- El pasado mes de marzo, Gemma Marrón, abogada con experiencia en violencia de género y miembro del Colegio de la Abogacía de Álava, viajó a Sololá, Guatemala, para conocer de primera mano el trabajo que desarrollan Amludi (asociación de mujeres luqueñas para el desarrollo integral) y Solidaridad Internacional en la protección de mujeres víctimas de violencia de género.
Dentro del proyecto de cooperación al desarrollo de Defensa de los Derechos Humanos de las mujeres víctimas de violencia machista en San Lucas Tolimán y Santiago Atitlán, Sololá, Guatemala, financiado por el Ayuntamiento de Vitoria, se ha traído consigo multitud de relatos y vivencias. De la mano de Vitalina Díaz Cruj y otras mujeres de Sololá se creó hace quince años Amludi, que trabaja en defensa de los Derechos Humanos de las mujeres que viven en zonas rurales y desde 2009, con la colaboración de Solidaridad Internacional, brinda protección a mujeres víctimas de violencia machista.
¿Era la primera vez que hacía un viaje de estas características?
-Sí, fue el primero. A Solidaridad Internacional la conozco a través de un proyecto en el que colabora el Colegio de Abogados -dos compañeros fueron a Palestina con ellos-, en cuya junta estoy yo en estos momentos. Empecé a tener relación con ellos, a ir a algunas de sus charlas, y como estoy en el turno de violencia de género y colaboro con asociaciones, nos propusieron un nuevo proyecto con el Ayuntamiento en el que planteaban el hecho de poder intercambiar la visión de una abogada española con la de una abogada de Guatemala. Me pareció interesante, y cuando me lo propusieron les dije que podían contar conmigo.
El Colegio de Abogados de Araba tiene, por tanto, presente ese componente solidario, ¿verdad?
-Es cierto, y es que nos han trasladado que estos proyectos necesitan estar avalados por entidades. Cuando me acercaba a esas charlas que daban, el Colegio de Ingenieros, por ejemplo, también participaba. Respecto al Colegio de Abogados, da la casualidad de que los últimos proyectos que ha hecho Solidaridad Internacional estaban muy relacionados con todo el tema jurídico. Es verdad que desde el colegio se avaló tanto el proyecto de Palestina como el de Guatemala, y esperamos seguir colaborando con ellos en la medida en que podamos.
Su viaje comenzó el 1 de marzo y concluyó el día 10, justo antes de que estallara la crisis de la covid-19. ¿Cómo vivió esta situación allí?
-Es cierto que la situación allí del covid no te creas que era algo que preocupaba. Yo trasladaba más la preocupación que recibía de aquí que lo que viví allí, en la aldea en la que estuve. No había esa preocupación. Sí que lo percibí en el viaje de vuelta, en los aeropuertos, porque la gente iba con mascarilla y muy preparada, pero en la aldea en la que yo estuve, para nada. Ahora tengo relación con ellos y me cuentan que no pueden mantener un confinamiento como el que tenemos aquí, porque es imposible detener la actividad de los mercados de la calle, de la recogida del café, etcétera. Por eso, lo que están haciendo es implantar un toque de queda con el que se puede salir a la calle de una hora a otra. Se han cerrado los colegios, pero lo que es confinamiento como el que hemos tenido aquí no ha habido. Las personas con las que he estado allí me trasladan esta situación.
Antes de partir, ¿tenía alguna expectativa de lo que se encontraría al llegar?
-Antes de ir me documenté, y las expectativas que tenía se cumplieron, pero también me sorprendió mucho, porque llegué a un pueblo pequeñito donde la mayoría de las mujeres y hombres que viven allí hablan su dialecto, el kakchiquel. Ya partimos de que a muchas mujeres les cuesta mucho denunciar lo que están sufriendo y encima no saben expresarse en español. Ellas se sienten mucho más cómodas comunicándose en su dialecto, y como es minoría, en los juzgados es complicado y en ese sentido están aisladas, porque además son pequeñas aldeas. Además, las ayudas que tienen son de intervención internacional. Eso es para valorar, porque yo no me esperaba eso; la justicia también es diferente a la nuestra.
¿A qué cree que se debe que las ayudas sean internacionales?
-Supongo que el país se centrará en otras cuestiones, pero en tema de violencia las ayudas como te digo son de fuera. Partimos de la educación yo creo, porque aquí la clave está en educar a los niños, porque tu veías a niñas que se casan con quince años. Aquí nos parecería impensable. También es cómo se sienten ellas, y la situación es complicada; sería un cambio estructural el que habría que hacer. Cuando valoras y hablas con ellas acerca de cuántas mujeres pueden llegar a venir a Amludi, me decían que la media era de cincuenta mujeres que se atreven a ir a denunciar y a contar su caso, que es muy importante.
¿Hay alguna situación que le contaran desde la asociación y que le impactara especialmente?
-Un caso concreto de mujer que denuncia, su marido acaba en prisión y ella es la que trabaja para pagarle la fianza y sacarlo de la cárcel; o que se acuesta con internos de la prisión para que le paguen luego a él porque cuando entras no tienes ni dónde dormir, ni qué comer, y todo lo tienes que pagar. Había un caso que me contaron que yo dije "madre mía", porque era la propia mujer víctima la que iba a prisión, se prostituía, y le pagaban a él. Desde Amludi hacen muchas charlas, pequeñas reuniones informales para concienciar a las mujeres porque tú hablabas con las voluntarias de la asociación y te decían que no sabían que lo que dice tu marido no tiene por qué ser la verdad, o que no te mereces una bofetada. Eso me sorprendió.
¿Hay hombres que también las apoyan en este camino?
-Sí, la verdad es que yo les preguntaba por sus maridos y algunas me decían que les habían apoyado desde el principio, y otras me decían "ahora me entiende". Lo que me gusta de Amludi es, como dijo una de las voluntarias, que busca hacer las cosas con cariño. Llaman al hombre a que participe en las charlas, en los cursos, en los proyectos. Hay hombres que realmente están a favor de este proyecto y me gustó el hecho de que les abren los brazos, de que trabajan en la inclusión del hombre. Es una cosa muy positiva que yo percibí, aunque en diez días tampoco tuve tiempo de descubrir mucho, claro está. Ya te digo que me gustó que quisieran concienciar a todos, a niños, a mujeres, a hombres, a todo el mundo.
Por lo que cuenta, desde Amludi llevan a cabo una labor muy compleja y completa. Si pudiera definirla en una sola palabra, ¿cuál escogería?
-Usar una sola palabra no es fácil, pero lo que sí es seguro es que ayudan a la mujer a avanzar. También lo definiría como imprescindible y necesario, pero eso se da por hecho, porque el tema económico es un factor determinante. Al fin y al cabo, le dan la opción a la mujer de avanzar y salir de allí, porque a veces no se atreven a separarse ya que la mujer vive en casa de su suegra y al final no tiene nada, e igual tiene cuatro o cinco hijos. Otra cosa buena de Amludi es que se intenta dentro de las posibilidades económicas y los protocolos de atención a la víctima, gestionar. No es como aquí, que hay pisos a los que la víctima puede acudir con los niños. Es que sepan que van a acudir allí y se les va a ofrecer una solución. Sobre todo también, partimos de que en nuestra sociedad ha costado concienciar y hay gente que aún tiene sus matices sobre violencia, pero allí partimos de la base de que lo que dice el hombre va a misa, y no se denuncian violaciones porque aunque tú dices que no, él dice que sí. Ocurren cosas tremendas, y entonces la posibilidad de denunciar, que te ayuden en ese camino durísimo, creo que es donde el papel de Amludi es muy importante, evidentemente, hasta donde puede llegar.
¿Hay alguna dificultad para esta asociación?
-Sobre todo, incertidumbre. Todo ese engranaje que tienen, cada equis tiempo están con la incertidumbre de que el Ayuntamiento tiene que aprobar ese proyecto, y si no lo hace se puede acabar. Ahora tienen trabajadoras por cuenta ajena, han integrado una abogada, una psicóloga y una trabajadora social; y tienen administrativos en la oficina. Si no hay ingresos, no se puede mantener, porque con las voluntarias se puede, pero no se puede llevar a cabo el proyecto que se está haciendo ahora.
¿Y qué hay de sus fortalezas?
-Una muy importante es la buena prensa que tienen, por el buen trabajo que hacen porque se centran en ayudar a la mujer. Son muy luchadoras, pero es una lucha muy razonable, siempre de integración. Quieren sumar, nunca restar.
¿Con qué sabor de boca ha regresado finalmente después de haber visto y escuchado todas estas vivencias del día a día?
-Yo diría que con un sabor agridulce. Vi que trabajaban y hacían muchas cosas, y la sensación agridulce es porque realmente si no hay un apoyo del Ayuntamiento es imposible que eso salga. Mantenerlo solo con subvenciones internacionales, al final provoca una incertidumbre constante. Yo vine con el tema de que políticamente se hiciera más. La ley de violencia de Guatemala es maravillosa, pero no tiene los mecanismos para llevarla a cabo. Cuando les contaba el protocolo de una mujer víctima de violencia en Vitoria, sorprendía que puedas coger a esa madre y a sus hijos y tenerlos atendidos de alimentación, alojamiento, etc. Las distancias y carreteras que hay allí, puede parecer una tontería, pero son determinantes. Si te tienes que desplazar con tus cuatro hijos en un autobús para hablar con la abogada, pues al final muchas veces... Amludi trabaja en San Lucas Tolimán y en las aldeas de alrededor, y la labor que realiza es maravillosa, pero siempre te gustaría que todo fuera más rápido y tuviera el apoyo que necesita. Y Vitalina Díaz Cruj (una de las creadoras), por ejemplo, ahora ha conseguido un puesto en el ayuntamiento, y creo que va a conseguir mucho, o por lo menos va a dar mucha guerra (sonríe). También, además del asesoramiento jurídico y psicológico, intentan que la mujer opte a un trabajo, hacer cooperativas de mujeres para que los productos que realizan los puedan vender y tener ingresos.
La pregunta es obligada. Después de esta experiencia y de los lazos que ha creado, ¿volverá?
-Por supuesto. Me encantaría seguir colaborando con Solidaridad Internacional, pero esta vez quiero volver con mi familia. Tengo una niña de ocho años y le dije que quería que viera todo lo que yo he visto y vivido. Aunque el viaje es larguísimo, ha sido maravilloso; todo el mundo me abría las puertas de su casa, y vives tan intensamente con ellos hasta las pequeñas cosas del día a día, que la experiencia es muy enriquecedora.
"Definir en una sola palabra a Amludi no es fácil. Lo que sí es seguro es que ayudan a la mujer a avanzar"
"Creo que la clave en todo esto radica en educar a los niños, porque hay niñas que se casan con quince años"
"Un caso que me contaron era que la propia mujer víctima iba a prisión, se prostituía, y le pagaban a él"