Quejana - Anclado en pleno corazón del Valle de Ayala, concretamente en la localidad ayalesa de Quejana, al noroeste de la provincia de Álava y a 46 kilómetros de Vitoria, se encuentra uno de los conjuntos monumentales de la Edad Media más importantes de Álava, si no el que más. Sus muros encierran seis siglos largos de historia y entre ellos creció el personaje histórico más relevante de la provincia y con mayor proyección en la historia de España: don Pedro López de Ayala, quien fuera poeta, cronista de cuatro reyes, diplomático, guerrero y consejero real, además de uno de los precursores del Renacimiento.

Con todo, fue su padre Fernán Pérez de Ayala quien mandó construir en el siglo XIV el magnífico enclave que ha llegado sólido e impertérrito hasta nuestros días, sobreviviendo al poderoso linaje que lo erigió. De hecho, los Ayala (cuyo apellido fue fundado en el siglo XI por un hijo bastardo del rey de Aragón, llamado Don Vela) cayeron en desgracia en 1520, tras perder la Guerra de las Comunidades. En cambio, su legado arquitectónico no solo sigue en pie, sino que fue declarado Monumento Nacional en 1984, dada su buena conservación, así como calificado de Bien Cultural en 2002 por el Gobierno Vasco.

Este rico patrimonio está integrado por el palacio fortificado y el ya cerrado convento de las dominicas, fundado en 1378, así como la iglesia de San Juan Bautista y la capilla torreón de la Virgen del Cabello. En el primero, adquirido por la Diputación Foral de Álava en 1990, se encuentra el actual museo y la propia oficina de turismo de Quejana que, durante todos los domingos de agosto y en horario de 12.15 horas, mostrará a los visitantes los secretos de este imponente lugar.

Todos estos recorridos guiados -de asistencia gratuita previa reserva en el teléfono 945 39 94 14 o en el correo electrónico turismo.ayala@gmail.com- dan comienzo por la torre capilla, mandada construir por Pedro López de Ayala en 1399. Se trata de un torreón macizo en cuyo interior, concretamente en la planta baja, se encuentra la tumba de alabastro del propio canciller y de su mujer, Leonor de Guzmán. “La única en todo el País Vasco, puesto que entonces lo habitual era utilizar la piedra. Y con una preciosidad en los detalles digna de mención, ya sea en los pliegues de los ropajes, la espada, la luz del rostro, o en los perros y los leones que representan la lealtad y el poder de este caballero y su señora, puesta a la misma altura que él porque aquí las mujeres, pese a la época, también opinaban en asuntos de política y estaban muy preparadas”, explica Hipólito Vicente, el sacerdote dominico que desempeña el papel de guía en el recinto.

Presidiendo la imponente tumba se halla una copia del retablo gótico del siglo XIV encargado a la escuela Navarra, ya que el original fue vendido a Estados Unidos por las Madres Dominicas ante las dificultades económicas que atravesaban, y se encuentra desde 1913 en la Galería de Arte de Chicago (The Art Institute of Chicago). “Es como una especie de cómic medieval en el que se describe con pinturas, entre otros, las edades de Jesucristo, la anunciación de la Virgen María o la visita de los Reyes Magos. Ninguno de los personajes es de color, ya que en esa época a Baltasar no se le representaba negro”, aclara el sacerdote.

Los visitantes podrán, asimismo, ascender al salón de la torre, encima de la capilla. Una estancia que traslada a los turistas hasta la época medieval a través de sus pequeñas ventanas, su puerta reforzada de hierro y sus enormes muros, de casi dos metros de anchura, decorados con los emblemas de los Ayala, los famosos lobos que aún hoy pueden apreciarse en la bandera de la Cuadrilla de Ayala.

Iglesia y museo Este viaje por el recinto tampoco pasa por alto la iglesia de San Juan Bautista. Inicialmente una pequeña capilla anterior a la construcción de la torre que, en el siglo XIV, empieza a ser modificada para enlazarla con el convento, ya habitado. De hecho, este templo siempre ha cumplido una doble función: la de ser parroquia de Quejana e iglesia del convento. Entre sus muros destaca un retablo barroco con columnas salomónicas y relieves de santos, así como las estatuas funerarias del hijo y la nuera del Canciller Ayala, Fernán Pérez y su esposa María de Sarmiento.

La visita culmina en el museo de arte sacro, albergado en lo que fue el palacio fortificado. Su contenido acerca a la historia del monasterio, a la genealogía de tan poderosa familia y a sus objetos característicos, tales como espadas, libros, aves de cetrería inmortalizadas gracias al arte de la taxidermia, cantorales o utensilios de trabajo de las dominicas. Las verdaderas protectoras de este conjunto monumental, guardianas de su archivo, su arte y de su patrimonio cultural y espiritual desde 1378 hasta 2008. Año en el que el Papa autorizó el cierre del convento de clausura por la falta de relevo generacional y la avanzada edad de las monjas. De hecho, las residentes -solo quedaban cinco, dirigidas por la Madre Abadesa, María Gloria de la Vega- se despidieron de su hogar durante más de seis siglos el 6 de abril de 2008. Desde allí, se dirigieron al convento de su misma orden en Donostia.

Con ellas también se fueron del enclave (en enero de 2010) sus tesoros de mayor valor, que tan solo pueden apreciarse en fotografías. Por razones de seguridad fueron trasladados de forma transitoria al Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria-Gasteiz. La primera es el relicario de la Virgen del Cabello, obra de orfebrería en forma de retablo que fue realizada en Aviñón en el siglo XIV y diseñada para presidir la capilla de su mismo nombre en la Torre del Canciller. La segunda es un copón bizantino realizado en el primer tercio del siglo XIV y lleno de piedras preciosas incrustadas. A ellos se suman las esculturas de San Juan de Quejana y el denominado Cristo marinero, traído por los fundadores por mar, y consistente en una talla de madera de la primera mitad del siglo XIV. Todas estas piezas están protegidas como bienes culturales y son inseparables del conjunto monumental de Quejana. Quién sabe si algún día volverán a casa.