Llodio - La auténtica joya arquitectónica que es en Llodio el pórtico de la iglesia San Pedro de Lamuza, el único de su estilo en hierro de toda Euskadi, va a verse sometido a una restauración gracias al convenio de colaboración que firmarán Ayuntamiento e Iglesia. El acuerdo permitirá invertir 20.000 euros en la restauración de la estructura, dañada en algunos lugares como consecuencia de las goteras que ha padecido durante años. Están especialmente afectadas las columnas que soportan el tejado, huecas para canalizar los desagües de la zona superior. Posteriormente, se pintará toda la arquería.

Esta actuación constituye la segunda fase de un proyecto que comenzó en 2013. Entonces se invirtieron 50.000 euros después de que el Ayuntamiento recogiera su parte en el presupuesto de 2010 sin que la inversión llegara a materializarse hasta tres años más tarde. La obra consistió en una limpieza de la cubierta, ya que los restos acumulados habían provocado la presencia de goteras que entonces se eliminaron en su mayor parte, aunque aún se están realizando retoques para acabar con las filtraciones. Algunas goteras filtraban directamente sobre la pared de la iglesia y provocaban enormes charcos en el interior del pórtico.

La intervención siguió hace dos años con la sustitución de tejas y bajantes y la reposición de la greca ornamental que remata el pórtico, de la que sólo se conservaban fragmentos. De hecho, tuvieron que retirarse porque había peligro de que se cayeran ya que estaban muy oxidados. Fue la escuela de Formación Profesional de Llodio la que reprodujo el modelo en sus talleres para reponer el contorno del pórtico.

Del porqué Llodio cuenta con el único pórtico de hierro de Euskadi dio buena cuenta el 11 de marzo el investigador local Félix Mugurutza, a través de su blog, El Arca de No Sé, el día que se cumplían 135 años desde que murieran varios baserritarras locales aplastados por el citado pórtico tras desplomarse bajo el peso de una gran nevada mientras estaban en el mercado.

“Fue el primer marqués de Urquijo, Estanislao, quien costeó el nuevo pórtico, el más robusto y elegante que pudiera concebirse con los mayores avances tecnológicos de la época, siguiendo la moda impuesta por la recién construida Torre Eiffel. Y así, por ese cúmulo de casualidades, es como tenemos en Laudio el único pórtico de hierro de toda Euskal Herria”, explica.

El primero, el que se desplomó aquel aciago día de 1883, databa de 1774, cuando “alentados por la bonanza económica se decidió eliminar el vetusto templo para dar rienda suelta a la modernidad y al desarrollo con la edificación de una nueva iglesia: la que vemos hoy, a la que se dotó de un amplio pórtico en el que pudiese bullir la vida social en los días de climatología adversa”, relata Mugurutza.

Sin embargo, la construcción, cuya labor de tracista se encargó a Martín de Larrea, el mismo arquitecto del puente de Anuntzibai, no tenía la calidad esperada y tan solo un siglo después ya presentaba un estado ruinoso que obligó a un reforzamiento en 1878 que tampoco sirvió para mantenerlo en pie.

“Allí fallecieron aplastados tres hombres, dos de Llodio y uno de Orozko, a los que se les sumó después la muerte de otro de los diversos heridos que ocasionó la tragedia. El funesto accidente conmocionó a toda la comarca y tuvo gran eco en la prensa, incluso en la de ámbito nacional. Debió ser tal la impresión dejada por aquella desgracia que hasta diez años después no se acometió la construcción de un nuevo pórtico, el actual, y donde se alberga cada último domingo de agosto la tradicional comida de la Cofradía de San Roque”, matiza el investigador local.

La fecha exacta de su construcción es un enigma, “pero sí sabemos que es en el período entre 1892, cuando en la documentación se habla de la necesidad de reedificar un nuevo pórtico y 1894 en el que se cita que urge pintar la nueva construcción de hierro pues se está oxidando”, apunta Mugurutza. Otro dato que se desconoce es el referente a la autoría del artístico diseño y la concepción del pórtico “si bien se ha apuntado hacia Joaquín Rucoba (1844-1919), uno de los arquitectos más brillantes del momento y que ya usaba el hierro en sus construcciones”.