El arqueólogo ayalés y miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Jon Obaldia Undurraga, está contento y no es para menos. De hecho, la quinta campaña de intervención arqueológica llevada a cabo este verano, en la cima del monte Babio en Izoria (Ayala), para desentrañar los secretos del poblado fortificado que allí se encuentra, ha cumplido con buena parte de los objetivos marcados.

Y es que la datación del carbón hallado tanto en la muralla inferior como en la superior les ha permitido probar que “estuvo ocupado entre el 800 y el 450 antes de Cristo; es decir, del Bronce Final a la primera Edad del Hierro”. No solo eso, sino que se dieron diversas fases de poblamiento en una horquilla de entre 300 y 500 años, ya que han dado con pruebas de que “reformaron una parte de muralla que se les cayó. Algo que ocurre tras muchos años y que no se molestarían en arreglar de no tener la intención de volver a ocuparlo”, ha explicado a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA Obaldia, que lleva dirigiendo la excavación, desde su inicio en 2018.

Asimismo, esta quinta campaña –abordada entre el 31 de julio y el 12 de agosto– les ha permitido terminar de documentar todo el sistema defensivo del poblado, conformado por dos murallas paralelas concéntricas que abrazan la cumbre.

“Una de 247 metros y otra de 600, y de bastante altura, en una ubicación sumamente estratégica, pues desde allí podían controlar la entrada y salida de mercancías, tránsito humano, e incluso militar, a todo el Alto Nervión”, subraya Obaldia. Este también ha explicado que “la de arriba esta más trabajada, con suelo preparado para que esté llano y evitar filtraciones, y con enlucido de barro cocido tanto en su cara interna como externa; mientras que la inferior solo presenta este acabado en exterior, y no se preocuparon de alisar el terreno para facilitar el tránsito, y está asentada directamente sobre la roca madre. Algo difícil de mantener”, matiza.

Tres años más

De aquí que los investigadores –este año un equipo de trece personas, procedente de sitios tan dispares como Valencia, Madrid o Sevilla, así como de Euskadi, entre los que se encuentran restauradores, doctorandos y arqueólogos o historiadores– hayan documentado el citado derrumbe, localizado en la cara interna. En donde no ha habido suerte es en la cata abierta en el extremo de la primera muralla para localizar uno de los accesos al poblado. “Confiábamos en un área en la que localizamos un rebaje, pero no hemos dado con ello”, reconoce.

Y es que el castro de Babio –descubierto en 1981 por el ya fallecido sacerdote y fundador de la asociación etnográfica Aztarna de Amurrio, Félix Murga– tiene una superficie total de 10 hectáreas por lo que, dada su extensión y la dificultad de encontrar construcciones o restos de interés, se esté recurriendo, campaña tras campaña, a realizar sondeos.

“Lo ideal sería poder hacer una excavación abierta, consolidar los restos y musealizarlos, pero eso requiere de mucho dinero”, explica quien sí confía en poder seguir “tres años más para abrir una nueva zona de cata, un 2x10, para ver si damos con alguna zona de hogar y así ya tendríamos el puzle completo”.

Divulgación

Lo que sí tienen previsto, “si nos sigue apoyando el Ayuntamiento de Ayala y la Junta Administrativa de Izoria, que creemos que sí”, es hacer una memoria y cartelería de todo lo hallado con fines divulgativos. “Es un recurso muy interesante para los centros escolares del entorno, que se puede complementar con los estudios realizados en otros poblados coetáneos de los alrededores, como el existente en la cercana cima de Peregaña, en la localidad ayalesa de Oceka, que abarca 20 hectáreas, o los de Santa Águeda y Santa Cristina en Orduña”, matiza.

De momento, en materia de divulgación, cada campaña está llevando pareja la oferta de una visita guiada al enclave que, este año, tuvo lugar el 5 de agosto. En ellas las personas asistentes han podido conocer de primera mano el sistema defensivo de este poblado, vinculándolo a su hábitat, economía o explotación del medio y, con ello, la razón de su existencia.

Otra de las grandes incógnitas a la que están ayudando a dar respuesta los restos que van saliendo a la luz. En su mayoría, cerámica decorada “con los dedos e incisiones” y sin decorar que, “en laboratorio van a arrojar cosas interesantes”, pequeños elementos de bronce, y una ingente cantidad de restos óseos animales como “cerdos, cabras y ovejas, y algo de caballo” que, sumado a la importante pieza de la quesera de casi dos mil años de antigüedad encontrada hace dos años, confirma el carácter ganadero y pastoril de los moradores de esta cima en la época prerromana; sin olvidar el agrícola, porque también han encontrado semillas.

La tesis que baraja el experto es que se trataba de autrigones, una etnia guerrera que vivía por temporadas en la cima del Babio dedicados al cuidado del ganado. Todas las pruebas, de hecho, apuntan a ello, aunque para confirmarlo al cien por cien habrá que seguir investigando sobre el terreno.