¿Cuál es la línea que separa la tristeza de la depresión? Aitziber Altuzarra, psicóloga en el centro médico gasteiztarra IMQ Abendaño, remarca que la "principal diferencia" entre ambas se encuentra en "la intensidad, la duración y, sobre todo, el motivo".
La profesional, a las puertas del Día Mundial de Lucha contra la Depresión que se celebra este viernes 13, contextualiza que la tristeza es una de las emociones más habituales en el ser humano, que incluso puede ayudar a la persona a adaptarse a situaciones negativas, mientras que la depresión es un trastorno mental, el más frecuente dentro de las patologías psiquiátricas.
Una respuesta natural
Altuzarra remarca que la tristeza constituye "una respuesta natural ante situaciones concretas", como pueden ser una pérdida importante, unas expectativas incumplidas o una enfermedad física, situaciones en las que el dolor "se manifiesta de diversas formas; desde el llanto hasta la falta de motivación o de energía, de apetito o actividad".
"Todos la experimentamos en alguna ocasión, como la alegría, el miedo o la ira, entre otras", apunta la especialista.
Ahora bien, Altuzarra advierte de que "si la tristeza se prolonga en el tiempo de forma excesiva, impide a la persona seguir adelante con su vida y genera un malestar muy intenso, se considera que puede estar convirtiéndose en depresión".
"Dada esta cercanía, conocer y entender las diferencias entre tristeza y depresión resulta vital para poder dar con el tratamiento adecuado a cada caso", apunta de nuevo la psicóloga.
Criterios diagnósticos
Los criterios diagnósticos de depresión mayor en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) requieren la presencia de un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día y la disminución o ausencia de interés o placer en casi todas las actividades durante un período de al menos dos semanas.
Además de esto, han de estar presentes cinco o más de los siguientes síntomas adicionales: alteración del peso o de los hábitos alimentarios, alteración del sueño, agitación o lentitud psicomotora, dificultad para pensar o concentrarse, sensación pertinaz de fatiga, sentimientos frecuentes de culpa o inutilidad y pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.
La patología implica un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día y la disminución o ausencia de interés o placer en casi todas las actividades durante al menos dos semanas
La especialista recuerda que la valoración de cada caso "debe ser exhaustiva". Porque, de lo contrario, se corre el riesgo de patologizar una reacción normal como es la tristeza, al tener elementos en común con la depresión.