- La arquitecta tomará parte hoy en el XXIII Encuentro por la Igualdad de la Llanada Alavesa, que se celebrará en Elburgo, dentro del programa de Laia Eskola.

Como colectivo, les gusta más hablar de urbanismo feminista que de urbanismo con perspectiva de género. ¿Un paso adelante?

-Sí, es un paso más, porque el urbanismo feminista va hacia una transformación social, en nuestro caso de los espacios. Y la perspectiva de género se aplica dentro del urbanismo feminista. Para que nos entendamos, la perspectiva de género sería la herramienta para analizar y el urbanismo feminista, la teoría y la práctica.

¿En qué debería traducirse esa transformación social de los espacios a la que se refiere?

-El urbanismo feminista se basa lógicamente en el feminismo, que lo que propone es un cambio de paradigma donde ponemos los cuidados en el centro. Esto lo trabajan mucho las economistas feministas, como Amaia Pérez Orozco, que hace un trabajo espectacular y es una referente para nosotras. Esta transformación se basa en un cambio de prioridades que pone la vida en el centro, entendiendo que lo que ahora se ha puesto en el centro es el capitalismo y, dentro del capitalismo, el patriarcado. El urbanismo feminista, dentro de este paraguas, trabaja en cómo los espacios de pueblos o barrios pueden favorecer los cuidados de las personas y del entorno. Otro de los temas que aborda es el de las violencias machistas, porque es un reclamo y una contribución para poder erradicarlas. También hay aspectos dentro de los espacios, de la manera de diseñarlos y de pensarlos, de utilizarlos, que pueden contribuir igualmente a la percepción de seguridad diferenciada para las mujeres. Y una tercera pata sería la participación y el reconocimiento de las mujeres en todas las esferas de la vida y, dentro del urbanismo, evidentemente como profesionales y, sobre todo, como vecinas que habitamos los territorios. Se trata de visibilizar el rol de género e intentar corresponsabilizar los cuidados, que no seamos las mujeres, mayoría en el mundo, quienes nos encarguemos siempre de esto. Con esa participación, podremos explicar muchas cosas de nuestra experiencia cotidiana vital que no podrán hacer otras personas.

¿Hay ejemplos a seguir en nuestro entorno cercano de espacios que estén caminando hacia esa transformación necesaria?

-Hay diferentes. Como sucede con todos los urbanismos, éste se trabaja también a diferentes escalas. Esto es importante, porque no sólo hablamos de arreglar espacios de proximidad. Un banco bien ubicado nos puede dar un apoyo sustancial para la autonomía de una persona mayor, para amamantar en el espacio público, para descansar cuando vamos de un sitio a otro, para reunirnos o para conversar con nuestra red de apoyo mutuo, pero el modelo urbano y territorial también se aborda desde esta mirada. Y aquí hablamos de ciudades, pueblos, barrios y entornos que nos ayuden a corresponsabilizar los cuidados, por ejemplo.

¿Y cómo lo conseguimos?

-La proximidad, que podamos ir a pie idealmente, en bicicleta o en transporte público a todos nuestros servicios cotidianos, como los centros de salud, las escuelas, los comercios de proximidad o los centros sociales y de trabajo, es muy importante. También tiene que haber una diversidad de usos, porque no es bueno vivir en barrios o en pueblos donde sólo podemos habitar nuestras viviendas pero no tenemos un comercio donde comprar mínimamente el pan o la leche, una escuela infantil o un centro para mayores. La vitalidad de los espacios para poder reunirnos también es clave. Y todo esto lo puede definir la planificación territorial. Si no se piensa de esta manera, se llega a la sectorización o funcionalización de los espacios que promueve el urbanismo tradicional: Aquí van las zonas de trabajo, aquí las de estudio, aquí un gran equipamiento de salud, aquí una escuela, todo disgregado. Y las personas, uniendo todo eso como puedan. Entre medio de ese banco del que hablaba y de esta planificación territorial está también el diseño de los espacios públicos: Con diversidad de usos y de mobiliario, bien iluminados, con lavabos públicos para que podamos prolongar su uso, seguros, para que podamos ir y venir a cualquier hora, sobre todo las mujeres y las niñas... Y la movilidad es básica, porque entreteje todo. Nuestras viviendas, nuestros espacios públicos y nuestros equipamientos.

Viendo como están diseñadas las grandes ciudades, es evidente que queda un camino muy grande para mejorar la vida de las personas.

-Sí, y no solamente las grandes ciudades. Evidentemente, éstas tienen unas grandes cualidades para favorecer el urbanismo del que hablamos por lo compactas que son y por lo diversas que pueden ser. En su mayoría, y dependiendo del contexto, en España hay una buena base en las ciudades para poder maximizar esto y trabajar esas cualidades. Ahí está Vitoria, por ejemplo. No digo que no las hayan empezado a trabajar desde la sostenibilidad u otras aproximaciones, pero a veces se alejan de otras cualidades como el conocimiento mutuo, por la falta de espacios para reunirnos, por ejemplo. O por el alejamiento de los entornos naturales. Y aunque en los entornos más rurales sí nos encontramos con estas cualidades, como la convivencia, ir a pie o en bici, nos falta toda esa diversidad de usos o el poder corresponsabilizar los cuidados. La lectura, por ello, debe ser transversal e integral de todo el territorio, y aquí la movilidad vuelve a ser clave.

La construcción de espacios seguros para las mujeres en las calles es otra de las reivindicaciones históricas del feminismo. ¿No hay un estancamiento en este ámbito?

-En varias localidades vascas se hicieron los mapas de la ciudad prohibida, a cargo de nuestras compañeras de Hiria Kolektiboa, que para nosotras son también unas referentes. Su trabajo, desde el año 2002, es histórico. Llevamos mucho tiempo hablando de esto, sí, como mínimo desde hace 50 años. En este tema aún falta, porque debe haber una mirada también integral de la seguridad, donde no hablemos sólo de la iluminación, que es algo que se está haciendo y es fantástico. Pero la seguridad de las mujeres también tiene que ver con los espacios vividos, la mezcla de usos, la vitalidad en las calles, la seguridad para poder recurrir a sitios que nos ayuden, una movilidad segura a nuestros espacios de trabajo o de ocio nocturno, con paradas de transporte bien ubicadas para que podamos trasladarnos a todas horas... Por tanto, es una dimensión muy amplia a tratar.