntos).

Con este panorama, el cuadro de Álvarez Tomé está obligado a firmar un pleno de victorias en los tres duelos que le restan (Guijuelo en casa, Cultural Leonesa fuera y Zamora de nuevo en Mendizorroza) si quiere asegurarse su presencia en la fase de ascenso y evitar complicaciones que pueden conducir a un trágico desenlace similar al de la pasada temporada ante el Pontevedra. Porque el más mínimo error puede dar alas a sus adversarios.

Al menos, le queda el consuelo de que este próximo fin de semana se medirán en la Nueva Balastera dos de sus rivales directos. El Logroñés debe visitar al Palencia en un duelo que, en caso de victoria visitante, podría dejar a los castellanos definitivamente fuera de la pelea. El Alavés, en cualquier caso, no puede dejar su futuro en manos ajenas.