El cuidado de las personas dependientes es uno de los grandes retos a los que se enfrentan las sociedades más avanzadas. El número de personas que, por edad o por enfermedad, no pueden valerse por sí mismas no ha hecho más que incrementarse en los últimos años y la tendencia va a seguir en esa misma línea ascendente. Cada vez hay más personas que necesitan cuidados especiales para vivir y, por ende, cada vez hay más personas que se tienen que encargar, ya sea profesionalmente o por lazos familiares, de facilitar el día a día a ese colectivo de dependientes.

Detrás de todas ellas hay un cuidador entregando su vida –aunque sea durante un breve espacio temporal, casi todo el mundo va a tener que ejercer de cuidador en algún momento– y es básico también que esta persona cuente con una atención y unos cuidados que le permitan afrontar el esfuerzo –el físico, pero también el mental– que supone tener que afrontar el cuidado diario de una persona que no puede valerse por sí misma.

Porque, para muchas de ellas, cuidar a quienes más quieren se ha convertido prácticamente en su único objetivo vital y también precisan de quien vele por su salud física y emocional.

Son historias invisibles, que se viven de puertas para adentro. Pero eso no quiere decir que no existen. Las atenciones se las llevan casi siempre los dependientes, pero esas personas, mayoritariamente mujeres, que velan por esas personas que necesitan ayuda para sobrevivir también tienen su particular historia, que en muchos casos es de renuncia. La renuncia a vivir sus propias vidas con normalidad para volcarse en la ayuda de quienes lo necesitan.

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA se adentra en una de estas historias, la que tiene a Silvia Blanco Olivares como protagonista. “Llevamos cinco años como el pasodoble, todo seguido. Se puso primero mamá muy enferma, empezó a perder la cabeza y, con la ayuda de mi padre que estaba muy fuerte entonces, la atendimos hasta que murió en enero de 2021”, empieza a describir Silvia, antes de que Alberto, su padre y quien ahora recibe sus cuidados –cuenta también con la ayuda de su hermano, aunque es ella quien lleva el peso–, siga el relato: “Y ahora continuamos; la historia continúa”.

Aquejado de artrosis en la columna vertebral, Alberto tiene problemas de movilidad, además de padecer la enfermedad de Ménière –un trastorno en el oído interno que provoca mareos y la pérdida del equilibrio–, por lo que necesita ayuda para moverse por el riesgo de sufrir una caída. “Al principio era esporádico. Iba, venía, estaba un día o dos, tenía mi casa. Pero llega un momento en el que todo se complica y ya me quedé de continuo”.

Cambio radical

Un cambio radical en la vida de Silvia, más allá del traslado a casa de su padre. Dejó su trabajo, pues en esos momentos se dedicaba a cuidar a un matrimonio también dependiente, y también comenzó a ver limitado el tiempo que dedicaba a su ocio y a sí misma.

"A mucha gente se le cae el mundo encima y se le rompe la vida totalmente"

“A mucha gente se le cae el mundo encima y se le rompe la vida totalmente. Te hipotecas. Yo no tengo niños pequeños, pero imagina... ¿qué haces? Es muy complicado porque lo mismo da que te lo lleves o que te traslades tú. Es difícil hacer cosas normales porque no sabes cuándo puede surgir un imprevisto.

En tres meses se ha caído dos veces... El gran problema es que no puedes hacer planes; puede que no pase nada y haces lo que tenías pensado, pero tienes que contar con que alguien pueda venir a cuidarlo, con que esté relativamente bien... El otro día bajé a hablar con la vecina y se abrió la cabeza. Baja tranquila que estoy perfectamente. Y a los cinco minutos me llama por teléfono. Subí con la vecina y... lo que nos encontramos... Estaba en el suelo con una brecha en la cabeza, el ojo morado, una buena avería”, explica.

Hipoteca, laberinto... Alberto es ahora quien recibe los cuidados de su hija, pero habla desde la voz de la experiencia porque ese mismo papel de cuidador le tocó ejercer a él con Roser, su mujer. “Vas entrando poco a poco y no te das cuenta porque estás con la persona que más quieres, pero vas entrando en un laberinto y no sabes que estás dentro hasta que desaparece.

En mi caso, más de un año después de fallecer mi mujer me dije corcho, si ya estoy libre. Ya sentía que no tenía que estar pendiente de otra persona; porque cuando estás pendiente de otra persona, tú dejas de existir. Tu dolor es menor, tu capacidad es menor... desapareces prácticamente y perteneces a esa otra persona. Es el mayor problema que existe en estos casos, que dejas de vivir tu vida y en todo momento estás pensando en el otro”.

"Vas entrando en un laberinto y no sabes que estás dentro hasta que desaparece"

Porque, como recoge el relato Isabel, el cambio llega cuando toca renunciar a la vida propia. “Si es algo puntual no se nota, pero cuando te das cuenta de que ya es de continuo... te pesa. Y organizarse con todo es problemático. Yo por ejemplo toco el piano, pero lo tengo en mi casa y no aquí...

Hay muchos inconvenientes que al final se van multiplicando.Por ejemplo, hemos tenido un verano bastante malo, que ha pasado dos neumonías, y no ha habido forma de remontar como para pararme a pensar que puedo ponerme a hacer algo”.

Las palabras de hija y padre se pisan y se suceden. Uno toma la palabra del otro y expone su visión de esta vida que cada uno vive desde su lado, pero siempre en común.

“El problema mayor –sigue Alberto– es que no puede contar con una vida continua de hacer cosas. Te ha caído El Gordo porque esto no lo haces porque quieres. Es mejor estar trabajando porque esto no está bien pagado y es mucho más costoso. Y, aunque ella no lo nota, entra en un ciclo de depresión. Lo consigue paliar un poco con las salidas esporádicas que tiene, con la ayuda de su hermano. Pero es como meterte en una urna y ver que no puedes continuar con lo que tú quieres, sino que tienes que estar atento a las necesidades del otro”.

Y quien recibe los cuidados, también lo pasa mal: “Se sufre también y tienes que hacer un esfuerzo para que ella no note que sufro. Te ves como una persona que está molestando... Este ciclo es continuo, es una hipoteca para una persona. También para el que cuidan es malo, yo quisiera que no se preocupase tanto”.

Conocerse mejor

Aunque siempre han sido una familia muy unida, el pasar tanto tiempo juntos ha estrechado aún más los lazos entre Silvia y Alberto. Sobre todo porque el padre mantiene sus capacidades mentales en perfecto estado y su limitación es solo física, por lo que pueden mantener una relación bastante normal. “Tengo suerte de que se puede hablar con él y mantener una conversación y es prácticamente autónomo. A mi madre la teníamos que coger entre los dos, se nos caía... Tuvimos que llamar a la policía tres veces porque no la podíamos levantar. Ahora no tengo un trabajo físico de tener que levantarlo o llevarlo o traerlo, porque es que, además, tampoco podría”.

La convivencia la llevan bien y al unísono, entre risas, reconocen que quien manda en casa es Alberto. “Hemos sido una familia muy unida, pero así te conoces más. Muchas veces le digo que no sabía que era tan tozudo y caprichoso. Discutir no discutimos, pero es un mandón. Hay domingos que vienen mis amigas a tomar el vermú y a las dos y media ya está diciendo oye, yo ya tengo hambre”, relata. “Procuro no estar pidiendo todo el rato y que no se preocupe, pero... al final me muevo en la cama y ya viene corriendo a ver qué me pasa”.

¿Y qué hace para buscar evadirse del día a día de los cuidados? “Esos dos o tres días que me da mi hermano de margen o con mi vecina que bajo y nos pegamos unas charladas buenas. Antes leía mucho y me venía muy bien, pero ahora que ya no estoy tan bien de la vista he descubierto los audiolibros, que son algo fantástico”.

“Siempre que tenemos un problema, acudimos a Ascudean”

En la conversación con Silvia y Alberto un capítulo especial se lo lleva Ascudean, la asociación alavesa creada en el año 2000 por familias con dependencia y que ofrece ayuda de todo tipo tanto a los enfermos como también a los cuidadores. “Siempre que tenemos un problema, acudimos a Ascudean. Y nos han ayudado muchísimo. Nos dejaron una silla eléctrica para mamá, una grúa para moverla, ahora que papá ha pasado una época mala con las pulmonías también me han dado apoyo psicológico... Te ayudan mucho y te quitan una serie de problemas que si estás solo no sabes a dónde acudir y es más complicado”, relata Silvia.


Por su parte, Alberto pondera que en Álava la situación de las familias cuidadoras y de los dependientes es, pese a los problemas que tienen, bastante buena si se compara con lo que pasa en otros lugares y, sobre todo, gracias a la labor que está desarrollando Ascudean. “Álava es una de las provincias españolas con mayores y mejores asistencias y, dentro de este sistema, el trabajo que está haciendo Ascudean es el más importante. Y, aún contando con la ayuda de las instituciones que permiten potenciar estas ayudas, todavía no es suficiente. Desde Ascudean ayudan todo lo que pueden, pero es que no pueden llegar a todo. Estamos en una cultura de vejez prolongada, cada vez hay más personas que necesitan cuidados y no hay muchas personas cuidadoras, porque tampoco todo el mundo está preparado para prestar cuidados”, asegura.


El Gobierno Vasco es uno de los apoyos que tiene Ascudean en su trabajo de ayuda a las familias cuidadoras. El programa Etxean Zaindu duplicó en 2023 las peticiones de ayuda a personas cuidadoras y atendió a un total de 364 familias. El objetivo era ofrecer un plan de cuidados más individualizado, promover y proteger la autonomía personal, reducir la sensación de sobrecarga y estrés vivida por las familias cuidadoras, y brindar apoyo emocional y psicológico. Fruto de este programa, 364 familias cuidadoras recibieron un plan individualizado de atención en 2023, lo que les permitió afrontar de manera más efectiva los desafíos asociados al cuidado de personas en situación de dependencia.

El tiempo es oro

Cuidar a una persona dependiente, sobre todo cuando es un familiar, es una tarea que exige una dedicación constante. Y que no deja tiempo para casi nada más. Y, por su experiencia personal y el contacto que mantiene con otras personas en su misma situación a través de Ascudean, precisamente el disponer de tiempo para sí mismos es lo que más echan de menos estos cuidadores por obligación.

“Todo el mundo coincidimos: nos gustaría poder tener nuestro tiempo de pensar que estás tranquilo y que no pasa nada. Y que si pasa, está bien atendido. Y poder desconectar completamente porque yo ahora ni aunque esté mi hermano desconecto. Y sentir que tienes tu vida, que puedes ir y venir y hacer”.