la vivienda del siglo XIX que se encuentra recreada en la primera planta del museo etnográfico de Artziniega atesora, entre muchas otras piezas, una preciosista y antigua máquina de coser de marca Singer. La empresa estadounidense que allá por 1850 obtuvo la patente para la fabricación del primero de estos ingenios mecánicos que, poco a poco, fueron condenando al ostracismo a la aguja de mano. Su valor no va más allá de su capacidad de dar testimonio en pleno siglo XXI de los modos de hacer del pasado, pero precisamente indagando sobre ella (para la nueva aventura Descubriendo el museo en la que se han embarcado los miembros de la asociación etnográfica Artea, para dar a conocer Artziniega Museoa a través de Instagram) es como dieron con una colección que, como dice el refrán, Vale su peso en oro, en tanto en cuanto está considerada por los expertos como la cuarta mejor colección del mundo de máquinas de coser.
Son más de 500, 350 de ellas diferentes, y abarcan desde los primeros modelos comercializados a mediados del siglo XIX (aquellos que jugaron un papel importante en la incorporación de la mujer al mundo laboral) hasta nuestros días, y su dueño, Luis de Pedro, de la localidad vizcaína de Gernika, ha aceptado acercar las más significativas a esta villa medieval alavesa, para configurar una exposición que se inaugurará a las siete de esta tarde, en la sala de exposiciones temporales del citado museo, donde permanecerá abierta al público hasta el 11 de mayo.
“He seleccionado, en base al espacio que hay, en torno a 50 máquinas de coser con sus respectivos carteles explicativos, con la intención de que el público pueda hacer un recorrido por la historia de este invento, y vea la evolución desde los primeros intentos infructuosos a las más modernas de nuestro tiempo que, por hacer, hasta bordan solas, aunque también llevo una bordadora de 1877”, adelanta a DNA De Pedro, que lleva investigando sobre este tema desde que acudió a finales de los 90 a una feria de Barcelona, donde se encontró con una exposición de piezas antiguas y decidió comprar una de ellas por curiosidad. Con todo, la pieza más antigua de su colección, que también se exhibirá en Artziniega, es una máquina de coser inglesa de 1852. “La primera patente se le atribuye a Singer que con su idea del pago a plazos se hizo millonario en poco tiempo, pero la primera máquina de coser que funcionó como tal es de un tal Thimonnier Bartolomé que ya en 1830 logró el primer pedido de uniformes para el ejército francés. Pero claro, los sastres artesanos parisinos, viendo peligrar su trabajo, se unieron y le quemaron la fábrica. Costó mucho convencer al gremio de que era mejor que hacerlo a mano, y hasta se fabricaron prototipos para demostrar que hasta un niño de diez años podía dar más puntadas en un minuto con este invento que un profesional a mano”, relata De Pedro que, aunque confiesa no saber coser con ellas, sí se enorgullece se conocer hasta el mínimo detalle sus mecanismos.
De hecho, todas las máquinas de su colección funcionan, tras haber pasado por su taller de arreglo y puesta a punto. Un servicio técnico de reparaciones que siempre ha ofrecido junto a la tienda de máquinas de coser que abrió su mujer, María Ángeles Armero, en 1976 en Gernika, y en la que ella -a diferencia de su marido- ha impartido cursos de corte, confección y bordados.
Sueño de museo “Gracias a muchas de las máquinas de mi colección, muchas costureras han podido sacar adelante a sus hijos. Por eso mi sueño es abrir algún día un museo, para homenajearlas a todas ellas y también a las generaciones de modistas que han pasado y siguen pasando por nuestra tienda porque, en contra de todo pronóstico, estamos en años que se vuelve a coser y mucho”, confiesa De Pedro, que no esconde que ha recibido propuestas hasta del magnate del sector textil Amancio Ortega para adquirir su colección. “Me ha dicho que si la quiero vender que la ponga precio porque quiere crear un museo en La Coruña, pero no me quiero comprometer”, apunta, consciente de la dificultad que tiene ahora para exhibir su tesoro, pues lo tiene distribuido por tres espacios distintos. Como alternativa esta aceptando invitaciones como la que le llegó en enero del salón de manualidades que albergó el BEC o la que le ha cursado ahora el museo etnográfico de Artziniega. Otras de las máquinas de coser que podrán verse hasta mayo en el municipio ayalés es la Singer inglesa de 1917, utilizada en la serie de televisión “El tiempo entre costuras” y el modelo de máquina con la que Balenciaga aprendió a coser; una Legat francesa de 1877 que “es muy original porque no va ni a manivela, ni a pedales ni a motor, sino a pulsaciones”; otras piezas estadounidenses “únicas y muy curiosas” de 1854 y 1858, que son para coser alfombras y guantes; e incluso una Alicia para niñas, fabricada en Eibar y de las que “hay muy pocas en el mundo”.
Tampoco faltarán grapadoras para sacos, máquinas de coser calzado, “la última que fabricó Sigma que es como un libro”, o representantes de las Alfa vascas. Una marca nacida en 1920 en Eibar para la fabricación de armas que, tras una profunda crisis, comenzó a fabricar máquinas de coser que pronto pasarían a convertirse en el símbolo de la empresa. De hecho, ganaron fama cuando el Estado encargó el equipamiento de las escuelas nacionales de enseñanza femenina y hoy día sigue gozando de fama mundial. En definitiva, una magistral clase de historia contada a puntadas.