La alcaldesa de Lapuebla de Labarca, Maite Córdoba, ha anunciado la inminente entrada en funcionamiento del primer albergue del Camino Ignaciano por Rioja Alavesa.
Está ya prácticamente terminada la adecuación del edificio de la antigua hermandad, una pequeña casa de dos plantas, situada en el casco histórico de la localidad ribereña. Se trata de un albergue capaz de poder atender a 6 u 8 personas que cuenta con una cocina, servicios y un salón en la planta baja y dormitorios con literas en la estancia superior, dónde -si se hiciera necesario- se podría ampliar con una pequeña obra.
La instalación la gestionará el propio Ayuntamiento, al igual que su mantenimiento que se hará con personal municipal, por lo que su funcionamiento no supondrá una carga para las arcas de la localidad. Las obras y dotaciones han contado con apoyo financiero de la Diputación de Álava y del Gobierno Vasco, a través del programa de desarrollo rural Leader, que aportó 65.000 euros a través de la ADR de Rioja Alavesa, para reformar el interior y adecuarlo como un albergue.
Las primeras iniciativas en tierras alavesas para promocionar el Camino Ignaciano comenzaron en Zalduondo, donde se acondicionó y equipó la ermita de San Adrián como albergue. La ayuda ascendió a 9.163 euros para la rehabilitación de la cubierta y otros 3.425 euros para equipamiento de mobiliario de los espacios de dormitorio y pequeña cocina. Otro de los proyectos subvencionados fue el de San Vicente de Arana, donde no había ningún albergue de estas características. Allí se rehabilitó y acondicionó un inmueble propiedad de la Junta Administrativa de San Vicente que se utilizaba como vestuarios deportivos ubicado en el casco urbano del municipio. Finalmente, en Santa Cruz de Campezo se rehabilitó un edificio en el casco urbano del municipio (antigua Casa de los Maestros) para su uso como albergue con una capacidad de entre 50 y 70 personas.
Con esta infraestructura se incrementa el valor que tiene Lapuebla de Labarca como enclave ignaciano, ya que la anterior alcaldesa, Maider Murillo, al reformar un parque que fija la salida del casco urbano hacia la provincia vecina, lo dedicó y denominó como parque del Camino Ignaciano.