calculan que faltan cuatro meses para que los medios de comunicación comencemos a hablar de la llegada a Euskadi de un nuevo grupo de niños y niñas procedentes de los campamentos de refugiados saharauis de Argelia, dentro del programa Vacaciones en paz-Oporrak bakean. Sin embargo, para las asociaciones que en Álava se encargan de buscar familias de acogida ya ha saltado la alarma del reloj que indica cada año que el tiempo se acaba. El verano pasado fueron 350, y 48 de ellos (26 niñas y 22 niños) estuvieron acogidos por familias alavesas. Concretamente, por 28 residentes en Gasteiz y por otra veintena distribuidas por diferentes municipios del territorio, como Amurrio, que dio cobijo a seis de estos menores de entre 10 y 12 años.
Estas cifras, poco o nada, tienen que ver con las de años atrás. “Yo empecé acogiendo menores saharauis en verano, junto con otras familias del pueblo, hace ya 23 años. Por aquel entonces, los municipios del Valle de Ayala logramos traer hasta 18 niños, pero hoy día, como mucho, y con suerte, llegamos a siete”, explica Arantza Sadaba, de Sahara Eutsi. Una asociación creada en Amurrio hace ocho años para centrar su labor única y exclusivamente en la infancia saharaui. Mientras, sus compañeros de la Asociación de Amigos de la RASD se encargan de la recogida de alimentos para la caravana solidaria. Es un hecho que familias que antes colaboraban con esta causa hoy día optan por acoger niños y niñas de otras culturas y zonas desfavorecidas. “También muy loable”. Sadaba no quiere ni pensar en que el motivo del descenso que está experimentado la acogida de menores saharauis sea de índole xenófobo. “Me niego a creer en causa racista alguna, más bien creo que se debe al miedo que de un tiempo a esta parte ha creado el terrorismo yihadista en torno a todo lo relacionado con el Islam, aunque el pueblo saharaui no tenga absolutamente nada que ver con ello. Hay mucho desconocimiento”, apunta con pesar quien, aun siendo ya abuela, acaba de adoptar a una niña saharaui de doce años.
Necesidad material Con todo, el de las adopciones no es el objetivo de Vacaciones en paz. De hecho, las familias de acogida se comprometen a no iniciar, bajo ningún concepto, procedimiento de adopción alguno, porque no se trata de niños y niñas con necesidades afectivas, sino materiales. “En los campamentos tienen a sus familias y desde que llegan están deseando volver para estar con sus hermanos, madres y padres, pero el caso de esta niña era especial. Es la menor de catorce hermanos y su pueblo no sabe ni cómo ha salido adelante, porque la madre tiene depresiones y no se hacía cargo de ella. No podía dejarla allí”, admite Sadaba.
A quien sí quiere encontrar una familia de acogida temporal como sea, para los meses de julio y agosto y en Álava, es a otra niña que acaba de alcanzar la edad mínima que exige el programa para salir por primera vez de los campamentos de refugiados. No en vano, se trata de la hija de una de las primeras niñas que Arantza acogió allá por 1994. “Como encargada de la asociación voy todos los años a los campamentos y la hago una visita. Siempre me dice que los cuatro veranos que pasó conmigo en Amurrio fueron los más felices de su vida, y que por favor, intente dar la misma oportunidad a su hija. Es horrible tener los permisos y el dinero del viaje y, por falta de familias de acogida, tener que decir a un niño tú te vienes, tú no”, asegura.
Y es que, Oporrak Bakean -coordinado en Euskadi desde 2009 por el grupo de trabajo que, creado por petición de la delegación vasca del Frente Polisario, esta integrado por ésta, Euskal Fondoa y personas voluntarias de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa- está financiado por el Gobierno Vasco, las tres diputaciones y ayuntamientos, por lo que el coste del viaje para las familias de acogida es cero.
Controles médicos “Sólo hay que darles de comer y de vestir porque vienen con lo puesto; así como asistir con ellos a las actividades en grupo que se organicen pero, una vez realizados los exámenes médicos previstos, las familias que lo deseen pueden salir de vacaciones, siempre dentro del estado español”, aclaran desde Sahara Eutsi, en referencia a uno de los objetivos clave del programa: el de proporcionar a estos menores un control sanitario básico para detectar posibles enfermedades que resulta imposible de diagnosticar en los campamentos, ya que “desde que nacieron no les ha visto nunca un pediatra”.
Otros pasan por darles una alimentación equilibrada y la oportunidad de tener otra imagen del mundo distinta a la que les aporta su realidad cotidiana en el desierto, donde sí se han construido sus propias escuelas pero no disponen de agua corriente ni luz, y la alimentación depende de la ayuda humanitaria. En este sentido, el programa también fomenta un intercambio cultural y de lazos de amistad entre familias vascas y saharauis que, a su vez, sirve para dar a conocer a la sociedad la situación de este pueblo. Esa que habla de 43 largos años de exilio en una de las regiones más inhóspitas del mundo, donde la temperatura en verano supera los 50 grados a la sombra y en invierno el frío llega a congelar, a la espera de que la comunidad internacional deje de mirar para otro lado y les conceda, de una vez por todas, el prometido referéndum de autodeterminación, se les reconozca como estado y puedan recuperar y regresar a los territorios que hace tantas décadas les ocupó Marruecos.
Las familias alavesas interesadas en dar a uno de estos menores dos meses de vacaciones pueden ponerse en contacto con Sahara Eutsi o con Afanis (su homónima en Vitoria-Gasteiz), a través de los números de teléfono 679 828 784 (Arantza), 647 31 85 65 (Josune), o 665 71 19 47 (Blanca). La Diputación Foral de Álava viene apoyando este programa desde 2005, y a él destinó el año pasado 20.000 euros.