Vitoria - Ni siquiera en plena ola de calor hubo condicionantes. Las cuadrillas de blusas y de neskas (y viceversa) tomaron las calles de Gasteiz como mandan los cánones pese a que los termómetros amenazaban con desbordar al mercurio. Aún así, pocos perdonaron la ocasión de sacar a relucir pololos, abarcas, gerrikos y txapelas. No faltaron los pantalones de mil rayas y las faldas más tradicionales. Blusas y neskas los lucieron a todo trapo, en una pasarela inmensa, que ayer coincidió con la totalidad del término municipal de Vitoria, que desempolvó sus aires de fiesta. Fue una jornada para enmarcar, como cada año por estas fechas. El primer aldabonazo jaranero, ideal como preámbulo para la próxima llegada de Celedón, que ya espera.

El Día del blusa y de la neska es uno de esos imprescindibles en el calendario de celebraciones de los vitorianos. Será porque aún el personal está fresco o porque hay unas ganas irremediables de saltar, de disfrutar, de brindar y de demostrar que hay tradiciones que merece la pena venerar. El caso es que los 40 grados centígrados que marcaban ayer los termómetros en la hora punta festiva amenazaban con boicotear las celebraciones. Pero nada más lejos de la realidad. Incluso, en plena calorina, las cuadrillas seguían a lo suyo, al ritmo de la música e impolutamente aderezados con blusas, delantales y demás parafernalia. Ya habrá otra ocasión para quejarse de la hola de calor. Como mucho, hubo concesiones, como todo tipo de armas de agua con las que remojar al rival, o a uno mismo. Incluso, cuando el cielo se encapotó y amenazó con diluviar y con descargar algún granizo que otro, la entereza de las cuadrillas fue sobresaliente. Ni siquiera el olor a chamusquina trasladado por el viento desde el incendio de Betolaza fue un obstáculo. Habrá tiempo para el desaliento.

Ayer, el turno fue para la fiesta, que llegó en todo su esplendor desde bien temprano, con hitos como la feria de los ajos, la cada vez más populosa feria agroganadera ubicada en el campus, la carrera de barricas y, cómo no, el primer paseíllo de blusas y neskas, de la Comisión y de la Federación, para lucir galas y rangos ante una ciudad rendida ante sus representantes festivos por antonomasia. Ya no hace falta echar en falta la feria taurina. Con el desfile de las cuadrillas basta.

Un día como el de ayer siempre tiene un componente sentimental. Justo antes de empezar a dejarse ver por las calles, una representación de la Comisión de blusas y de neskas acudió a Santa Isabel para honrar a aquellos que ya no están. No faltó el tradicional oficio religioso en la capilla de la Virgen Blanca, en San Miguel. Hitos ineludibles de una celebración de las que marcan carácter, imprescindible para entender el espíritu de los gasteiztarras.

Termómetros. Hubo zonas en Vitoria donde los termómetros rozaban los 40 grados cuando el reloj se acercaba a las 14.00 horas. A media tarde, coincidiendo con el paseíllo, hubo una tormenta que amedrentó a pocos pese a su virulencia. La fiesta continuó, como manda la tradición.

Incendio. Poco antes de las 18.00 horas, la ciudad fue invadida por el olor del incendio de Betolaza, trasladado por un brusco cambio de la dirección del viento. Pese a la molestia, pocos blusas y neskas se inquietaron.

Indumentaria. El rigor festivo se impuso. Sólo hubo concesiones puntuales para mejorar la protección que ofrecen las txapelas ante el sol y todo tipo de fusilería de agua con la que refrescarse a uno mismo y al rival, que ayer el día se antojaba propicio.