Ser joven y elegir el sector primario como forma de vida y sustento constituye, pese a las dificultades, una buena opción para no pocos alaveses.
De hecho, 17 ellos se incorporaron durante el recién concluido 2024 tanto a la viticultura como a la ganadería o la agricultura extensivas de la mano del programa foral Gaztenek, una iniciativa de impulso al relevo generacional en el campo que desde 2016 ha ayudado a 170 personas a iniciar este nuevo camino. El año pasado tenían 30,5 años de media.
Garazi Perez de Albeniz, Ander Berganza y Alexandra Leza ponen nombre a tres de esas últimas adhesiones al sector agroganadero alavés, emprendedores que se han animado a compartir su testimonio con NOTICIAS DE ÁLAVA.
“Es un mundo muy bonito y con futuro”
A sus 32 años, Garazi Perez de Albeniz se ha decidido a tomar las riendas de Eginoko Artzaia, una explotación familiar de oveja latxa dedicada a la producción y la venta directa de quesos Idiazabal y Artzai Gazta en plena Llanada y que cuenta, además, con un pequeño museo. Un proyecto más reciente –data de 2015– y que “ha tenido muy buena acogida”.
Perez de Albeniz es ya la quinta generación que asume el mando del negocio, tras hacerse con la parte de su aita, que se jubilaba. Cuenta con el apoyo de su hermano, en este caso como trabajador, y con el asesoramiento de la familia, incluidos unos tíos también siempre ligados a la empresa.
“Hay que aprender de los maestros”, recuerda la joven, con estudios de Educación Infantil y Turismo pero que “siempre” tuvo en mente dedicarse a este mundo.
“El tema del papeleo es lo que menos me gusta. Cada vez hay más trabas para hacer las cosas”
La explotación cuenta con alrededor de 600 ovejas, un rebaño importante para elaborar el queso en el propio concejo de Egino. En este momento están pariendo y no será hasta el próximo febrero cuando comiencen unas labores de ordeño que se extenderán hasta el verano, de forma paralela a la elaboración del producto.
Cuenta también Eginoko Artzaia con algunas yeguas, aunque se trata de una actividad secundaria.
Perez de Albeniz reconoce que la excesiva burocracia que acompaña su actividad es el aspecto más tedioso de todos a los que se ha enfrentado hasta ahora. “El tema del papeleo es lo que menos me gusta. Cada vez hay más trabas para hacer las cosas. Hablar con Diputación, la sede electrónica... para ir a una feria hay que rellenar 50.000 papeles”, se queja.
Con todo, la ganadera se muestra encantada con su decisión de haberse dedicado al sector primario. “Es un mundo muy bonito, que tiene futuro”, apunta. Y apostilla: “Lo mejor de todo es que trabajas en casa, en lo que te gusta, en la naturaleza y con la familia”. La joven reconoce que los ataques del lobo a las cabañas ganaderas le inquietan, aunque por suerte no los ha sufrido en primera persona.
“La apuesta es de presente y de futuro”
De la ganadería a la agricultura y de Egino a Mijancas, en el municipio de Berantevilla, Ander Berganza es el segundo protagonista de esta historia.
Otro joven que, recién alcanzada la treintena, ha cambiado un trabajo estable en una empresa del sector del metal radicada en Gasteiz por el tractor y el cultivo de secano, tomando también el testigo de su padre, que pronto iniciará una merecida jubilación.
“Mi familia se ha dedicado desde siempre a la agricultura. No es un mundo ajeno. Se presentó la oportunidad y me metí en esto”, relata.
Fue ahora hace un año cuando Berganza comenzó su nueva vida como autónomo, primero compaginando las tareas en el campo con su trabajo en la factoría, hasta que le resultó “imposible” y pasó a dedicarse al 100% a la agricultura. Corría el pasado mes de mayo.
“Empezar de cero es imposible prácticamente. Acceder a la tierra está muy difícil”
“El balance es positivo. Estoy a gusto y además me ayudan en casa, me orientan... no es lo mismo que haber comenzado solo”, remarca Berganza. El joven, de hecho, reconoce que “empezar de cero es imposible prácticamente” en este mundo si no es tomando el testigo de otra persona, como en su caso. “Acceder a la tierra está muy difícil”, contextualiza.
En la suya cultiva los dos cereales de referencia del campo alavés, el trigo y la cebada, así como colza y girasol. Se ha planteado recuperar la remolacha que sus padres sembraron en su día, aunque los bajos precios le han retraído por ahora.
Berganza reconoce, al igual que Perez de Albeniz, que el excesivo papeleo es lo menos agradecido de su nuevo trabajo. “No me esperaba que fuera tanto”, asume. Además, advierte de que el sector primario vive “con incertidumbre” e “intriga” pues no siempre depende únicamente de su propio trabajo. “Los proyectos de placas solares, las prospecciones del TAV, la meteorología... hay muchos factores externos”, subraya. Reconoce, con todo, que la suya es “una apuesta de presente y de futuro”.
“Tengo ilusión y muchos años de aprendizaje”
Alexandra Leza ni de lejos se imaginaba hace solo unos pocos años que la viticultura terminaría convirtiéndose en su forma de vida.
Pese a ser logroñesa de nacimiento y haber estado siempre cerca por ello del mundo del vino, incluso profesionalmente, “nunca” había sentido un gusanillo que se despertó cuando un tío de su pareja se jubiló y les ofreció llevar sus viñedos, ubicados entre Villabuena y Elciego, a renta.
Ahí comenzó una aventura que en un principio compaginó con su trabajo en una fábrica, hasta que hace ahora alrededor de dos años se puso al frente de la explotación. Un tiempo durante el que también ha estado formándose en todo lo relacionado con la agricultura ecológica para “diferenciarse”.
“Busco la excelencia. Tal y como está el mundo del vino, o me desmarco de lo que hay o no veo salida. Tengo ilusión y muchos años de aprendizaje”, subraya.
“Siempre se ha dicho que el campo es duro, pero no estoy nada de acuerdo”
La implementación de cubiertas vegetales en sus viñedos es el mejor ejemplo de la apuesta de Leza, que por ahora únicamente se dedica a vender sus uvas, el 90% de la variedad tempranillo y el 10% restante, viura y malvasía –blancas–. “Ya veré si puedo elaborar vino en un futuro”, remarca. Por el momento maneja una producción pequeña, aunque en la última cosecha ya cerró sus primeras ventas.
A día de hoy, Leza se encuentra podando y picando sarmientos, un proceso largo, que se extiende durante todo el invierno. Utilizará esta misma materia orgánica para sus cubiertas vegetales, todo un ejemplo de economía circular.
“Apasionada de la naturaleza”, Leza se confiesa encantada de haber dado este salto al sector primario. Pese a la “crisis”, al “pesimismo” que hay entre los agricultores o quienes “intentan quitarte la idea de todo”. “Siempre se ha dicho que el campo es duro, pero no estoy nada de acuerdo. Venir aquí por la mañana con mis perros y trabajar con la Sierra Cantabria de fondo no tiene precio”, confiesa.