gasteiz - Luz en la oscuridad. Llama redentora para apaciguar los malos espíritus. Y paraguas. Si está el año díscolo en lo climatológico, en Vitoria es mejor estar preparado para lo peor. Tras varios días suntuosos en temperatura y luminosidad, la tradición no oficial, pero machacona por reincidente, volvió a confirmarse ayer en la ciudad, que no acaba de disfrutar de dos días seguidos de estabilidad meteorológica. Así, las hogueras de San Juan crepitaron como mandan los cánones y los ancestros pudieron disfrutar de una noche mágica. Pero amenazada por el agua. No fue la tormenta de 2014, pero la llovizna intermitente deslució una de esas fiestas que conjugan como pocas la tradición, lo esotérico y la algarabía propia de fechas como ésta, que se traduce en una sana peregrinación de barra en barra para ahogar aquellos espíritus que no se han podido quemar previamente en las llamas redentoras.
Éstas ayer volvieron a manar hacia el cielo, fundamentalmente, desde sus ubicaciones más queridas. En Arriaga, el diputado general, Ramiro González, se estrenó junto a la ermita juradera para iniciar la pira más fotografiada y la que da el pistoletazo de salida a una jornada muy apasionada. Aparte, en Judimendi, barrio que encarna todas las virtudes de las sanjuanadas, comenzó la jornada fuerte de sus fiestas con toda una batería de actividades en torno al fuego y a la tradición.
De una manera o de otra, la llegada de San Juan parece un lienzo salpicado de luciérnagas. Historias sobre encantamientos y maleficios se cruzan con relatos supersticiosos y versos para atraer la fortuna en torno a la seductora incandescencia de las hogueras. Por ello, ayer, cientos de personas se reunieron al calor de las llamas para festejar esa celebración tan distinta al resto que llega cada 23 de junio. Un buen ejercicio para desprenderse en las llamas del mal fario.
La tradición se impuso una meteorología un tanto díscola y las piras crecieron camino hacia el cielo, como si buscaran allá en lo más alto el origen fantástico de la festividad, mitad religiosa, mitad pagana.
Nuevos y viejos rituales se entremezclaron y formaron un combinado indisoluble que resistió al transcurso de las épocas. Fervor y teatralidad se dan ahora la mano, en una fiesta icónica como ninguna otra. Los gasteiztarras respondieron ayer a la hipnótica llamada del fuego y se concentraron en Arriaga y Judimendi. La cita de la ermita juradera de San Juan contó con el diputado general y todo un surtido de dirigentes. Entre los sones del aurresku, el líder foral tomó uno de los cirios y se acercó al montón de madera preparado para arder. Fue el inicio de una hoguera que se hizo descomunal, del momento más propicio para reducir a cenizas los malos recuerdos de los últimos doce meses y encarar con optimismo una nueva época. Los vecinos acompañaron a las teas.
La diversión también crepitó en Judimendi, foco tradicional del jolgorio sanjuanero. - M.G./J.S. / Foto: Jorge Muñoz/Josu Chavarri