antoñana - La miel de Antoñana volvió a brillar ayer en una nueva edición de la feria anual que reúne a los productores de la zona y que organiza la Junta Administrativa con el apoyo del Ayuntamiento de Campezo y de la Cuadrilla de Montaña Alavesa.

En esta ocasión, la presencia de productores fue más bien escasa, pero, con todo, hubo miel de la zona y de otras partes de Euskadi, junto a productos que no serían posibles sin las abejas, así como otros puestos con diferentes alimentos y otras ofertas.

Entre los puestos se encontraba el de la agrupación de productores Giez Berri, con su presidente, Alfredo García, al frente. Esta asociación, que tiene su sede en Gipuzkoa, es la que está gestionando en estos momentos las colmenas que hay en Antoñana “porque tenemos un compromiso con la Junta para seguir etiquetando la miel de aquí, así como atender la feria y el mercado”, narra García. Preguntado por la evolución de la campaña actual, sostiene que, en principio, “viene bien. Ha sido un año templado, la primavera un poco seca, pero no ha tenido demasiada importancia. En Antoñana la miel se recoge a mediados de junio y se dejan las colmenas preparadas para cuando explote la zarza y venga la melaza de los robles”.

Y ése es un momento que se teme, al menos en los últimos años, porque “la velutina (la avispa asiática) hace mucho daño, más que en la producción de miel de primavera en la de otoño, porque en agosto y en septiembre es cuando más avispas hay; atacan las colmenas, se asustan las avispas y no salen, impidiendo la recogida del polen. Por eso no pueden criar y la colmena se queda muy pequeña para el invierno y puede generar muchos problemas de subsistencia”, explica. En cuanto a los precios, “ésta no es miel cara. Las que venden en supermercados está a 9,50 euros el kilo y la de Antoñana a 10,50. Tiene un precio algo más alto, pero no es cara. Es como el vino; un crianza de Cariñena o de La Mancha lo encuentras a 2,50 o 3,50, pero un Ribera o un Rioja Alavesa está a 6 o 7 euros. Cada uno tiene el precio que se corresponde con su calidad”, defiende.

¿Y cómo se ve esa calidad? Alfredo García pone el ejemplo más claro. “Vemos en las estanterías de las tiendas que las mieles que se ofrecen están muy líquidas. Son mieles que se cosechan y, aun siendo buenas, las calientan para su envasado y se deshacen sus cristales. Cuanto más tiempo permanecen líquidas más las han calentado y más propiedades biológicas han perdido. La nuestra, la de Antoñana, está extraída y envasada en frío, y está cremada con unas máquinas de tal manera que nunca superan los 35 o 40 grados. Con esto mantiene todas sus propiedades biológicas y, además, todo el proceso, desde el principio, está garantizado por la marca Eusko Label”, señala. - Pablo José Pérez