Juan Mari se enfunda el traje de ciclista, revisa su bicicleta y enfila su jornada de entrenamiento. Pedalea de Ullibarri a Landa, para seguir después la carretera hacia Agurain. Está enganchado a la bici. “Es mi droga”, dice. “Entreno martes, miércoles y jueves; el viernes descanso; el sábado y domingo, voy a tope y el lunes, descanso de nuevo”, detalla. Por delante le quedan ciento y pico kilómetros sobre el sillín, que es la distancia que acostumbra a recorrer.

Tras el esfuerzo, comerá una ensalada, se dará un baño en el embalse y regresará a Amorebieta. “Me gusta venir a esta zona de Álava por la paz que se respira, soy un tipo muy tranquilo, he sido medio hippy, y este entorno es perfecto para andar en bici; no hay ruido de aviones ni tanto tráfico”, considera el ciclista vizcaíno.

Sin embargo, pese a su argumentación, la sinuosa carretera del pantano es ya a las diez de la mañana un incesante ir y venir de ciclistas que pedalean solos, en pareja y en pelotón. Es julio, domingo, los escolares están de vacaciones y el termómetro amenaza con pasar de los treinta grados, una combinación ideal para que apenas queden huecos libres en el parking de Landa, abarrotado de turismos y caravanas, muchas caravanas. 

Bicis, motos, caravanas...

Parece que, tras el revuelto mes de junio, el segundo fin de semana de julio se ha convertido en el verdadero pistoletazo de salida del verano, aunque la temporada de baño lleve ya semanas con la bandera izada. 

“El mes de junio ha sido flojo, por el tiempo; esperemos que el verano sea mejor”, comenta Sheila, al tiempo que atiende a los primeros clientes de la jornada dominical. 

Vende pan y repostería Mañueko en el puesto instalado a la entrada del aparcamiento de Landa. Lo hace a lo largo de todo el año desde que pasó la pandemia, pero reconoce que el verano acerca a muchas personas al pantano, incluso en agosto, aunque se diga que baja la afluencia porque la gente se va de vacaciones fuera. “Que va, en agosto también se llena de bicis, motos, caravanas; es más, el año pasado hubo mucho movimiento hasta octubre”, asegura mientras sirve otra barra de pan. 

“Aquí se vende muy bien y de todo: rosquillas, pastel vasco, tarta de queso Idiazabal...; la gente que viene a pasar el día se trae la comida de casa y aquí compra el pan y, de paso, se lleva el postre; lo malo son las avispas”, lamenta Sheila dispuesta a combatir otro caluroso día. Frente a ella, los primeros usuarios también se acercan a comprar un saco de patatas al puesto de un baserritarra que vende productos de su huerta.

El pantano da mucho juego

Y es que, el pantano da mucho juego. Además de abastecer de agua a Vitoria y Bilbao, es un entorno natural privilegiado, que rebosa paz y tranquilidad la mayor parte del año. En cambio, días como ayer se pone a tope. Con todo, hay personas que lo prefieren al “agobio” de la playa, comentan algunos bañistas desde la terraza de Etxezuri. Unos resaltan que es un lujo. Otros que está aquí al lado. Y los más, que no tienes que hacer una hora de coche hasta la costa. El pasado año recibió 203.511 visitantes.

“Está guapísimo, la verdad, a veces no reconocemos lo que tenemos en casa; el otro día vinieron unos catalanes y se quedaron sorprendidos del entorno, no tenían ni idea de que existiera algo así”, comentan Sergio y Aitor mientras se enfundan el traje de neopreno e inflan la tabla de paddle surf. Apenas tiene un mes y este fin de semana la van a estrenar. Tienen intención de adentrarse en el embalse y dar la vuelta a la isla de Zuaza. “Si te alejas un poco y te metes por ahí, parece Suiza”, valoran estos gasteiztarras, que prefieren las aguas del embalse de Ullibarri a las olas del mar. 

“El mar es divertido porque te estás cayendo todo el rato al agua, pero es mejor esto”, aprecian, acostumbrados también a practicar deportes náuticos en Corconte, en el llamado pantano del Ebro, entre Burgos y Cantabria. “Éste es más bonito, el del Ebro tiene más viento”, se decantan dispuestos a hacer tres horas de abdominales, piernas y brazos sobre la tabla sin demasiado esfuerzo. “Lo único que hay que hacer es estar al loro del otro por si se cae al agua para partirte de risa”, bromea Aitor.

Agua más caliente

Desde que se iza la bandera de espacio apto para el baño, miles de personas se acercan a Landa, Ullibarri y Garaio para darse un chapuzón, pasear a los perros, comer con la familia, cubrir rutas en bici y andando e incluso adentrarse en el interior del embalse en velero, tabla o piragua. Las mesas sobre la hierba aún húmeda por la tormenta del jueves pasado son el lugar elegido por familias enteras para colocar toallas y descansar a la sombra de un árbol, mientras niños y niñas juegan con el balón en la orilla del pantano. 

El agua está más caliente y el nivel del embalse se ve algo más bajo; con todo, los socorristas que se suman al mediodía a su puesto están vigilantes ante posibles rescates en el agua, sobre todo por calambres y subida de gemelos, cortes, heridas, picaduras...

Nekane camina por el paseo con dos bastones y acompañada por Iñaki. “Andamos doce kilómetros, ida y vuelta de Ullibarri a Landa, pero no me baño, me da cosa, me siento más segura en la piscina o la playa”, comenta al observar a los bañistas adentrarse en las aguas del embalse.