Este viernes se ha publicado el descubrimiento de una nueva especie hepática que solo está presente en seis lugares del mundo, dos de ellos en Álava: El Sphaerocarpos ibericus.

El hallazgo ha sido posible gracias a la labor colaborativa de un equipo de seis personas de diversos puntos de Europa, entre los que se encuentran Marta Infante y Patxi Heras, del Museo de Ciencias Naturales de Álava y cuyas muestras, recolectadas en Ávila y Álava se conservan en el Herbario VIT.

La nueva especie pertenece a un linaje vegetal que pasa desapercibido para el gran público: las hepáticas. Son, junto con los musgos, parte de un grupo de vegetales terrestres que entre los botánicos es conocido por el nombre de briófitos. Son vegetales de aspecto y tamaño humilde, pero que desempeñan grandes funciones ecológicas.

Descubierta una especie hepática nueva en Álava: el Sphaerocarpos ibericus Cedida

En todo el mundo hay unas 9.000 especies de hepáticas. Científicamente son muy relevantes porque constituyen uno de los grupos de vegetales terrestres más antiguos, cuya presencia en la Tierra se puede rastrear hasta por lo menos el Devónico Inferior, hace más de 400 millones de años, casi 200 millones de años antes de que aparecieran los dinosaurios.

Sólo se conoce, por el momento, de seis localidades, cuatro en España y dos en Portugal

Precisamente, el género Sphaerocarpos, al que pertenece la especie recientemente descrita nueva para la ciencia, forma parte de uno de los linajes más antiguos dentro de las hepáticas. Por ello, este tipo de vegetales son muy apreciados por los biólogos evolucionistas, porque contienen secretos y datos clave para entender cómo los vegetales conquistaron el medio terrestre a partir del acuático.

Además, es un linaje de supervivientes, pues a pesar de haber aparecido tan pronto en la historia de la vida en la Tierra, han llegado hasta nuestros días, superando crisis y catástrofes que provocaron extinciones masivas; eso sí con muy pocas especies, pues en todo el mundo sólo hay 12 especies de Sphaerocarpos.

El descubrimiento y descripción de Sphaerocarpos ibericus ha sido publicado en la prestigiosa revista especializada en briófitos Journal of Bryology.

El equipo que ha realizado la investigación y que dado a conocer el hallazgo está formado por seis personas de diferentes centros de investigación. Ha sido una labor colaborativa en la que han participado:

  • Marta Infante y Patxi Heras, del Museo de Ciencias Naturales de Álava, dependiente del Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Álava;
  • Modesto Luceño y Mónica Míguez, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla,
  • Begoña Quirós de la Peña, de la Universidad Carolina de Praga e Instituto de Botánica de la Academia Checa de Ciencias,
  • Jesús Muñoz, del Real Jardín Botánico (CSIC), Madrid.

Vive en suelos arenosos, sin cal o poca cal, que se mantienen húmedos durante el invierno y la primavera

Es además una hepática rara. Sólo se conoce, por el momento, de seis localidades, cuatro en España y dos en Portugal. De las españolas, dos se encuentran en Álava, en Fontecha y en el sur del Parque Natural de Izki, cerca de San Román de Campezo. Las otras están en Ávila, en el embalse de Rosarito, cerca de Candeleda, y en Salamanca, en la comarca de los Arribes del Duero. Las dos portuguesas se hallan en la provincia de Beira Litoral. No se ha encontrado en ningún otro país europeo ni otra parte del mundo, por lo que se trata, por el momento, de un endemismo ibérico, de ahí el epíteto “ibericus” de su nombre científico.

Sphaerocarpos ibericus tiene una ecología muy peculiar. Vive en suelos arenosos, sin cal o poca cal, que se mantienen húmedos durante el invierno y la primavera. Es una hepática anual: aparece, crece y fructifica en unos pocos meses, desapareciendo cuando llegan los primeros calores y la sequedad del verano, dejando en el suelo las esporas, en espera de que germinen con las lluvias y la bajada de las temperaturas del otoño.

En Fontecha se la encontró en un campo que llevaba muchos años sin cultivar, dentro de un ambiente de carrascal sobre las arenas de una terraza fluvial junto al río Ebro. La del Parque Natural de Izki vive en asomo rocoso de areniscas, junto a una cantera que lleva abandonada y sin perturbación humana mucho tiempo.