Vitoria - Ni oro ni incienso ni mirra. Los tres regalos que los Reyes Magos entregaron hace más de dos mil años a Jesús son ahora dinosaurios, muñecos y dispositivos electrónicos, pero lo que no ha cambiado en todo este tiempo es el fenómeno fan que despiertan Melchor, Gaspar y Baltasar cada 5 de enero con su llegada a Vitoria. Ayer, de hecho, ni la lluvia pudo acabar con la gran expectación que éstos crearon a su paso, antes incluso de apearse del tren, ya que desde primera hora de la mañana, miles de padres, abuelos, tíos y niños invadían por completo la calle Dato, con dos inmensas largas filas, desde la terminal ferroviaria hasta el Consistorio. Aunque, eso sí, ambas correctamente dispuestas tras un cordón de seguridad para que Sus Majestades de Oriente tuvieran un pasillo lo suficientemente ancho por el que verles desfilar con sus coches clásicos descapotables.
A las once de la mañana, los nervios de los peques ya eran inevitables, como así lo reflejaba la mirada al reloj de todos los que se concentraban en el andén y en los aledaños de la terminal ferroviaria, al ser la hora prevista de su llegada a Gasteiz. El grupo de zancudos Close Act, de Holanda, formado por cinco mariposas blancas y tres tamborileros, que poco antes había estado refugiado de las gotas bajo los arcos de la cafetería de enfrente de la estación, tomaba posiciones para hacer a los monarcas el mejor de los recibimientos posibles.
Otros, como Inés, la amatxu de Eneko (6) y Endika (4) aprovechaban, en cambio, para retratarse como familia frente a un tractor azul que remolcaba ocho abetos navideños cargados de regalos, aparcado en la calle Salvador García Diestro. “Con dos años ya venían a verlo”, recuerda Inés. Su hijo mayor, como explicaba con el brillo de la ilusión en sus ojos, se había pedido “algo del Alavés” y Endika, en cambio, un DVD de los CantaJuegos. Y los dos, como aseguraban, se habían portado “muy bien”, como no podía ser menos, para que sus deseos se conviertan en realidad.
Cuatro minutos después, a las 11.04 horas, los sonidos insistentes de la bocina de un tren desataron el griterío de los peques. “Somos republicanos, pero esto es otro rollo”, resumía una de las madres allí agolpada. Melchor, Gaspar, Baltasar y toda su corte pisaron, por fin, la estación de Vitoria y los niños, con los sitios más cotizados cerca del andén, les llamaban por sus nombres, otros les saludaban e, incluso, les tocaron.
A continuación, tras el sonido de la canción de Navidad, dulce Navidad los que les esperaban fuera pudieron también darles la bienvenida y ver cómo Sus Altezas Reales se montaban cada uno en un Ford Thunderbird (negro, azul y granate, respectivamente), escoltados por media docena de Mercedes, modelos 350 y 280, en los que iban sus pajes y carteros reales.
Balcón consistorial Tras el desfile real por la calle Dato, otra muchedumbre les aguardaba impacientemente en la Plaza Nueva, haciéndoles también un pasillo tras las vallas. Este caso era el de Zuriñe, quien antes había intentado ir a la estación, aunque sin la suerte que tenía en este lugar de tener mejores vistas. Junto a ella, no faltaban sus hijas, Aitana (6 años) y Emma (3), quienes ayer presenciaron su primera recepción real con un carta bajo sus pequeños brazos. “No hemos escrito la carta antes porque se la vamos a dar ahora”, explicaba Aitana, quien ha pedido a los Reyes una muñeca Lol, uno de los juguetes estrella de estas fiestas, como bien sabía su abnegada amatxu.
A las 11.30 horas, los Reyes de Oriente se dieron otro baño de masas frente al Ayuntamiento. Y de agua, tras el chaparrón, lo que obligó a los pajes a sujetarles sus capas.
Desde el balcón consistorial, Gaspar, que preguntaba al público: “¿Qué tal?” obtenía un “bieeeen” que respondieron al unísono los allí concentrados, lo que le hizo dar las gracias a “este público maravilloso”. Melchor, por su parte, les deseó “un año de salud, de felicidad, y de mucho cariño y amor”, tras pedirles que fueran niños obedientes. Y Baltasar, sorprendió a los presentes con sus dos reivindicaciones. La primera, porque “ha habido una cosa que le ha hecho un poco de mal a mi corazón, al entrar en la ciudad, porque me he encontrado con una familia que lleva tiempo queriendo ser acogida y todavía no se les ha abierto la puerta. Una cosa que me ha dolido un poco y espero que en los próximos días se pueda resolver”. Y la segunda, pese a que “los Reyes no solemos opinar de política”, lamentó que este año no se hayan podido aprobar los presupuestos del Ayuntamiento, puesto que “sólo queremos decir a la gente que toma estas decisiones que sepan que la unidad es muy buena y que solo se puede ir más rápido, pero juntos se puede ir mucho más lejos”.
Poco antes del mediodía, la corte real al completo llegó a Villa Suso, con colas hasta Montehermoso para que los pequeños pudieran entregar, en persona, sus cartas. Los primeros de la fila lo hacían desde las seis de la mañana y los últimos eran, “los que acababan de llegar”, como Iratxe con su hijo Oier (2), que se había pedido una mochila para ir a natación con su aita al Estadio, y Mari Carmen y su nieta Karle (3).
A las 19.00 horas, arrancaron desde la plaza de Bilbao rumbo a la Avenida de Gasteiz, las seis carrozas protagonistas del multitudinario desfile, con 400 participantes. Entre ellos, los zancudos reales, los franceses Pictofacto que manipularon ocho marionetas gigantes, los maños Teatro Imaginario, con su obra representativa del mar, en la que la protagonista fue una ballena gigante, y los catalanes Todozancos, inspirados en el arte de Salvador Dalí.